En cuanto el motor, aunque los regímenes altos no parecen gustarle mucho, la realidad es que empuja bastante bien a regímenes bajos y medios, lo que hace la conducción francamente agradable si se circula a ritmos tranquilos. En cualquier caso, el TR 7, con sus 105 CV, aún sigue haciendo un buen papel dentro del tráfico actual, ya que en zonas viradas se defiende bien y en autopistas y autovías el desarrollo de su 5ª, de 33,7 km/h a 1.000 rpm, le permite rodar a 135 km/h reales con el motor girando tan sólo a 4.000 rpm, régimen que puede mantenerse sin problemas durante muchos kilómetros. Si queremos ir más rápidos, a 5.000 rpm viajaremos casi a 170 km/h, muy cerca de su velocidad máxima, que está en los 180 km/h.El paso del tiempo se ha encargado de darle un mayor atractivo al TR 7, y si tenemos dudas sobre su comportamiento, basta con darse una vuelta en él para comprobar que, como clásico, puede ser una excelente elección.Para empezar, nos encontramos con un habitáculo y unos asientos que a los dos únicos pasajeros –no olvidemos que el depósito de gasolina está justo detrás de ellos- les ofrece un amplio espacio y una posición realmente confortable. Quizá se le puede criticar un poco el exceso de plástico en el interior, ya que tanto el salpicadero como el resto del interior están hechos con materiales sintéticos. En este sentido, no hubiera venido mal algún pequeño detalle en madera que nos recordara que estamos en el interior de un vehículo inglés. Por otro lado, la instrumentación, con cuentarrevoluciones, velocímetro, cuentakilómetros total y parcial, temperatura del agua, voltímetro, nivel de combustible y reloj, es bastante completa. Puestos a ser exigentes, podría haberse colocado un reloj que midiera la presión de aceite. Los mandos, con dos palancas a ambos lados de la columna de la dirección para las luces y el limpiaparabrisas y el resto en el centro del salpicadero, están bien posicionados y se manejan con facilidad.La puesta en marcha no plantea problemas y en poco tiempo el 4 cilindros gira redondo, eso sí, con una discreción mucho mayor que la de las anteriores generaciones TR. Ya en los primeros metros, moviéndonos por ciudad, descubrimos que la dirección es bastante precisa (y que no le vendría mal un poco de ayuda en las maniobras de aparcamiento) y que los 105 CV del motor mueven con relativa soltura los 1.055 kilos del TR 7. También nos damos cuenta de que la palanca del cambio se maneja con facilidad y de que sus relaciones están bien escalonadas.Al sentarnos en el puesto de conducción observamos con agrado que es fácil encontrar una buena posición de conducción y que el volante y la palanca del cambio quedan muy bien situados.Una vez en carretera, el bastidor del TR 7 nos sorprende por su buen comportamiento, pese a su eje rígido trasero. Sobre buen firme no hay ningún tipo de problemas y si la calzada empieza a estar bacheada, los pequeños movimientos del tren posterior se corrigen con facilidad. La dirección se muestra precisa y el conjunto resulta bastante neutro en curvas, siendo fácil corregir los posibles deslizamientos si abusamos de la velocidad de paso por curva. Como la batalla es bastante corta, 2,16 m, en zonas muy viradas el coche resulta bastante más ágil de lo que pueden hacer suponer sus 4 metros de longitud.También nos ha sorprendido gratamente la capacidad de absorción de las suspensiones, que consiguen un confort de marcha parecido al de una berlina, muy lejos de los golpes y el cansancio que provocaban las secas suspensiones de las anteriores generaciones TR.
Triumph TR 7 Cabriolet
Con el Triumph TR 7 la marca inglesa dio un cambio radical a la saga TR, que, si bien sirvió para vender bien el modelo en el mercado americano, la realidad es que a los aficionados europeos les dejó bastante decepcionados.
