Cadillac: un siglo de lujo a la americana

Creó la primera limousina y la bautizó con el nombre de un jefe indio. Cadillac acaba de cumplir cien años y todavía continúa siendo la marca que mejor define el sueño americano.

Pero, sin duda, el mejor legado de Leland fue la precisión con que fabricó sus coches, sólo comparable a la de los relojeros más perfeccionistas. Gracias a él, se popularizó el uso de piezas estandarizadas; los clientes con un pistón defectuoso ya no tenían que comprar un nuevo motor, bastaba con cambiar este componente. En 1905, el motor de un cilindro de Cadillac ya era el más fabricado en todo el mundo. Desde entonces, los ingenieros de la firma americana evocaron su particular credo: "There's not replacement for displacement" ("no hay sustituto para la cilindrada"). En cada modelo, la cantidad de cilindros se disparaba, hasta que en 1970 produjeron un V8 de 8,2 litros de capacidad (la mayor cilindrada de un turismo de producción de serie). Pero, sin duda, el mejor legado de Leland fue la precisión con que fabricó sus coches, sólo comparable a la de los relojeros más perfeccionistas. Gracias a él, se popularizó el uso de piezas estandarizadas; los clientes con un pistón defectuoso ya no tenían que comprar un nuevo motor, bastaba con cambiar este componente. La lista de inventos es interminable: transmisión automática, suspensión delantera independiente, dirección asistida, aire acondicionado, ABS, airbags (aunque los bautizaron como "cojines de aire")... En el último Salón de París, ha expuesto el sus últimas creaciones -el Cien Concept, el CTS y el Seville STS-, que apuestan por sistemas de visión nocturna, navegación con DVD o la revolucionaria amortiguación magnética. Cada vez que nombramos Cadillac, nuestro corazón da un vuelco y nuestro bolsillo se estremece. Esta firma nunca ha ocultado su carácter elitista. En 1905 se presentó el Osceola -un vehículo que acabaría convirtiéndose en la primera limousina del mundo- bajo la rimbombante publicidad de ser "apto para todo tiempo, perfecto para ir a la ópera y perfecto para ir de compras". En la Feria del Mundial de Chicago de 1938 sus coupés se anunciaban bajo el eslogan "este coche es tan diferente y tan nuevo, que los miembros de su club de campo volverán la mirada y querrán tocar el coche". Genio y figura para una marca que hace sus carrocerías a medida y a capricho de algunos de sus excéntricos propietarios; que manda trasatlánticos a Italia para que sus creaciones salgan directamente de los talleres de Pininfarina o que no duda en sacrificar 187 leopardos de Somalia para tapizar el interior del Convertible Coupé Series 62. Es simplemente superlativa. El diseño de Cadillac tiene nombre propio: Harley Earl. Este diseñador abandonó Hollywood (hacía carros para las películas de romanos) y se embarcó en la automovilista americana junto a Don Lee, constructor de carrocerías a medida de los ángeles. A ellos se deben las aletas que, con cierto influencia de la industria aeronáutica, caracterizaron durante décadas a la marca. Los aviones no fueron la única inspiración de Earl: en los años cincuenta popularizaron unos enormes parachoques delanteros, que estaban basados en la silueta de Virginia Ruth Egnor (en la imagen), una de las primeras sex symbol televisiva, conocida como "Dagmar" (nombre que también tomaron estos elementos). Superlativos en la historia de la marca:
La mayor cilindrada: Fleetwood Eldorado 1970-1974 con 8,2 litros V8 y 400 CV.
El más grande: Las Series 75 de 1968, con una longitud total de 623 cm y una distancia entre ejes de 380 cm.
El más potente: El coche de carreras de resistencia Northstar LMP 02 de 2002, de 600 CV y 4,0 litros V8 con biturbo.
El más pesado: Las Series 60 452D Sedan de 1935, con 2,8 toneladas en orden de marcha.
El más alto: El Osceola de 1905, con 221 cm de alto.
El más compacto:El modelo K de 1906 con una longitud total de 279 cm.