Prueba: Mini Cooper, siempre auténtico

El mismo, el de siempre. La 3ª generación del nuevo Mini ha cambiado de arriba a abajo, pero su esencia sigue ahí. Además, este Cooper ya no solo es diseño y dinámica y ahora con motor turbo, añade unas sensaciones más deportivas.

Lorenzo Alcocer. Fotos: Israel Gardyn

Prueba: Mini Cooper, siempre auténtico
Prueba: Mini Cooper, siempre auténtico

Porsche 911, Chevrolet Corvette, VW Beetle, Fiat 500 y muy pocos más. Junto al Mini, son iconos automovilísticos, modelos en los que el tiempo, afortunadamente, les ha llevado a evolucionar tecnología y diseño, pero sus lí­neas maestras siguen ahí, su poso, esa exclusiva personalidad que no se puede imitar. El Mini ya pasó por lo más difícil: pasar de siglo y conver­tirse el modelo británico originario, en el mis­mo singular utilitario, pero adaptado a nuestros días... y desde la perspectiva alemana de BMW. Y no sé si se pudo hacer mejor. Y eso que la exis­tencia de uno y otro responden a objetivos muy diferentes: la escasez de suministro de petróleo por la crisis del canal de Suez llevó a British Motor Company a improvisar un pequeño utili­tario que debería caber en una caja de 10 x 4 x 4 pies (3 x 1,2 x 1,2 metros). Exagerando un poco, esa caja entraría en el habitáculo de este nuevo Mini, hoy un utilitario no tan mini (3,82 me­tros), cada vez más premium y que representa mejor la deportividad hacia la que también de­rivó el Mini originario.

 

Feeling go kart

El tacto dinámico de los Mini siempre 'ha sido así' y es el mensaje que aparece ahora cuando te mueves con el man­do Mini Driving Modes por las diferentes leyes disponibles (sport, normal y green) que rigen la dirección eléctrica, la gestión del motor a través del pedal del acelerador y especialmente la in­édita amortiguación pilotada que en opción es­trena. Y antes, el Mini te acerca a ese ambien­te de kart desde su peculiar puesto de conducción. Es un coche que lleva a sentarte bajo y retrasado y sientes estar más cerca del eje trasero que del delantero, hasta el punto que te costará regular el retrovisor central.

 

Frente a ti, un precioso salpi­cadero, tan original como siempre, como sus in­terruptores, pero con nuevas ubicaciones. El velocímetro pasa ahora a estar tras el volante (y por enci­ma de él si añades la pantalla Head up Display que replica otro velocímetro numérico y demás información), para dejar que la gran esfera cen­tral asuma funciones de pantalla donde se visuali­za todo el equipamiento que un coche muy moderno y que solo un utilitario como este Mini puede montar.

 Mini Cooper

Como te decía, con solo sentarte ya te sien­tes en un coche muy diferente. Incomparable a lo que te pueden transmitir 'convencionalismos' como el Peugeot 208, Opel Adam o VW Polo, entre otros. Incluso un Audi A1. Además, esta­mos ante el Cooper, y en una unidad muy bien equipada con los asientos deportivos, todos tus sentidos te transmiten más deportividad. Firme tacto de embrague, de dirección, buen guiado del cambio...

 

Te pones a rodar y el Mini te tras­mite solidez, que no incomodidad. Y esta soli­dez, a su vez, se traduce en una elevada agilidad. En general, percibes una personalidad y calidad de rodadura que no encuentras en ningún otro modelo de estas dimensiones. Y si en Minis an­teriores también había que hablar de nerviosis­mo, ahora todo parece haberse dulcificado, pero sin perder la sensación de que conduces un co­che muy reactivo. Con las leyes Sport y especial­mente por lo que supone la amortiguación va­riable, su tren delantero se deja guiar con muy poca dirección, los apoyos son inmediatos, pisa con una firmeza incluso exagerada; la confianza que recibes es muy elevada y la parte trasera lle­gado el caso, aporta direccionalidad al conjun­to, pero sin esa exaltación que las anteriores ge­neraciones del nuevo Mini no disimulaban.

