Ford en el deporte, un siglo de victorias
La historia de Ford ha estado siempre unida al automovilismo, al deporte de las cuatro ruedas. Ya sus orígenes se confunden con la competición, porque Henry Ford tuvo que construir dos coches de carreras, los míticos 999 y Sweepstakes, para darse a conocer y recaudar dinero con el que fundar su empresa. Desde entonces, siempre ha habido un óvalo azul en las principales pruebas deportivas del automovilismo mundial.
Aquellos primeros deportivos de Ford eran infernales motores de 8,6 litros y 26 CV (el Sweepstakes) y 18,5 litros el 999 y el Arrow, dos coches muy parecidos y muy rápidos: el 999 batió el récord de velocidad en Estados Unidos en 1903.
El propio Ford T sufrió diversas modificaciones para poder competir. La más básica de ellas era la retirada de todo tipo de carenado para correr más. Su sencillez mecánica y la robustez de su estructura lo hicieron invencible en las carreras de sus tiempos y, todavía hoy, tiene un palmarés envidiable, uno de los mejores de todos los tiempos.
Hacia 1910 apareció el Súper T, que llevaba el radiador en V para ganar en aerodinámica y la batalla alargada para ser más estable. Fue el principio de las “preparaciones": Ford empezó a comercializar componentes para transformar sus T en coches de carreras.
En los años 30 se consolidó la actividad de Ford como motorista: cedió cuatro motores V8 a Miller, que los montó en sus chasis para correr en las 500 Millas de Indianápolis, una competición que siempre ha contado con la presencia de Ford. Es también la década de los rallies, un periodo en el que dos ediciones del Montecarlo se fueron a las vitrinas de Ford, o de escuderías equipadas con sus motores. Tras la II Guerra Mundial, el soberbio motor V8 de Ford se hace famoso compitiendo a lo largo y ancho del mundo. Se ensambla en coches de la NASCAR, en las 500 Millas, en carreras de resistencia, en los rallies europeos... Fue la época en que los Mustang labraron su leyenda ganando campeonatos de turismos.Es también el momento en que nace otro mito, el GT 40, un prototipo desarrollado para Le Mans en 1964. Su poderío se consolidó gracias a una inteligente planificación y para 1966 ya había logrado ganar la carrera apartando del trono a los Ferrari oficiales. Aquel coche entusiasmó al público: en 1965 superaba los 320 km/h.
Durante los años 70 se impusieron en los campeonatos de turismos los Cortina-Lotus, realizaciones británicas que abrieron el camino para los Escort RS, los coches de rally que dominaron la década. Decir Cosworth es decir competición, y también decir Ford. El preparador británico ha estado siempre asociado al fabricante americano y, juntos, han conseguido una enorme lista de triunfos Ya desde los años 60, ambas firmas colaboraban en competiciones de fórmulas Junior, Fórmula 3 y Fórmula 2. Los resultados fueron tan buenos que, en 1967, en comandita, ambos nombres se lanzaron a la Fórmula 1, una categoría que nunca han abandonado del todo.Aquel año, un Lotus Ford Cosworth con motor V8 ganaba el Gran Premio de Holanda con Jim Clark al volante. El éxito del debú envalentonó a los de Ford, que ganaron todas las carreras del campeonato como motoristas sobre chasis Lotus, Tyrrel y McLaren. Todavía hoy sigue sin batirse el récord de 155 victorias del motor DFV de Ford, una máquina que, en su variante DFX, logró 15 años de triunfos consecutivos en los campeonatos CART e Indy.
Después, Ford equipó a Penske, March, Lola y, más recientemente, a Jaguar, escudería de la que es propietaria. Además, sirve motores para escuderías como Minardi.
En los rallies, la época dorada de los 90 ha contado con la presencia continua de Ford Racing, un equipo en el que ha brillado Carlos Sainz.