Ford Focus 2.0 TDCi Ghia

Cada vez que un Focus pasa por nuestras manos, nos parece mejor que el anterior. Tras probar el motor Diesel menos potente, llega el turno del TDCi 2.0, una máquina que no da tregua a las sensaciones deportivas.

Ford Focus 2.0 TDCi Ghia
Ford Focus 2.0 TDCi Ghia

En los trazados más exigentes con el cambio, percibiremos las mejoras que se han llevado a cabo en este apartado. Ahora, la transmisión cuenta con seis velocidades y los recorridos entre ellas son más cortos, lo que proporciona un tacto más deportivo. Se puede pasar de una relación a otra con rapidez, pero tendremos que ser muy precisos insertando las marchas, pues se encuentran situadas muy cerca y es fácil meter cuarta cuando, en realidad, queríamos pasar a sexta. Un apunte más: en la unidad de pruebas, fijar marcha atrás (arriba y a la izquierda, al lado de la primera) exigía varios intentos.Son aspectos que perdonaremos cuando estemos enlazando una curva tras otra. Gracias a la fuerza que hay en la zona baja del cuentarrevoluciones y a la facilidad de la mecánica para subir de vueltas, nos encontraremos exigiendo cada vez más a un motor que no se cansa de impulsarnos por los trazados más enrevesados. En muchas ocasiones, nos sorprenderá no tener que echar mano del cambio cuando afrontemos un repecho: aunque hayamos dejado que el propulsor decaiga hasta las 2.000 rpm, bastará con pisar el acelerador para volver al ritmo vivo que llevábamos antes. A estas alturas, puedes estar pensando que, por muy bien que esté el motor del Focus, no tiene por qué asustar a los C4 ó 307. Al fin y al cabo, cuentan con esta misma mecánica. Sin embargo, ellos no tienen el alabado chasis de este Ford, con el que los giros se pasan tan suave y enérgicamente como el conductor quiera.Ya hemos hablado muchas veces de la mejorada plataforma de este modelo, que la marca estrenó en el C-Max y que también está presente en los S40/V50 de Volvo y en los Mazda3. Las nuevas dimensiones del Focus le han permitido adoptar este chasis, con una batalla de 2,64 metros y unas vías de 1,53 metros. Estas medidas proporcionan una base suficientemente amplia para que el vehículo haga gala de su aplomo en cualquier situación. La dirección, precisa y afinada respecto a la versión anterior, marca una trazada que los dos ejes siguen sin protestar. La confianza que ofrece llega a límites muy altos, ya que no hay desmanes, ni insinuaciones extrañas. Cuando éstas aparecen, resultan fáciles de corregir: basta con levantar suavemente el pie del acelerador. El buen trabajo de los neumáticos (con medida 205/55, montados sobre una llanta de 16 pulgadas) y de las suspensiones hará brillar aún más el comportamiento del Focus. En el eje delantero, se ha dejado el conocido esquema McPherson con el brazo inferior en “L", mientras que en el trasero está presente el diseño multibrazo Control Blade. Se han colocado muelles más firmes, se han retocado las barras estabilizadoras y se ha aumentado la rigidez del conjunto en un 10 por ciento. El resultado es un vehículo impasible en las curvas y equilibrado en todo momento: los pasajeros no tendrán queja. La confianza que Ford ha puesto en su chasis es tal que el ESP no aparece de serie en ninguna versión. Cierto es que el Focus ofrece aplomo y se muestra imperturbable por difícil que sea el terreno, pero nunca está de más contar con un elemento que incrementa la seguridad en la conducción.Los frenos también han mejorado: los discos son más grandes (ahora el equipo tiene que detener un vehículo con un peso mayor) y consiguen unas marcas de 72,6 metros en la parada desde 140 km/h, según nuestro Centro Técnico. Por si fuera poco, el tacto también se ha afinado y permite una dosificación más precisa.