A corto plazo, la guerra tendrá una consecuencia de resultados improbables: la oferta mundial de crudo se ve seriamente mermada con la salida de Irak de los mercados. A partir de aquí caben varios escenarios. Si la lucha es corta, los precios del petróleo no subirán demasiado, porque, restablecida la calma, la Opep y Estados Unidos se encargarán de reanimar el flujo de crudo y hacer que las tarifas bajen.Pero si la guerra es larga y, sobre todo, si se esparce a países limítrofes, como Arabia Saudí, Kuwait o Irán, el barril se encarecerá más sin remedio y pagaremos la gasolina a precios desconocidos. De hecho, ya en estas últimas semanas hemos visto records en los surtidores, aviso de lo que puede llegar a ser. Hay que tener en cuenta que Oriente Medio produce más de la cuarta parte del crudo mundial y que de allí parte la mayoría de los barcos que abastecen a Europa y a Estados Unidos. Sin ese río negro manando, la economía occidental lo va a pasar muy mal.Estados Unidos y la Agencia Internacional de la Energía han hecho sonar las alarmas. Los americanos ya han dicho que, si es preciso, abrirán sus reservas estratégicas de petróleo, mientras que en Europa los gestores de estos depósitos de emergencia están en alerta. Esta situación ha hecho que los volubles mercados internacionales del petróleo se tranquilicen un poco: el precio ha bajado mucho esta semana y, aunque sigue alto, ya no es tan alarmante como hace unos días. En el peor supuesto posible, la guerra se esparcirá y se prolongará más de lo previsto y, algo probable, Sadam incendiará los pozos iraquíes. Esta situación disparará sin remedio los precios, porque las reservas estratégicas no son eternas y porque la Opep no tendría entonces capacidad suficiente para abastecer al mercado. Mientras la guerra era sólo una posibilidad, el petróleo subía de precio como la espuma. Apenas se lanzó el ultimátum final contra Irak, el barril se ha abaratado de forma espectacular. Sólo el miércoles, el día antes del ataque, bajó dos dólares. Este movimiento tan extraño se debe a dos motivos. Por un lado, Estados Unidos y la AIE han despejado cualquier temor al desabastecimiento al preparar sus reservas estratégicas para entrar al mercado. Por otro, las previsiones hablan de una guerra muy corta, lo que llevará a que Estados Unidos controle rápidamente la situación y maneje a su favor las ingentes reservas petrolíferas de Irak. Es decir: los intermediarios se han quedado sin “coco". Ya no pueden asustar al mercado diciendo que va a haber desabastecimiento.
Estos sorprendentes vaivenes se explican describiendo el mercado del petróleo, un volátil e inestable sector que tiene sus puntos neurálgicos en las bolsas de Nueva York, Londres y Singapur. Estas plazas negocian el crudo que consume Occidente. Además, está el mercado paralelo que supone la Opep, que cotiza a su aire y no depende tanto del nerviosismo de los “brokers".
Este petróleo se valora en función de un precio medio que es el resultado de sumar el valor de los siete principales crudos que exporta la organización. Es lo que se conoce como “cesta de precios". La Opep, que utiliza el oro negro como un arma política, se ha dotado de un poco eficaz sistema de autocontrol de precios: si el barril de la cesta cuesta más de 28 dólares durante tres semanas, automáticamente bombean más crudo para satisfacer la demanda y bajar el precio. Si el precio baja de 22 dólares, se hace justo lo contrario. Este sistema no funciona bien y es sistemáticamente incumplido por los países miembros, que siempre venden más de lo que se les autoriza. Pero, a pesar de estos problemas, el sistema de autocontrol da a la Opep una excusa para decir que tiene bajo su dominio el mercado.
En el cártel hay de todo: aliados de Estados Unidos y enemigos jurados, como Venezuela, Libia o Irán. Algunos países han llegado a proponer que se embarguen las exportaciones para cerrar el mercado y obligar a Estados Unidos a dejar en paz a Irak. Al final, el arma del petróleo no se ha utilizado, pero un rumor de ese tipo es suficiente para disparar los precios. Al calor de esos rumores, el dinero que se embolsa la Opep crece cada día.
Pero esta política de tensar los precios también juega en su contra. Si sus barriles son caros, los compradores se vuelven hacia productores menos rentables, como Brasil y, sobre todo, Rusia. Moscú se frota las manos cuando ve que la cesta de precios es cara, porque entonces su petróleo se vuelve más competitivo. Es el oscuro juego de intereses que mueve al mercado más complicado del mundo.