Citroën C3 1.6 / Ford Fiesta 1.6 / Renault Clio 1.4 / Volkswagen Polo 1.4

Cada vez menos convincentes por el enorme avance experimentado por los motores Diesel, al menos estos utilitarios en versiones de gasolina de 98 a 110 CV gozan de ser lo suficientemente dinámicos como para asumir el papel de familiares que también se les ha asignado.

Citroën C3 1.6 / Ford Fiesta 1.6 / Renault Clio 1.4 / Volkswagen Polo 1.4
Citroën C3 1.6 / Ford Fiesta 1.6 / Renault Clio 1.4 / Volkswagen Polo 1.4

Al ver el nuevo Fiesta por dentro parece que una vez más Volkswagen ha sido la referencia para los nuevos modelos Ford, lo que ha servido para ofrecer en el Fiesta un interior sobrio pero muy bien definido por disposición y ajustes, con tan buen pinta como la del Polo. Parece que pueden rivalizar por la calidad percibida, pero hay una serie de detalles que tiran por tierra parte del buen trabajo realizado. Es un problema de ergonomía, y cuando se trata del habitáculo más grande del segmento —junto al del Polo—, uno se pregunta por qué no han terminado de batir a su referencia.

A priori la posición de conducción es extraordinaria, con un tacto, formas y ubicación del volante, cambio y pedales perfecto. Pero de aquí se pasa a fallos incomprensibles, como unos asientos delanteros cortos de banqueta y con reglaje de altura que sólo actúa sobre ésta, variando el apoyo de la espalda sobre el respaldo. Peor es la falta de espacio para apoyar el pie izquierdo, que nos obliga a doblarlo de forma poco natural.

En las plazas traseras nos encontramos también con escuetos asientos de ridículo mullido, con un respaldo muy vertical que no sujeta nada. Un problema que se agrava al no encontrar ni una sola asa en todo el techo donde agarrarse, siendo las de las puertas sólo útiles para cerrar éstas. Todo esto contrasta con una calidad de rodadura excepcional, que parece situar a este Fiesta en una categoría superior, en el segmento de los compactos, como también insinúan sus medidas.

Si a ojos cerrados sabemos si viajamos en un Focus o Mondeo, por ejemplo, este nuevo Fiesta nos puede engañar. Sólido y preciso en sus trazadas, tan buena estabilidad lineal ofrece como eficacia muestra en carreteras reviradas. Es un placer conducirlo, por la firmeza de su tacto, la rigurosidad de sus trayectorias y la sensibilidad que ofrece al conductor. Su motor no llega a los valores del C3, pero su funcionamiento progresivo y lleno de respuesta en todo su margen de revoluciones contribuye a sus muy buenas sensaciones dinámicas.

Al ver el nuevo Fiesta por dentro parece que una vez más Volkswagen ha sido la referencia para los nuevos modelos Ford, lo que ha servido para ofrecer en el Fiesta un interior sobrio pero muy bien definido por disposición y ajustes, con tan buen pinta como la del Polo. Parece que pueden rivalizar por la calidad percibida, pero hay una serie de detalles que tiran por tierra parte del buen trabajo realizado. Es un problema de ergonomía, y cuando se trata del habitáculo más grande del segmento —junto al del Polo—, uno se pregunta por qué no han terminado de batir a su referencia.

A priori la posición de conducción es extraordinaria, con un tacto, formas y ubicación del volante, cambio y pedales perfecto. Pero de aquí se pasa a fallos incomprensibles, como unos asientos delanteros cortos de banqueta y con reglaje de altura que sólo actúa sobre ésta, variando el apoyo de la espalda sobre el respaldo. Peor es la falta de espacio para apoyar el pie izquierdo, que nos obliga a doblarlo de forma poco natural.

En las plazas traseras nos encontramos también con escuetos asientos de ridículo mullido, con un respaldo muy vertical que no sujeta nada. Un problema que se agrava al no encontrar ni una sola asa en todo el techo donde agarrarse, siendo las de las puertas sólo útiles para cerrar éstas. Todo esto contrasta con una calidad de rodadura excepcional, que parece situar a este Fiesta en una categoría superior, en el segmento de los compactos, como también insinúan sus medidas.

