La evolución en sus líneas salta a la vista en esta cuarta generación del Toyota RAV4, que gana en sofisticación y modernidad. Es 20 cm más largo, 3 cm más ancho y 2,5 cm más bajo, y por tanto más atractivo en cuanto a proporciones y diseño, pero también hay evoluciones menos evidentes. Por ejemplo, por fin abandona el portón trasero de apertura lateral y lo sustituye por uno más práctico de tipo convencional, que además puede estar accionado por un mecanismo eléctrico. A diferencia de otros sistemas automatizados que únicamente abren el portón, en este caso también se puede cerrar volviendo a pulsar el botón que hay en el mando, en el propio portón o en el salpicadero, lo que nos evitará tener que bajar del coche en más de una ocasión. Cuenta además con memoria de ángulo de apertura, por si el techo del aparcamiento es bajo, sin embargo habría sido mejor aún un sensor como el que lleva el Ford Kuga para poder abrirlo y cerrarlo pasando el pie por debajo del parachoques cuando llevamos las dos manos ocupadas. Tiempo al tiempo.
Siguiendo con la practicidad, el maletero del nuevo Toyota RAV4 ha aumentado su volumen hasta 545 litros (antes 475), a los que hay que sumar 125 del generoso hueco que hay debajo del piso, en el que cabe la rueda de repuesto si se opta por ella para complementar al kit antipinchazos de serie, también con un compartimento específico. Lo mismo sucede con la bandeja enrollable, ya que cuenta con un sitio previsto para esconderla si queremos aprovechar toda la capacidad de carga del modelo, en cuyo caso la operación para abatir los asientos traseros es muy sencilla. Basta con tirar de una palanca —la misma que se usa para reclinar los respaldos—, sin necesidad de mover primero la banqueta ni de quitar los reposacabezas, para dejar una superficie plana casi a ras del maletero. A pesar de que la fila trasera ya no es deslizante longitudinalmente, tanto el maletero como el espacio para estirar las piernas en dicha fila se han incrementado y resultan notables, además prácticamente no hay túnel central, pues sobresale apenas dos centímetros, lo que permite mayor movilidad y desahogo. En cuanto al acceso, exige poco esfuerzo —el hueco para pasar es grande y todas las puertas cuentan con asideros en el techo— y las taloneras ahora están protegidas para que no se acumule barro en el marco inferior de las puertas, lo que evita ensuciarse al subir y bajar tras usar el coche en campo.
Otras mejoras recibidas tienen que ver con la modernización del equipamiento, sobre todo en materia de seguridad. En la lista de extras hay luces largas automáticas, aviso acústico de salida involuntaria de carril y control de ángulo ciego, que se pueden sumar a una dotación de serie bastante completa.
En otro orden de cosas, se percibe una gran evolución en su tacto general. La dirección es bastante rápida y no demasiado asistida, mientras que el cambio, de preciso accionamiento, sigue contando con un tacto sólido. También tiene mucho que ver a la hora de lograr agrado de conducción la buena respuesta del motor, inmediata y contundente desde pocas vueltas, sin transmitir vibraciones al habitáculo y con par de sobra para proporcionar buenas prestaciones en cualquier marcha y situación de tráfico, por lo que no es necesario preocuparse mucho del cambio. El modelo también destaca por un nivel sonoro bastante contenido, incluso en aceleraciones moderadas, aunque al demandar toda la potencia se deja notar su sonido a Diesel, que no es elevado pero tampoco resulta especialmente refinado. El consumo, por su parte, se muestra algo sensible a los cambios de ritmo, pero siendo conservador con el pie derecho lograrás una economía de uso más que decente que no suele llegar a los 7 l/100 km. Eso sí, la ausencia de sistema Stop/Start le penaliza en ciudad, aunque menos de lo que cabría esperar debido a que el motor se puede usar a muy pocas vueltas.
A esto hay que añadir un elevado confort de marcha, aunque al mismo tiempo sacrifica cualquier atisbo de la tan de moda deportividad que rige ahora entre algunos exponentes de su segmento. Se siente ágil y reactivo cuando realizamos una conducción normal, sin embargo, si decidimos poner a prueba el bastidor en carreteras exigentes no es tan eficaz como nos da a entender su directa dirección en un principio. El motivo es que los neumáticos delanteros experimentan una acusada deriva en curvas lentas y medias en cuanto se supera su límite de agarre, y las reacciones son más propias de un coche con tracción delantera que con tracción total, a pesar de que el reparto a las ruedas traseras puede llegar a ser de hasta un 50% ante una pérdida de estabilidad —en condiciones normales es un 0%, según Toyota—. Hasta tal punto es su carácter turístico que si a la salida de una curva intentas redondear la trazada a base de gas, justo en el momento en el que el tren posterior debería comenzar a deslizar de forma controlada para neutralizar el mencionado subviraje, el ESP se adelanta y corrige la trayectoria actuando sobre los frenos, de manera algo intrusiva y sin permitirnos seguir acelerando durante un instante. Ante esta ayuda electrónica no desconectable por encima de 50 km/h poco podemos hacer salvo reducir ligeramente la marcha, ya que mantiene una alta supervisión de las reacciones del coche en cuanto el ritmo comienza a ser demasiado vivo, o ante un imprevisto cambio de trayectoria, siempre en busca de seguridad para todos los públicos. Para mayor "deportividad" está el botón Sport, que modifica ligeramente el reparto de tracción y comienza a enviar un 10% de potencia a las ruedas traseras en cuanto se inicia un giro, sin esperar a detectar subviraje. Sin embargo su efecto es bastante discreto y apenas se nota, ya que no varía significativamente el carácter burgués del modelo, aunque sí hace que gire algo más neutro y retrasa levemente la deriva del tren delantero, de manera que tenemos que meter un poco menos de dirección en curva, incluso circulando a ritmos relativamente tranquilos en los que el RAV4 se encuentra más en su salsa. En definitiva, un coche recomendable y una buena referencia para un segmento en constante evolución, al que se adapta acertadamente y con muy pocos puntos flacos.