Equilibrio forzoso

“¿Por qué se pone a adelantar el camión?". “Pero, ¿los autobuses no tienen su carril? ¡Y cómo van!" ¿Te suena? Todos lo hemos pensado alguna vez, olvidándonos de que la carretera es un hábitat muy delicado en el que deben convivir los conductores profesionales y los que no lo son.

Equilibrio forzoso
Equilibrio forzoso

Por alguna razón, los conductores tendemos a pensar que cualquier maniobra que realizamos es correcta y que los otros automovilistas “estorban" a nuestros propósitos. Si esto es así con los turismos, ni que decir tiene que, cuando nos enfrentamos a camiones, autobuses o autocares –considerados más lentos y, por lo tanto, más susceptibles de romper nuestro ritmo-, esta conducta se agrava.Sin embargo, no podemos evitar “convivir" con otros vehículos en el mismo medio. Para bien o para mal, la coexistencia se da en todos los ámbitos y, por desgracia, no siempre es armoniosa. En la ciudad, los roces entre los medios de transporte privados y los públicos son relativamente frecuentes (un buen ejemplo de ello son los incidentes causados por el Trambaix en Barcelona durante su fase de pruebas), aunque suelen saldarse sin consecuencias graves.La cosa cambia cuando del hábitat urbano pasamos a las carreteras o autopistas. La mayor velocidad que puede alcanzarse en este tipo de vías hace que un siniestro en el que esté implicado un camión o un autocar sea especialmente grave, debido al tamaño, al peso y a las características de estos vehículos. Su circulación se ha regulado especialmente para causar las mínimas molestias al resto de los usuarios de las carreteras, pero las normas no siempre se cumplen. Además, nadie está a salvo del manido “fallo humano", presente en la mayoría de los siniestros de circulación. En julio de 2000, un camión invadió el carril contrario al de su marcha y chocó contra un autobús en Soria, causando la muerte de 27 personas. Según los informes, el conductor del vehículo de mercancías se distrajo al recibir una llamada en su teléfono móvil (en aquella fecha aún no estaba penado el uso al volante de este dispositivo). Tres años más tarde, un nuevo despiste costó la vida a cinco ocupantes de un autocar que chocó contra el pilar central de un puente en la A-2 (Zaragoza-Barcelona). Este tipo de siniestros son puntuales, pero incidentes menos graves ocurren con cierta frecuencia. Según una encuesta del Servei Catalá de Trànsit (Servicio Catalán de Tráfico, SCT), un 45 por ciento de los conductores profesionales se ha visto implicado en un accidente de circulación, mientras que la mitad de ellos han sido multados por exceso de velocidad. Hace cuatro años, uno de cada cuatro vehículos implicado en un siniestro mortal era conducido por un transportista. Los datos son escalofriantes y llevan a preguntarnos las causas de estas situaciones: ¿la fatiga?, ¿la presión por parte de las empresas?, ¿la falta de solidaridad del resto de los conductores? En realidad, es un compendio de todas estas circunstancias y poco podemos hacer para paliar las que no afectan directamente a nuestro comportamiento. Es fácil observar ciertas reglas básicas: no lanzarse a adelantar cuando vemos que un camión intenta sobrepasar a otro antes de una cuesta, tener especial precaución con los golpes de aire que pueden desestabilizar nuestro turismo al rebasar a un vehículo más grande, medir bien las distancias al realizar las maniobras de adelantamiento, no aparcar en doble fila o en zonas de carga y descarga… Pero, ¿qué ocurre cuando la situación escapa incluso del control de los profesionales? Aún no han pasado dos años desde que una ambulancia se estrelló contra un camión que transportaba vigas de 30 metros de longitud. El accidente, en el que murieron siete de los ocho ocupantes del vehículo sanitario, tuvo lugar en la N-430, a la altura de Almansa, en un tramo donde no hay curvas, ni cambios de rasante, ni mala visibilidad. Las causas del siniestro aún no se han aclarado y, aunque se barajó una distracción del conductor de la ambulancia (incluso se apuntó la posibilidad de que éste se hubiera dormido al volante), la hipótesis que cobró más fuerza fue la de una señalización deficiente de la carga del camión. Aunque el vehículo contaba con luces rotatorias y –según señaló la empresa responsable- iba acompañado por dos coches, lo cierto es que la investigación se topó con muchos cabos sueltos. El automóvil que debía indicar la parte trasera de la carga no estaba en la calzada; la compañía de transportes respondió que estaba esperando a que el camión terminara de incorporarse a la carretera nacional. Además, el vehículo principal no contaba con luces transversales. El abogado de la firma replicó que éstas sólo son obligatorias cuando la carga sobresale de la plataforma, lo que no ocurría en este caso. Unos simples reflectantes (recomendados por la Unión Europea para este tipo de transportes) podrían haber evitado que la ambulancia se estrellara contra el camión.Apenas un año antes, 19 personas murieron en un accidente de autobús que tuvo lugar en Huelva. El conductor intentó destruir el tacógrafo del vehículo (una particular “caja negra" en la que quedan registrados valores como la velocidad o las horas pasadas tras el volante), que reveló que, en el momento del siniestro, el autobús marchaba a una velocidad excesiva.