José Ignacio López de Arriortúa, un ingeniero de origen vasco, revolucionó el mundo de la automoción, pero no cobró plena actualidad hasta que, en 1993, la poderosa General Motors le acusó de espionaje industrial. Se abría un largo proceso judicial digno de un guión de película que todavía no ha concluido. Apodado por la prensa alemana "Superlópez" o "el guerrero López", Arriortúa pudo convertirse en el primer presidente no norteamericano de General Motors, pero, sin embargo, pasará a los libros de historia por haber enfrentado a dos colosos de la automoción (GM y Volkswagen) y por haber puesto en jaque a la justicia de tres países (Estados Unidos, Alemania y España). Arriortúa, junto a siete de sus colaboradores, abandonó Opel, filial de GM en Alemania, en la primavera de 1993, al aceptar una suculenta oferta: convertirse en jefe de Compras de Volkswagen. Poco después, el empresario vasco y tres de sus auxiliares fueron acusados por GM y Opel de robar documentación confidencial cuando trabajaban en Estados Unidos. Se abría una etapa de relaciones difíciles entre las dos multinacionales, que, en parte, se suavizó cuando Arriortúa presentó su dimisión al fabricante alemán. En 1997, ambas compañías llegaban a un acuerdo extrajudicial, pero el Gran Jurado de Detroit (en el estado norteamericano de Míchigan) no estaba dispuesto a soltar su cabeza de turco y reclamó a España la extradición del ingeniero, que también se enfrentaba a un juicio en Alemania. El proceso se ve interrumpido en 1998, cuando Arriortúa sufre un grave accidente de tráfico que le deja en coma durante cien días. Eso sí, EEUU no ceja en su reivindicación y el pasado 1 de julio el propio ingeniero se presenta en la Audiencia Nacional de nuestro país para entregarle al juez de guardia una serie de documentos donde se demuestran las graves secuelas físicas y psíquicas que sufre a raíz del accidente. Nada cerrado; "la sombra de Superlópez" todavía sobrevuela entre las grandes multinacionales. Su fichaje mostró la debilidad de un titán de la automoción, paradigma de la industria estadounidense, que se ha tomado el caso como una cuestión de orgullo patrio.
Espionaje sobre ruedas
Ingenieros obligados a guardar silencio, fábricas cerradas a los visitantes, robo de cerebros, paparazzi a la caza de una foto...Acechado por la sombra del espionaje industrial, el mundo de la automoción vive su particular guerra fría.