El mejor consejo: Navidades sin alcohol

Que el alcohol y la conducción son términos incompatibles ya lo sabíamos. MG lo ha demostrado durante una jornada en la que ha contado con la colaboración de una decena de jóvenes universitarios que, bajo los efectos del alcohol, han intentado conducir en un circuito cerrado. Terra Autopista ha estado allí. Te lo contamos.

El mejor consejo: Navidades sin alcohol
El mejor consejo: Navidades sin alcohol

Casi un tercio de los conductores fallecidos durante el pasado año en nuestro país había consumido alcohol. Demostrar que tan sólo una copa puede hacer que perdamos la cabeza al volante era el objetivo de la jornada organizada por la firma automovilística MG, por la Dirección General de Tráfico (DGT) y por la Fundación Alcohol y Sociedad. El objetivo se ha cumplido y varias decenas de periodistas hemos sido testigos de las fatales consecuencias de la errónea combinación de alcohol y conducción.El fabricante de automóviles británico MG ha seleccionado a una decena de universitarios –cinco chicas y cinco chicos- y les ha propuesto realizar una sencillas pruebas de conducción: dos slaloms y una frenada de emergencia. Esta propuesta no pasaría de ser anecdótica sino fuera porque, después, les ha pedido que bebieran alcohol, se sometieran a la prueba de alcoholemia y volvieran a hacer los mismos test. El resultado es escalofriante, pero cierto: con la primera copa –combinado de licor y refresco, cerveza, chupito de licor o vino- las capacidades físicas para conducir se merman y comienzan los errores. El resultado es escalofriante, pero cierto: con la primera copa –combinado de licor y refresco, cerveza, chupito o vino- las capacidades físicas para conducir se merman y comienzan los errores.Los jóvenes conductores han realizado tres pruebas de habilidad a bordo de sus monturas en el circuito que el INTA (Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial) tiene en la localidad madrileña de Ajalvir.

Una de las pruebas consistía en realizar un slalom entre conos en el menor tiempo posible. La dificultad radicaba en llevar sobre el capó una especie de plato con una "pelotita" de goma. Lo que se pretendía era que la bola no saliera del plato. De esta forma, se medía la correcta movilidad de los brazos y la suavidad de conducción... sin tirones, sin aspavientos. El fin de la segunda prueba era evaluar los reflejos y la visión periférica. Con el alcohol, está comprobado que ambas cualidades disminuyen. Para demostrarlo, MG ha colocado dos semáforos en rojo y, entre ellos, una línea de conos y dos puertas. Cuando el coche se aproximaba a dichos semáforos, uno de ellos cambiaba a verde. El conductor debía variar su trayectoria y entrar entre los conos más cercanos a la luz permisiva. Este mismo esquema se repetía con otras cuatro o cinco series de cono-semáforo.

La capacidad de reacción y la percepción de las distancias eran los puntos analizados en el tercer test. Una línea de conos al fondo de una recta suponía la meta pero antes tenían que alcanzar una velocidad de 60 km/h y empezar a frenar sólo en un lugar determinado. La línea de conos representaba un niño detrás de un balón, una anciana cruzando por un lugar inapropiado, etc. En definitiva, suponía obstáculos inesperados en su camino.