Todo en la conducción no es coser y cantar, ya que el automóvil puede convertirse en algo incontrolado cuando menos te lo esperas. Muchos factores entran en juego, como la velocidad inadecuada, las condiciones del suelo, la incorrecta presión de los neumáticos o la toma de curvas de manera incorrecta. Para evitar sustos, debemos tener a punto el coche en todos sus apartados y redoblar la atención en las zonas viradas ante la posibilidad de encontrarnos con terreno sucio o mojado, para que no nos pille desprevenidos. Vamos a detallar lo que debemos hacer al volante cuando nuestro coche sufre un sobreviraje o subviraje acusado. En el primer caso, el eje trasero desliza hacia el exterior de la curva mientras que las ruedas delanteras giran de manera correcta, llegando a producir un trompo en casos extremos. La maniobra que realizaremos es la siguiente: cuando notamos que el coche “se va de atrás", dejaremos de acelerar a la vez que giramos el volante hacia el mismo lado hacia el que derrapa la parte trasera, enderezando la dirección en el momento en el que comienza a corregirse el deslizamiento. Una vez que el vehículo vuelve a la posición correcta, hemos de recuperar la dirección para salir con las ruedas rectas y lograr así la máxima adherencia. Se recomienda que esta operación, conocida como contravolante, la llevemos a cabo con calma y seguridad y que pisemos el embrague durante la misma, para cargar el peso sobre el eje trasero y evitar que se cale el motor. En ningún momento debemos tocar el pedal de freno, pues perderíamos el control del vehículo. El subviraje es más fácil de corregir. Este fenómeno se produce cuando desliza el tren delantero y tiende a irse recto en pleno giro de una curva. Hay que dejar de acelerar, con lo que ganaremos más peso sobre las ruedas delanteras y mayor adherencia No tocaremos el freno y evitaremos girar la dirección más de lo que ya la tenemos girada en el momento de entrar en la curva, pues esto sería contraproducente y facilitaría que nos salgamos de la calzada. Para asegurar el éxito de la maniobra, dirigiremos la mirada hacia la salida de la curva. Así, tendremos un punto de referencia a donde llevar nuestro vehículo. Otra de las operaciones delicadas durante la conducción es la frenada. Para frenar adecuadamente en una recta comenzaremos con una presión aplicada con suavidad en los primeros instantes, para permitir a los pistones y pastillas acomodarse correctamente en sus alojamientos contra el disco. Enseguida, cuando el coche haya bajado el morro, aumentaremos la presión hasta el máximo que creamos necesario en cada caso. Es recomendable acompañar la frenada con una reducción de marchas. En curva, la situación es más complicada, pues un uso incorrecto del pedal de freno puede provocar la pérdida de adherencia y que nos salgamos de la carretera. Una presión excesiva bloqueará las ruedas y la inercia del coche nos hará seguir la tangente de la curva. La solución, aunque paradójica, es levantar el pedal del freno: recuperaremos la capacidad de dirección y volveremos a la trayectoria de la curva. Una vez que recuperemos la trayectoria, volveremos a ejercer presión sobre el pedal.Si llegamos al inicio de un giro algo “colados", lo mejor que podemos hacer es pisar con fuerza el freno antes de entrar en la curva. Esto bloqueará las ruedas; entonces giraremos el volante hacia el interior e inmediatamente soltaremos el freno, con lo que las ruedas recuperarán adherencia y el vehículo entrará en la curva. En toda frenada de emergencia debemos lograr que no se nos bloqueen las ruedas, algo que provocamos cuando, con desesperación, pisamos a fondo el freno. Para recuperar la adherencia y, por tanto, la capacidad de maniobra para esquivar el obstáculo que tenemos delante, debemos disminuir suavemente la presión del pedal de freno, pero sin soltarlo. También pisaremos el pedal del embrague para evitar el empuje del motor sobre las ruedas. Nunca hay que intentar detenerse dando varios golpes al pedal, ya que, con cada toque, el peso del coche se desplaza hacia delante y al soltar, vuelve hacia atrás, perdiéndose también adherencia. Una vez que las ruedas tienen posibilidad de moverse, debemos dirigirlas de forma suave hacia donde queremos llevar el coche. Estos consejos son aplicables sobre asfalto convencional. Es diferente la forma en que debemos detener el coche según el tipo de firme.En arena, evitaremos en lo posible frenar fuerte. La conducción debe ser uniforme, huyendo de acelerones y frenazos bruscos que podrían provocar que nos quedemos atrapados con las ruedas hundidas.
Si circulamos por barro y al tomar una curva notamos que el coche derrapa, no hay que frenar, sino todo lo contrario, acelerar levemente. Si frenamos en barro, el coche se vuelve ingobernable y nos saldremos de la pista.
Finalmente, en hielo o nieve, debemos aprovechar al máximo la capacidad de retención del motor y usar lo mínimo los frenos, pues se podría producir un bloqueo en las ruedas y el consiguiente derrapaje.
Si nuestro coche cuenta con ABS, existen diferencias en cuanto al uso del pedal del freno. Con este sistema antibloqueo, debemos accionar el pedal del freno con energía y mantener dicha presión durante todo el tiempo hasta que el coche se detenga. Precisamente, este sistema se ha diseñado para que las ruedas conserven su direccionalidad. Cuando actúa, notamos unas ligeras vibraciones en el pedal, algo que no debe preocuparnos, pues indica que esta funcionando correctamente.
Aprende a conducir… mejor
La mayoría de los conductores piensa que el coche es una máquina que controlan a su antojo y que los accidentes los tienen otros. Después de sufrir algún percance, llegan las disculpas, pero éstas no pueden servirnos para quitar responsabilidad al elemento más importante de nuestro automóvil: nosotros.
