Peugeot y Renault tienen deberes para este 2020: poner al día sus compactos del segmento C, modelos a los que con la reciente llegada de los utilitarios del segmento B 208 y Clio les han caído un porrón de años encima en materia de diseño, electrónica de a bordo, asistentes de conducción y, si nos salimos de estas versiones dotadas exclusivamente de un motor térmico, también en materia de sistemas de propulsión -tanto Clio como 208 entran ya en el mundo de la electrificación-.
Nos centramos en los utilitarios que nos ocupan y, para empezar, las motorizaciones de gasolina de 130 CV que utilizan las versiones que traemos a esta comparativa son, de momento, las más potentes de la gama. Además, tanto para lo bueno como para lo malo, son mecánicas que vienen indisolublemente asociadas a cambios automáticos y, en nuestro caso, a niveles de acabado que no aportan toda la deportividad esperada.
PRESTACIONES | Peugeot 208 1.2 PureTech 130 CV EAT8 GT Line | Renault Clio RS Line 1.3 TCe 130 CV EDC |
Acel. 0-100 km/h | 9,12 s | 8,89 s |
Acel. 0-1000 metros | 30,56 s | 29,8 s |
Frenada desde 100 km/h | 37,2 m | 36,47 m |
Peso en báscula | 1.245 kg | 1.245 kg |
Renault Clio, «bonus track»
La verdad es que a este Clio se le puede tachar de todo menos de ser un coche lento. El TCe de 1,33 litros, en sus diferentes versiones de potencia -recuerda que también lo usa Mercedes-, tiene ese don especial de brillar en casi cualquier coche que se monte, y el Clio no es la excepción. Sus aceleraciones son dignas de un deportivo medio, y aunque con los fríos datos no parece cobrar demasiada ventaja frente al rival, las diferencias son más que considerables, se notan y se sienten desde el primer metro... O desde el repostaje: otra gran virtud de este motor es que, además, es muy eficiente.
Pero esta combinación propuesta por Renault tiene una peculiaridad que amarás... u odiarás: su primer golpe de aceleración desde parado o a baja velocidad resulta no ya brusco, pero sí demasiado espontáneo, hasta tal punto que en ocasiones el Clio hasta pierde algo de motricidad -rápidamente atajado por el control de tracción- al arrancar o abordar giros lentos. El efecto, al iniciar la marcha, es similar a esa respuesta «seca» de otros coches que emplean una transmisión equivalente, pero pronto descubres que parece una personalidad intencionadamente buscada por la marca, tal vez con la intención de refrendar su deportivo apellido.
CONSUMOS | Peugeot 208 1.2 PureTech 130 CV EAT8 GT Line | Renault Clio RS Line 1.3 TCe 130 CV EDC |
Consumo en ciudad | 6,3 l/100 km | 6,1 l/100 km |
Consumo en carretera | 5,4 l/100 km | 5,1 l/100 km |
Consumo medio | 5,8 l/100 km | 5,5 l/100 km |
No es nada particularmente grave, aunque puede resultar molesto en uso urbano, donde este Clio te exigirá que tengas un elemento más a procesar en tu cabeza para conseguir la plena suavidad y esa buena reacción mecánica que sí te ofrece el motor TCe en carretera abierta. Pero luego no es un motor deportivo como tal, no estira mucho, no interesa pasar de 5.000 rpm, no tiene el sonido más bonito y el cambio no permite demasiadas licencias lo uses en el modo que lo uses, aunque por rendimiento tiene recursos de sobra para salir airoso de cualquier situación por su consistencia y buenos bajos.
Motor PureTech de Peugeot, 8 son multitud
El de Peugeot es también un motor algo singular al que debes darle cierto tiempo hasta que tus sentidos se hagan a él, porque cuando llegue ese momento, descubrirás que puedes sacarle mucho más partido del que imaginas en su bajo régimen.
Respecto a otros modelos que usan esta misma unidad, el 1.2 llega aquí mucho mejor enclavado y refinado, pero esa primera «falta de ritmo» de sus tres cilindros entre 1.100 y 1.500 rpm te incitará a conducirlo «sobre-rrevolucionado» hasta que, como te digo, descubras que en realidad no hay «agujero» alguno y sí muy buena voluntad mecánica, e incluso más capacidad de estirada que en el Clio, aunque siempre menos contundente, en parte porque el cambio EAT8 asfixia la progresión de este motor.
Si quieres ir rápido de verdad, vivirás por tanto en un continuo trasiego de marchas. En cualquier caso, hay que reconocer que el cambio del Peugeot es suave y bastante rápido, aunque el conjunto mecánico -impecable, chasis incluido- resulta más «afrancesado» que en su rival: conduces, más que mejor aislado, vas más filtrado y, por tanto, gozas de algo más de confort.
ESPACIO | Peugeot 208 1.2 PureTech 130 CV EAT8 GT Line | Renault Clio RS Line 1.3 TCe 130 CV EDC |
Anchura delantera | 135 cm | 134 cm |
Anchura trasera | 126 cm | 120 cm |
Altura delantera | 87/98 cm | 91/101 cm |
Altura trasera | 89 cm | 90 cm |
Espacio para piernas | 67 cm | 69 cm |
Maletero | 265 litros | 320 litros |
Peugeot 208 y Renault Clio: cómodos chasis
De hecho, el 208 ha dado un giro en cómo se manifiesta sobre el asfalto: ahora es menos ágil que antes pero no menos efectivo, ya que si algo ha ganado es facilidad de conducción.
Ambas generaciones han ganado mucha calidad de rodadura y la concilian como pocos con dinamismo y efectividad, pero al igual que ocurre con sus motores, hay pequeñas grandes diferencias. Por ejemplo, el Clio tiene una suspensión algo más «al dente», con menos recorrido en extensión y movimientos de rueda más rápidos y menos amplios que el rival, pero vaya cómo trabaja de bien. Es un buen maridaje. Limita cualquier movimiento parásito del coche e invita a ir algo más al ataque, siempre y cuando te olvides del testigo del control de estabilidad, pues éste es demasiado sensible aunque, a decir verdad, su actuación -o al menos, lo que percibe el conductor- no es más que eso, un testigo luminoso, porque no interrumpe la progresión o aceleración del coche.
Cuando actúa en el 208 tal vez resulta excesivamente brusco -sobre todo en mojado-, pero encontrar los límites de este coche también implica emplearse a fondo desde su minúsculo volante. Manoteas menos sobre él, pero te peleas algo más con el coche porque el subviraje aparece algo antes y los movimientos de carrocería son algo más pausados.
En resumidas cuentas, el Peugeot no tiene ese «puntito» de pimienta del rival, pero sí muy buen equilibrio de reacciones, una dirección que deja leer bien el tren delantero y un aplomo de coche grande a alta velocidad. Y es que, salvando lo que se refiere al espacio interior, estas dos versiones demuestran ser dos pequeños «compactos» capaces de poner en evidencia a modelos de la talla de un Mégane y un 308... a los que también se acercan peligrosamente en precio.