En el viejo imperio del Sol Naciente la tecnología punta es una especie de religión. Allí, conducir lo último está de moda y, gracias a ello, los coches híbridos empiezan a ganar cuota de mercado. Aunque su crecimiento es poco menos que marginal, ya tienen sus fanáticos y cada día que pasa hay más gente que, en aras del medio ambiente, apuesta por un motor más caro, pero más limpio.
Toyota vende los Prius (más de 100.000 en circulación) y la furgoneta Estima, mientras que Honda comercializa los Insight y los Civic híbridos, con más de 13.000 unidades vendidas desde 1999. Son cuatro modelos que, por pioneros, están llamados a ser un hito en la historia de la automoción.
El gran problema, por ahora, de la tecnología híbrida es su carestía. Un coche como el Estima cuesta casi 5.000 euros más, si el motor combina gasolina con electricidad. Algunos Gobiernos, como el japonés y el estadounidense, ya han aprobado exenciones fiscales para aquellos conductores que opten por estos vehículos limpios. Pero no es suficiente. Para estimular las ventas hay que abaratar más el producto.
Toyota pretende llegar a los 300.000 híbridos por año en 2005, un objetivo en el que se incluye la fabricación de coches por encargo de otros constructores. "Estamos haciendo todo lo que podemos para que esta tecnología crezca", dice Hiroyuki Watanabe, responsable de productos medioambientales en Toyota. "Queremos, además, que los precios no bajen sólo un poco, sino que se reduzcan a la mitad", sentencia el directivo nipón.
La competencia del hidrógeno
En la lucha por ser más eficiente energéticamente hablando, a los híbridos les ha salido un competidor que amenaza con dejarles sin futuro. Se trata de la propulsión de hidrógeno: motores eléctricos alimentados por la electricidad liberada al unir hidrógeno y oxígeno. El residuo es agua.
Aunque, para su uso automovilístico, esta técnica todavía gatea, está claro que el mañana es estrictamente suyo. Ante la irrupción del hidrógeno, a los motores híbridos les quedan varios años de vida. Su principal arma es el precio: aunque son más caros que los tradicionales, son mucho más baratos que los de hidrógeno.
Ante este panorama, Toyota y Honda se han apresurado a meterse también en el tren del hidrógeno. La primera desarrollará su propia tecnología, con células de combustible fabricadas por sus ingenieros. La segunda empleará los productos de Ballard, el líder mundial en este campo.