La era del diseño arranca en General Motors

En GM, a partir de ahora, todo se hace más rápido, más barato y, sobre todo, más atractivo. Comienza la era del diseño del fabricante estadounidense, una revolución capitaneada por Robert Lutz, el presidente de la multinacional para América del Norte. La nueva cohorte de diseñadores acaparan poderes dentro del organigrama del grupo y la sombra de los despidos toma cada vez más cuerpo.

Tiene 69 años y una dilatada carrera en el mundo de la automoción, pero a Robert Lutz no le asustan los cambios. Nada más hacerse con la presidencia de GM en América del Norte, Lutz declaraba que había que reducir los costes, a la vez que se apostaba por diseños más cuidados, única forma de atraer al público joven. El ejecutivo suizo ya tiene la receta adecuada.

En GM, a partir de ahora, los diseñadores no estarán alejados del resto de la producción del vehículo, al contrario, se situarán a la cabeza del proceso para agilizarlo. La compañía ha anunciado que reducirá las actuales 13 líneas de producción a 11, consolidando dos de ellas.

La multinacional ya ha comenzado a dar más poder a sus diseñadores, algunos de ellos antiguos empleados de sus rivales. Entre los nuevos nombramientos destacan Bryan Nesbitt, compañero de Lutz en Chrysler; Ed Welburn, que encabezará el área de todo terrenos clásicos; y Anne Asensio, una antigua diseñadora de Renault que decidirá sobre los interiores de los vehículos.

A la cabeza de esta pirámide se situará Mark Hogan, que hasta ahora dirigía e-commerce, la división de comercio electrónico de la compañía. Según Lutz, la misión de Hogan será "comprobar que los modelos estén bien hechos".

Para conseguir más agilidad en sus diseños, GM dará menos importancia a los laboriosos estudios de mercado y estrechará los lazos entre las secciones de marketing, finanzas y compras. Para abaratar los productos, se apostará por no equipar los diseños con elementos que "el público no está dispuesto a pagar".

Aunque la compañía todavía no se ha pronunciado al respecto, el sueño de Lutz podría tener una letra pequeña: el despido de más de 800 trabajadores.