Toyota Corolla D4D 90 CV

Después de casi 1.500 kilómetros a los mandos del nuevo Corolla, uno se empeña todavía en buscarle pegas. Hay tan pocas manchas en su historial, es tan trasparente en su oferta, tan sensato en su planteamiento y tan eficaz en su funcionamiento que en verdad no deja mucho espacio a la crítica. Vamos a ver en detalle qué hace tan recomendable este coche y también qué apartados quedan por mejorar.

Toyota Corolla D4D 90 CV
Toyota Corolla D4D 90 CV

A simple vista el Corolla ya convence. Tiene esa imagen firme y rotunda del que sabe exactamente qué quiere y qué tiene que ofrecer. No le falta tampoco un punto de audacia, algo de innovador en su estética. Responde claramente a los tiempos en que ha nacido, una época en la que el espacio y la habitabilidad condicionan el dibujo de los vehículos. Así, el interior es realmente grande metro en mano, pero, además, un techo muy alto, un parabrisas muy inclinado y unos pilares delanteros y traseros alejados todo lo posible consiguen magnificar esa sensación de espacio que ya es impactante de por sí.

En el habitáculo, cuatro personas van mucho más que cómodas y cinco, aunque podrían ir mejor si la banqueta trasera fuera algo más larga, tampoco pasan apuros. Sobra sitio para las piernas, sobra hueco para la cabeza y los asientos son excepcionales, en particular los delanteros. Ambas banquetas son confortables, bien mullidas, sujetan mucho y se regulan con precisión pese a tener que recurrir a mandos “tradicionales" de palancas y roscas.

Pensado como entrada de gama, este D4D no ofrece un equipamiento excesivo, cierto, pero tampoco presenta ausencias graves (si acaso, aunque no sea puramente un elemento de confort, la del control de estabilidad, que no se incluye y no se puede montar ni como opción). A cambio de no llevar demasiados “gadgets" y adornos, el Corolla convence por su gran nivel de acabados –intachables-, y también por la calidad de los materiales elegidos. Los plásticos están bien empleados, tienen un tacto agradable y auguran muchos años de buen uso. El tacto de los mandos secunda esta misma línea de satisfacción constante. Con sus 90 CV, este motor D4D es una máquina honesta a carta cabal. No engaña, no defrauda. Su potencia está siempre ahí, justa, ni más ni menos, pero sobrada para empujar sin problemas al Corolla, que, dicho sea de paso, arroja en la báscula unos nada despreciables 1.280 kilos. El propulsor entrega la fuerza con carácter desde muy abajo del cuentavueltas. No se arruga en ningún momento y, sin brusquedades, se estira todo lo que puede hasta más de allá de las 4.200 rpm, mucho en realidad para ser un turbodiésel más bien “pequeño". El tacto general del motor satisface: no es, claro, el de un deportivo, ni tampoco el contundente empuje de otros Diesel de la categoría que, más afinados, rondan los 130 CV (incluso 150 CV), pero su solvencia está fuera de duda y no desfallece. Le ayuda en esta tarea una caja de cambios de tacto exquisito (realmente se maneja con un dedo) que tiene tres marchas entusiastas: tercera, cuarta y quinta. La tercera tira desde muy abajo y hace gala de una fortaleza tremenda al permitir estiradas sorprendentes. La cuarta, en la misma línea, permite acelerar a fondo desde muy pocas revoluciones y siempre busca y entrega potencia. La quinta, muy larga, nos llevará a cruceros fáciles y ahorradores por encima de los 170 km/h.

La sensación al volante es de que el coche gasta poco. Esto lo confirma nuestro Centro Técnico con unas mediciones de 4,2 litros de media cada 100 km en carretera, 5,8 en autopista y 7,8 en ciudad, en la línea de coches como el 307, Focus, etc.