Prueba: Mercedes A 45 AMG, el compacto más radical

El Mercedes A 45 AMG tiene el honor de contar con la mayor potencia específica de un coche de producción, una carta de presentación muy llamativa para el primer compacto de AMG, pero no la única. Su eficacia es también inaudita.

Pablo Mallo.

Prueba: Mercedes A 45 AMG, el compacto más radical
Prueba: Mercedes A 45 AMG, el compacto más radical

Si te parecía que un Opel Astra OPC había 'extraído petróleo' de su motor 2.0 llegando a 280 CV, o que el nuevo Audi S3 ya está bastante apretado con 300 CV, espera a ver lo que ha hecho AMG con su Clase A, también con 4 cilindros y 2 litros de cilindrada. ¡Ha llegado hasta 360 CV!, de manera que la división AMG de Mercedes llega al mundo de los compactos más radicales haciendo mucho ruido, ofreciendo el más potente de los que se comercializan actualmente. No podía ser menos.

 

Lógicamente, no lo habría logrado sin recurrir a la sobrealimentación, al igual que los otros dos modelos citados, pero en el caso del Mercedes, cuando abres su capó casi quemándote los dedos, los ojos se te van directos a un colector de escape de tamaño desproporcionado. Justo a su lado, el turbo también llama la atención por sus dimensiones, de hecho la cubierta térmica que lo recubre ocupa prácticamente la mitad que la tapa de plástico del motor —que no es de fibra de carbono, aunque lo parece—, en la que no falta la habitual placa con el nombre del operario que lo ha montado a mano.

 

Prueba Mercedes A 45 AMGEl bloque es el mismo que emplea el Mercedes A 250 o CLA 250, pero con infinidad de retoques técnicos para extraer 150 CV adicionales. El resultado es muy distinto al que cabría esperar y, lejos de ser un motor "todo o nada" a la antigua usanza, es perfectamente utilizable desde pocas vueltas. Quizá porque el A 250 del que deriva brinda el par máximo a tan sólo 1.200 rpm, en el caso del A 45 AMG, pese a la diferencia brutal de rendimiento, sólo hay que esperar hasta las 2.250 vueltas para disponer de sus 45,9 mkg. Es como si fuera una mecánica turbo convencional, capaz de ofrecer un carácter muy civilizado. Si vas despacio, por ciudad, no hay mucha diferencia entre un A 250 Sport con línea AMG y suspensión deportiva —muy firme— y este AMG "de verdad", salvo por el grave y siempre presente sonido de escape del segundo.

 

Y eso que nuestra unidad no montaba el escape activo que se ofrece opcionalmente, sino el de serie, que aun así no disimula lo más mínimo las explosiones al subir marcha, ni los petardeos al levantar el acelerador a poco que hayas superado las 2.000 rpm, aderezados con una válvula de descarga del turbo que no llega a robar protagonismo. No quiero ni pensar cómo sonará el A 45 AMG incorporando este tentador y sonoro extra... En cualquier caso, siendo un cuatro cilindros no hay que esperar una melodía mecánica bonita como la de sus hermanos mayores V8 y V12, aunque sí espectacular y adictiva, igual que las aceleraciones que proporcionan sus 360 CV asociados a una muy rápida caja de cambios de doble embrague y siete velocidades.

 

Prueba Mercedes A 45 AMGLa respuesta al pisar a fondo es insaciable a cualquier régimen, acompañada de un audible torrente de gases de escape saliendo de las entrañas del motor y pasando por debajo del habitáculo. Sin ser un referente en inmediatez, el turbo tiene poco retardo y una entrega bastante lineal, casi de atmosférico, que enmascara en cierta medida las sobresalientes prestaciones reales. A partir de 2.500 rpm se muestra pletórico, llenándose más a cada milímetro que la aguja avanza por el cuentavueltas. Y cuando parece que el grado de empuje ya ha llegado al máximo, de 5.000 a 6.000 se incrementa aún más. Sea cual sea el régimen al que aceleres, siempre hay una contundente patada como respuesta y si miras el velocímetro te das cuenta de que es un coche verdaderamente rápido. Cuando lo exprimes, devora las marchas con tanta decisión que si lo llevas en modo manual es frecuente que te sorprenda el corte de inyección, a 6.500 rpm, a pesar de que las últimas 500 vueltas no son puntiagudas, sino que únicamente mantienen el ya brutal nivel de empuje. A veces es casi mejor dejarlo en automático, en modo sport, y combinarlo con las levas, para que antes de que actúe al corte de inyección pase a la siguiente marcha en caso de que tú no llegues a tiempo. De lo contrario se te puede acumular el trabajo, ya que el bastidor y el motor permiten un ritmo frenético en zonas reviradas, más que cualquier otro compacto actual. Es como si no hubiera rectas, porque desaparecen muy pronto, igual que las marchas, aunque en parte es debido a unos desarrollos con un escalonamiento algo peculiar, excesivamente cortas las tres primeras velocidades y con mucho salto de 3ª a 4ª.

 

Tracción total sí o sí

Era indispensable para domar tanta caballería. Pese a ser de tipo variable (al estilo de los Haldex), con un embrague que manda par a las ruedas traseras cuando el sistema detecta que las delanteras comienzan a perder tracción, funciona de manera muy inmediata y eficaz, aportando una motricidad espectacular. Al activar el permisivo modo "handling" del ESP automáticamente se desvía más par al tren trasero, que aun así va tan sujeto que para descolocarlo hay que cometer algún error muy grave de conducción, pues el nivel de agarre es elevadísimo. No es un coche para jugar con la zaga, de hecho desconectar totalmente el ESP no aporta mucho a la diversión al volante, al menos en suelo seco. Sólo redondea de atrás cuando realmente es necesario de cara a la eficacia o la seguridad, y de manera muy controlada, ante una curva a la que hemos entrado "pasados" y se cierra repentinamente, por ejemplo, o cuando el tren delantero con su bien tarado "autoblocante" electrónico empieza a dar algún síntoma de que va a abandonar su imperturbable y milimétrica trayectoria. Siempre muy neutro, tampoco es un coche al que le afecten particularmente las transferencias de masas, salvo a ritmos inconfesables, pues el motor apenas retiene cuando dejas de acelerar. No me viene a la mente ningún otro coche tan rápido y fácil de llevar al mismo tiempo. Ni siquiera al salir muy forzados de una curva deja de transmitir toda la potencia al suelo, sin coletazos ni reacciones "indebidas", sólo un leve subviraje que, dado el salvaje nivel de empuje, es incluso de agradecer por la tranquilidad y confianza que brinda.

 

Sin duda, es un automóvil digno de alabanza. Después de conducirlo se entiende mejor el gran trabajo de desarrollo que hay detrás, no sólo en lo referente a comportamiento y puesta a punto, sino también gracias a un propulsor que, por sus buenas maneras a la hora de entregar la potencia, cuesta creer que tenga únicamente 2 litros de cilindrada. Como producto concentra la máxima sofisticación técnica en formato compacto, utilizable tanto en el día a día como en un circuito. Quizá no sea tan gratificante como otros AMG, pero como acceso a su gama de modelos es un representante más que interesante y dotado de cierto exotismo.