Por ello, el IDAE ha propuesto “una utilización más eficiente de los medios" y un “cambio de actitud" en el automovilista. Estos factores, unidos a nuevas técnicas de comportamiento al volante, llevarán a la “conducción eficiente", un sistema de enseñanza ya implantado en Alemania, Suiza, Holanda y Finlandia, que llegará en breve a nuestro país. Si quieres saber cómo aprovechar al máximo el combustible, pincha en el enlace.Las reglas por las que se rige este tipo de conducción se sustentan, en buena medida, en el sentido común. Así, los expertos recomiendan arrancar el motor sin pisar el acelerador, cambiar a segunda tras haber recorrido unos seis metros (es decir, dos segundos después de haber insertado primera) o circular en la marcha más larga que permitan las condiciones de la vía o el tráfico.
Asimismo, se debe acelerar de forma ágil (inmediatamente después de haber realizado un cambio de relación) y utilizar los “saltos de marchas" –de primera a tercera o de segunda a cuarta, sin pasar por las intermedias-. La velocidad de circulación debe ser lo más uniforme posible. Además, el ritmo debe moderarse cuando vayamos en la relación más alta, ya que el consumo crece exponencialmente cuanto mayor es la velocidad. En las paradas prolongadas, debe detenerse el motor.
La implantación de este tipo de conducción también se traduce, lógicamente, en beneficios económicos. Los costes ligados al combustible de las empresas de transporte representan entre el 10 y el 15 por ciento del total. Con el ahorro de carburante que supone esta conducta, los beneficios de estas compañías se incrementarían un 31 por ciento, según López.El ahorro medio de combustible que se puede conseguir con una conducción eficiente llega al 15 por ciento. Al menos, así lo ha asegurado Carlos López, perteneciente al Instituto para la Diversificación y Ahorro de Energía (IDAE), en las Jornadas sobre “Automóvil y Medio Ambiente" organizadas por el RACC (Real Automóvil Club de Cataluña).
Las ventajas de este tipo de comportamiento al volante no terminan aquí, pues las emisiones de CO2 a la atmósfera se reducen. Además, la contaminación acústica baja de 1/4 rpm a 32/2.000 rpm y el nivel de estrés en el automovilista disminuye. También favorece la seguridad y mejora el mantenimiento del vehículo (sobre todo en los apartados de motor, frenos, embrague y caja de cambios). Las emisiones de CO2 del transporte, que se producen al quemar hidrocarburos, representan el 22 por ciento de la contaminación total por dióxido de carbono en España.Para ilustrar su exposición, López quiso apuntar una serie de datos relacionados con el consumo energético en nuestro país. La industria y los hogares gastan, respectivamente, el 31 y el 22 por ciento de la energía empleada en España. El transporte consume el 42 por ciento de dicha energía, mientras que el 15 por ciento del uso corresponde a los vehículos privados.
Además, los estudios indican que esta tendencia no disminuirá. En 1998, el gasto energético del transporte aéreo fue del 15,6 por ciento, mientras que el del marítimo llegó al 13 por ciento y el de los ferrocarriles, al 2,3 por ciento. Todas estas cifras están muy lejos del 69,1 por ciento empleado por los traslados por carretera. Éstos aumentaron su consumo al 79,5 por ciento hace dos años, cuando también subió el del ferrocarril (2,6 por ciento). Los transportes aéreo y marítimo, por el contrario, consiguieron que el uso de carburantes fósiles descendiera hasta el 13,7 y el 4,2, respectivamente.