Puede que resulte un poco chocante, sobre todo al percatarnos del estado de alarma que han traído consigo varios incendios protagonizados por coches eléctricos como el Tesla Model S o los casos también populares del híbrido Toyota Prius (este último caso, por una modificación no autorizada por Toyota al pretender hacerlo compatible con gas licuado de petróleo) envuelto en llamas (como contrapartida, recordamos cómo varias unidades del Ferrari F458 Italia, un deportivo de gasolina, también ardieron al poco de iniciarse su comercialización). Pues bien, la web especializada en tecnología, www.technologyreview.com, ha publicado un interesante artículo en el que se exponen varios argumentos que hacen que los coches cien por cien eléctricos puedan llegar a ser más seguros que los impulsados por gasolina.
Desde esta web, se avanza y reconocen los riesgos inherentes de un coche eléctrico, dotado con baterías de ión-litio, de níquel e hidruro metálico, de polímeros de litio o del material que sea. Estos riesgos se pueden gestionar y prever, con el desarrollo y perfeccionamiento de este tipo de vehículos. El principal argumento es demostrar los grandes riesgos que supone gestionar la gran densidad de energía que genera un vehículo de gasolina, mucho más que la cantidad de energía generada por un coche eléctrico.
Por otro lado, el electrolito inflamable que 'arde' en la batería se encuentra en paquetes pequeños, compartimentados. Esto proporciona más oportunidades para proteger el electrolito y frenar la propagación de un incendio si uno de ellos tiene un problema. Asimismo, los eléctricos tienen muchas menos partes móviles que los de la gasolina, por lo que habrá menos partes con posibilidades de que puedan fallar.
Otro argumento que se esgrime es que en el repostaje de un coche de gasolina, además del bombeo de la propia gasolina, también se produce evaporación de gases altamente inflamables. Cuando se carga un coche eléctrico, esto no sucede.
En cuanto al funcionamiento, la propia idiosincrasia de un motor de gasolina implica la aparición de una chispa para que el combustible arda en la cámara de combustión. De ahí, que también se llamen motores de explosión a los de cuatro tiempos (o de Ciclo Otto) con las conocidas cuatro fases de funcionamiento: admisión, compresión, explosión y escape.