La industria del motor pide ayuda

Durante los próximos tres años, la industria automovilística de Estados Unidos tiene previsto deshacerse de 58.000 puestos de trabajo. Se confiesan en crisis y, por eso, piden ayudas a su Gobierno y a otros sectores.

La cuota de mercado de los fabricantes estadounidenses está bajando en su mercado local, mientras que las compañías asiáticas e incluso alguna europea van ganando terreno. Como respuesta a esta situación, las compañías automovilísticas norteamericanas están recortando empleos.

De hecho, en General Motors, por ejemplo, había 294.747 trabajadores en 1995. Ahora, diez años después, apenas quedan 142.000 y eso que la cuota de mercado sólo ha descendido seis puntos y las ventas un 3,7 por ciento. Hace apenas dos días te contábamos que GM va a prescindir de 30.000 de sus operarios, pero no está sola en este camino de reducción de plantillas.

Ford, otro de los gigantes estadounidenses, también ha anunciado fuertes ajustes entre su trabajadores y el cierre de varias de sus plantas. A los 3.000 trabajadores que la marca del óvalo ya ha despedido durante 2005 se unen los 4.000 trabajos que suprimirá a partir de enero próximo en EE.UU.

Para salir de la crisis, el presidente de la firma ha pedido al Ejecutivo que preside George W. Bush que se reduzcan los impuestos sobre esta actividad. De esta forma, el dinero lo podrían invertir las compañías automovilísticas en investigación y desarrollo. Otra de las peticiones de Ford ha sido que el Gobierno de los Estados Unidos comience a comprar sólo vehículos híbridos para subrayar la necesidad de independencia con el petróleo que ha llevado, en gran parte, a la crisis de este sector.

Hasta ahora, sólo hemos hablado de una de las partes del problema. Los trabajadores son la otra parte. Los sindicatos de GM, por ejemplo, han acogido con una profunda decepción la decisión de acabar con tantos puestos de trabajo. Según ellos, los empleados no tienen la culpa de la bajada en la cuota de mercado de la marca y sólo serán ellos los que lo sufran. Pero no sólo estos sindicatos son los únicos que temen por su futuro, las empresas proveedoras ven también peligrar sus puestos de trabajo.