Ford Focus 1.8 TDCi

Gracias a su bastidor, el Focus parecía saltar directamente del duro terreno del Mundial de Rallies a nuestras carreteras; su relación calidad/precio le permitía optar todos los meses al título de superventas y sus líneas le otorgaban personalidad, pero, ahora, con el 1.8 TDCi, este modelo ha decidido pasar al contraataque en el complicado sector de los compactos Diesel.

focus_curvadg.jpg
focus_curvadg.jpg

A pesar de estos cambios, su "verdadero fichaje estrella" se sitúa en la zaga. Su bastidor - en concreto su suspensión trasera (un elaborado sistema independiente multibrazo, mientras que la mayoría de sus rivales se conforman con montar ruedas tiradas) -, le convierten en un coche muy fácil de llevar, a la vez que aporta mucha diversión si lo queremos someter a una conducción más dinámica. Con este bastidor, decir que el coche lee el asfalto, puede resultar - además de manido - poco representativo, ya que el Focus, más que leer, es capaz de "escanear la carretera": es todo agarre. En terreno virado, podemos corregir su suave subviraje, mientras vamos acelerando al trazar la curva. Su dirección - rápida y precisa (con tres vueltas de volante entre topes) - y su cambio de recorridos cortos hacen el resto.

Los frenos - ambos de disco - se muestran muy eficaces (precisa unos 39 metros para detenerse lanzado a 100 km/h) y no desfallecen fácilmente, pero el tacto del pedal de la unidad de pruebas resultaba algo duro. Monta ABS de serie, pero el control de estabilidad no se incluye ni como opción (rivales como el Peugeot 307 lo incorporan de fábrica con el HDI de 110 CV). Se trata de una gran carencia para un modelo que esgrime como una de sus principales bazas su carácter deportivo. Dentro del apartado de seguridad, también hay que destacar su completa dotación de airbags - incluye bolsa para el conductor y para el acompañante y lateral delantero -, los reposacabezas delanteros y traseros y la regulación en altura de los cinturones delanteros.