 Mini Cooper

Hay más distancia entres ejes que antes, anchos de vías más generosos y una electrónica tanto en aceleración como en derrapes mejor integrada. Tan solo frenando fuerte parece lo que es, un co­che corto que tiende a serpentear, especialmen­te si no lo tenemos alineado, pero en la dosis justa para saborear su conducción cuanto más sinuoso sea el trazado mejor.

 

Templados sus modales, el Mini también se ha hecho mucho mejor rutero de autopista. Pisa muy asentado y su dirección no exige una aten­ción especial sobre ella. Sí parece que le sobra firmeza a su amortiguación, incluso en su modo normal, y en consecuencia le falta algo de con­fort, pero siendo el Cooper, ni creo que te moles­te y a cambio la precisión que puedes obtener cuando vas muy rápido en un coche que no deja de ser pequeño, corto y ligero te recompensará.

 

Más pequeño, mejor

Pero ahora me re­fiero a su nuevo motor. El Cooper acoge un nue­vo propulsor 1.5 Turbo (y distribución com­pletamente variable) de tres cilindros y 136 CV, que sustituye al anterior 1.6 atmosféri­co de cuatro cilindros y 122 CV. El cambio en todos los sentidos es abismal. Solo por el tipo de alimentación, el nuevo Cooper está en otra dimensión. Por prestaciones y agrado de con­ducción. De inmediato sientes un bajo régimen con una solvencia para moverte sobre las 2.000 rpm hasta en las marchas más largas extraor­dinaria. Siempre empu­ja, siempre gana vueltas y no sientes la necesidad de exprimirlo hasta las 6.5000 rpm donde sua­vemente corta su pro­gresión, para rodar muy rápido, aprovechando lo mucho que tiene a bajo y medio régimen.

 

Tiene un carácter comparable al de su rápido chasis, reac­tivo y deportivo, y hasta creo que hace de su pe­culiar giro y acústica de tres cilindros un valor añadido en este Cooper. También, porque tanto el turbo, girando y descargando presión, como el escape, aportan sus propias sinfonías muy bien afinadas. No obstante, no es un tres ci­lindros cualquiera. BMW ha desarrollado esta configuración también para su sofisticadísimo i8, aunque en este caso, su 1.5 Turbo llega a rendir hasta 231 CV. Esto nos puede dar una idea del potencial del motor del Cooper y quizá explique ciertas 'arritmias' cuando aceleramos en según qué circunstancias.

 Mini Cooper

Da la impresión que está intervenido por la electrónica, quizá para cumplir con las curvas de par y potencia asignadas a esta versión de 'solo' 136 CV. Y también con sus consumos. Estos son muy buenos en las situaciones más comunes del tráfico convencional, donde con muy poco giro de motor y poca carga de acelerador, el Cooper se mueve por debajo de los 6 litros con relativa facilidad, mucho agrado y muy buena respuesta. Pero como todos los 'dowsinzing' de gasolina, el consumo sube exponencialmente cuando no escatimamos con el acelerador. El problema del Cooper no es que se vaya a los 8 y 9 litros (o más), sino que su depósito de 40 litros lo ves vaciarse por momentos.

 

Definitivamente, el nuevo Mini dejó de ser ese utilitario de crisis y ahora su papel es otro muy distinto. Toda la carga tecnológica que ofrece la industria, aparece en el Mini de nuestro siglo, para cuidar todas las áreas del automóvil. No faltan los guiños al lujo, como tampoco a la seguridad más vanguardista, con sensores que asisten a sistemas de alerta de colisión, de atropello, del cambio automatizado de luces, incluso un asistente para las maniobras de aparcamiento. Todo cabe en el Mini.