Si a ojos cerrados sabemos si viajamos en un Focus o Mondeo, por ejemplo, este nuevo Fiesta nos puede engañar. Sólido y preciso en sus trazadas, tan buena estabilidad lineal ofrece como eficacia muestra en carreteras reviradas. Es un placer conducirlo, por la firmeza de su tacto, la rigurosidad de sus trayectorias y la sensibilidad que ofrece al conductor. Su motor no llega a los valores del C3, pero su funcionamiento progresivo y lleno de respuesta en todo su margen de revoluciones contribuye a sus muy buenas sensaciones dinámicas.

Al ver el nuevo Fiesta por dentro parece que una vez más Volkswagen ha sido la referencia para los nuevos modelos Ford, lo que ha servido para ofrecer en el Fiesta un interior sobrio pero muy bien definido por disposición y ajustes, con tan buen pinta como la del Polo. Parece que pueden rivalizar por la calidad percibida, pero hay una serie de detalles que tiran por tierra parte del buen trabajo realizado. Es un problema de ergonomía, y cuando se trata del habitáculo más grande del segmento —junto al del Polo—, uno se pregunta por qué no han terminado de batir a su referencia.

A priori la posición de conducción es extraordinaria, con un tacto, formas y ubicación del volante, cambio y pedales perfecto. Pero de aquí se pasa a fallos incomprensibles, como unos asientos delanteros cortos de banqueta y con reglaje de altura que sólo actúa sobre ésta, variando el apoyo de la espalda sobre el respaldo. Peor es la falta de espacio para apoyar el pie izquierdo, que nos obliga a doblarlo de forma poco natural.

En las plazas traseras nos encontramos también con escuetos asientos de ridículo mullido, con un respaldo muy vertical que no sujeta nada. Un problema que se agrava al no encontrar ni una sola asa en todo el techo donde agarrarse, siendo las de las puertas sólo útiles para cerrar éstas. Todo esto contrasta con una calidad de rodadura excepcional, que parece situar a este Fiesta en una categoría superior, en el segmento de los compactos, como también insinúan sus medidas.

Si a ojos cerrados sabemos si viajamos en un Focus o Mondeo, por ejemplo, este nuevo Fiesta nos puede engañar. Sólido y preciso en sus trazadas, tan buena estabilidad lineal ofrece como eficacia muestra en carreteras reviradas. Es un placer conducirlo, por la firmeza de su tacto, la rigurosidad de sus trayectorias y la sensibilidad que ofrece al conductor. Su motor no llega a los valores del C3, pero su funcionamiento progresivo y lleno de respuesta en todo su margen de revoluciones contribuye a sus muy buenas sensaciones dinámicas.

Al ver el nuevo Fiesta por dentro parece que una vez más Volkswagen ha sido la referencia para los nuevos modelos Ford, lo que ha servido para ofrecer en el Fiesta un interior sobrio pero muy bien definido por disposición y ajustes, con tan buen pinta como la del Polo. Parece que pueden rivalizar por la calidad percibida, pero hay una serie de detalles que tiran por tierra parte del buen trabajo realizado. Es un problema de ergonomía, y cuando se trata del habitáculo más grande del segmento —junto al del Polo—, uno se pregunta por qué no han terminado de batir a su referencia.

A priori la posición de conducción es extraordinaria, con un tacto, formas y ubicación del volante, cambio y pedales perfecto. Pero de aquí se pasa a fallos incomprensibles, como unos asientos delanteros cortos de banqueta y con reglaje de altura que sólo actúa sobre ésta, variando el apoyo de la espalda sobre el respaldo. Peor es la falta de espacio para apoyar el pie izquierdo, que nos obliga a doblarlo de forma poco natural.

En las plazas traseras nos encontramos también con escuetos asientos de ridículo mullido, con un respaldo muy vertical que no sujeta nada. Un problema que se agrava al no encontrar ni una sola asa en todo el techo donde agarrarse, siendo las de las puertas sólo útiles para cerrar éstas. