En junio del año pasado, la gasolina costaba de media un 15 por ciento menos, mientras que llenar el depósito de gasóleo era un 16 por ciento más barato. En agosto del año pasado, para ir de Madrid a Barcelona se necesitaban cinco euros menos en combustible que hoy. ¿Qué ha pasado en estos meses para que los carburantes marquen los precios más altos de la historia en nuestro país?
En los últimos días hemos asistido a un verdadero “rally" en los mercados petrolíferos, con lo que las compañías refinadoras están comprando el crudo a precios imposibles, muy por encima de los 40 dólares en el caso de los barriles europeos. Sin embargo, esta última escalada de tarifas no debería repercutir todavía en los precios, porque, en teoría, los combustibles que se adquieren ahora se han refinado a partir de un petróleo más barato comprado hace un par de meses. En principio, las tensiones actuales deberían notarse a partir de septiembre, cuando se empiece a procesar el petróleo que se está intercambiando ahora tan caro.
Con esta idea, la Organización de Consumidores y Usuarios considera que la escalada del crudo se ha dejado sentir demasiado pronto en los precios de los carburantes. “Más que posiblemente, la gasolina de los surtidores españoles no procede de los barriles que actualmente se cotizan a un precio tan elevado, sino que son de otros anteriores", denuncia José María Múgica, director general de la organización.
Pero esto ya no es del todo así. Gran parte de los combustibles que se consumen en España se compran refinados, con lo que llegan a nuestros puertos a precios de mercado “spot", es decir, mercado diario. Obvio es decir que las tensiones del mercado petrolífero están afectando seriamente al mercado internacional del refino, con lo que las toneladas de gasolina y gasóleo que vienen de fuera llegan ya muy caras. Al final, los encarecimientos se trasladan mucho antes de lo esperado a los surtidores y lo notamos casi de forma inmediata.
Lo peor, según los observadores, es que lo vamos a notar todavía más. Casto Bravo, portavoz de la patronal de estaciones de servicio, asegura que en septiembre se producirá una subida del cinco por ciento en los precios. Alejandro Moratilla, responsable de la Asociación de Vendedores de Carburantes, cree que este incremento puede alcanzar el 12 por ciento y hay voces todavía más pesimistas. Estos análisis se basan en la observación del medio: calculan las tendencias de subida de precios, estudian las curvas de oferta y demanda y, sobre todo, atienden a las señales que dan las máximas autoridades del mercado. La última y más preocupante de estas señales llega de Estados Unidos, donde el informe mensual de la Administración de Información Energética, sección estadística del Departamento de Energía, asegura que el barril de petróleo estará “por encima de 40 dólares en el futuro predecible". Traducido, quiere decir que, al menos hasta el invierno, el crudo será carísimo. Con un informe tan serio sobre la mesa, es fácil vaticinar que en septiembre subirán mucho las gasolinas. Algunos se atreven a dar precios medios: sobre 1 euro para el litro de sin plomo y alrededor de ¡86 céntimos! para el gasóleo.Desde que esta nueva crisis está en boca de todos, muchos son los colectivos que piden soluciones. Transportistas y agricultores se desgañitan reclamando la implantación de un gasóleo profesional y, por su parte, los taxistas ya han advertido de que en 2005 subirán un mínimo del cuatro por ciento sus tarifas.Sin embargo, las protestas caen prácticamente en saco roto. El Gobierno se cansa de decir que no tiene capacidad para frenar la escalada de precios y que apenas puede hacer nada en materia fiscal. No puede bajar los impuestos de hidrocarburos porque lo impide la Unión Europea y, además, tampoco puede crear por su cuenta un gasóleo profesional, pues es preciso también el consenso de los socios comunitarios.
Así, maniatado, José Montilla, ministro de Industria, asegura que la subida del precio del petróleo tendrá un “impacto negativo" en la economía española. Algunas soluciones pasan por rebajar los tipos de interés para contrarrestar el golpe energético, pero, en cualquier caso, habrá que pensar en un retroceso del crecimiento.
El Gobierno sólo puede recomendar un “consumo responsable" y ofrecer un paquete de medidas para frenar el gasto de energía. Entre ellas, destaca la recomendación de utilizar el transporte público para ir a trabajar: si sólo un uno por ciento de los que van al trabajo en coche se pasa al autobús, el ahorro de combustible llega a los 20 millones de litros al año. Montilla cree firmemente en estas políticas de ahorro y, en una reunión del Consejo Mundial de la Energía, recordó que las medidas de contención deberían “tender hacia la penalización del derroche".