BMW Z8

Con altísimas prestaciones y eficaz comportamiento dinámico, BMW ha entrado en el campo de los gran turismo convertibles. El Z8 es portador de un elegante estilo retro que le otorga una exclusiva personalidad.

BMW Z8
BMW Z8

La sensación de potencia y empuje no es nueva. Pero no por eso deja de sorprendernos. Los casi 50 mkg de par del Z8 y los 400 CV disponibles mientras aceleramos son como una droga. Una droga que hay que saber administrar con juicio y prudencia. Antes que nada, el Z8 es un vehículo para entusiastas conocedores con una buena billetera que, por 22 millones de pesetas, quieren algo muy exclusivo, capaz de desplazarse con rapidez y contundencia, pero no necesariamente con el nervioso equilibrio de un producto más "de carreras", como un Porsche 911. Después de un agitado recorrido de pruebas, surgen otros motivos de asombro. El capó largo, la parrilla de los cincuenta con sus riñones muy alargados, la silueta lanzada y ligeramente curvilínea y la zona trasera de corte marinero, con los finos pilotos e intermitentes de neón, dan un aspecto llamativo. Estamos al volante de un coche único. Único por su equilibrada estética, por su chasis reticulado de aluminio de excepcional rigidez, por un motor V8 de aluminio de elástico funcionamiento y por las ayudas a la conducción, seguridad pasiva de primer nivel y faros principales de xenón. También lo es, porque no sigue las recetas clásicas de los biplazas con vocación deportiva, vestidos todos ellos con una estética moderna y futurista, sino más bien ha adoptado la vertiente de los más refinados descapotables británicos, en la senda de los Jaguar XKR descapotables o Aston Martin DB7 Volante. Sólo que el BMW es más potente. Y aunque es capaz de altísimas prestaciones, no pretende ser radical, aunque es más deportivo que un Mercedes SL 600 o el Jaguar XKR. BMW ha preferido dotar a este Z8 con unos amplios márgenes de seguridad en el comportamiento dinámico. El Z8 tiene su propia personalidad. Sus enormes neumáticos en llantas de 18 pulgadas y el frontal puntiagudo denuncian que algo poderoso y contundente se esconde debajo del capó. Se trata del V8 de cinco litros del M5 de 400 CV y que, con su sistema de distribución variable doble VANOS, tiene una curva de par casi plana entre las 2.000 y 6.000 rpm cercano a 50 mkg. Este motor incluye también el mismo sistema de variación de la inyección y el encendido del M5, que en posición Sport cambia ligeramente el posicionamiento de la curva de par y del acelerador, tornándola más agresiva e inmediata. La misma tecla interviene también sobre la dirección asistida, endureciéndola. La llave de contacto, que incluye la apertura remota del maletero, no basta para poner en marcha este motor. Hace falta apretar un botón situado en el salpicadero, a la antigua usanza. Acoplado a una caja de cambio manual de seis marchas, uno puede desplazarse plácidamente en torno a las 3.000 rpm sin despertar a la bestia y con una pronta y flexible respuesta al acelerador para la mayoría de las situaciones a velocidades moderadas. En estas circunstancias no tendremos que mirar a menudo el marcador de combustible ya que el consumo se sitúa no muy por encima de los 11 l/100 km. Si apretamos a fondo el pedal del gas, se desboca toda la caballería y la espalda se hunde sobre el respaldo en piel del asiento, tipo baqué. Podemos alcanzar los 100 km/h en menos de cinco segundos y en menos de 17 superar los 200 km/h y ello en cuarta. La velocidad punta está limitada electrónicamente a 250 km/h. La sexta se queda como una marcha para reducir el consumo. La primera y la segunda son realmente cortas. Lo que es un ronquido del V8 a bajas revoluciones se transforma en bramido salvaje cuando nos acercamos al corte de inyección situado a 6.700 rpm. El aspecto del coche será retro, pero por prestaciones se puede codear con el Ferrari 360 Modena o Porsche 911 GT3. Y ahí es cuando se hace necesario mirar de reojo la aguja del combustible. En conducción deportiva, el gasto llega a 30 litros cada 100 kilómetros.