Plus y Turbo S, dos apellidos que delatan máxima exclusividad en sus respectivas marcas. ¿Qué aporta un Audi R8 V10 Plus frente a un V10 a secas? ¿Y un Porsche 911 Turbo S sobre un Turbo? Para empezar, 25 y 40 CV más respectivamente frente a las versiones "normales" de las que derivan y, sobre todo, un precio superior: 20.000 € en el caso del Audi, y 37.000 € si hablamos del Porsche. Haciendo cuentas, cada CV extra sale por aproximadamente 1.000 euros. Y dado que las versiones de partida entregan 525 y 520 CV, no es que se note demasiado subir hasta 550 y 560 CV. Lógico que homologuen mejores cifras de prestaciones pero, a no ser que ruedes en un circuito, las diferencias reales son muy sutiles, en parte debido al buen trabajo de sus transmisiones de doble embrague, combinadas con eficaces sistemas de tracción total que hacen la vida más fácil al conductor. Sin embargo, cuando se trata de automóviles de este calibre todo cuenta para incrementar su atractivo y aura deportiva, y saber lo que hay disponible bajo el pedal derecho, aunque no lo utilices al 100% prácticamente en ninguna carretera convencional, es más que suficiente para acelerar el pulso a cualquiera.
Dejando a un lado el anecdótico incremento de potencia, lo que realmente importa en estas versiones tiene que ver con ciertos elementos de su puesta a punto y de su equipamiento técnico. Uno de los aspectos más destacables es que ambos montan frenos cerámicos de serie, con lo que se mejora la resistencia a la fatiga de los mismos y se ahorra peso. En el caso del Audi R8 V10 Plus, se prescinde de la suspensión pilotada Magnetic Ride Control de la versión V10 a favor de unos amortiguadores convencionales con tarado específico y geometrías revisadas, con lo que su tacto de conducción y reacciones al límite resultan más puras en caso de exigir lo máximo de su bastidor. Incorpora también una lista de equipamiento de serie mucho más extensa que el R8 V10, en la que cabe destacar el vano motor revestido en fibra de carbono e iluminado, así como rejillas en diferente tonalidad para las entradas de aire delanteras y salidas traseras, estas últimas no disponibles en la versión V10. También son de fibra de carbono algunos elementos externos como la carcasa de los retrovisores, las tomas de aire laterales o el spoiler delantero.
En el caso del Porsche 911 Turbo S, que en lugar de un V10 atmosférico hace uso de un explosivo 6 cilindros Boxer con dos turbos de geometría variable, incluye de serie prácticamente toda la interminable lista de extras disponible para la gama 911 Turbo, y a ello hay que sumar faros LED (también en el R8 V10 y V10 Plus), asientos deportivos con mayor cantidad de reglajes y retrovisores específicos. Lo que más afecta a la conducción es el control dinámico del chasis (PDCC), junto con el paquete Sport Chrono, que añade entre otras cosas soportes activos para el motor. Combinado con los amortiguadores pilotados, el spoiler delantero y alerón trasero retráctiles y la dirección activa a las ruedas traseras de todas las versiones Turbo, la estabilidad y eficacia en cualquier tipo de circunstancia resulta difícil de batir. Otra característica que le separa del Audi es su modo de conducción a vela, que desacopla la transmisión en determinados casos, o la simulación de marchas intermedias haciendo patinar los embragues, todo en busca de una mayor eficiencia.
Por tanto, dos objetos de deseo elevados a la máxima potencia y exclusividad, escaparates tecnológicos de sus respectivas marcas y auténticos deportivos con el placer de conducción y la eficacia en el punto de mira. ¿Tú con cuál te quedas?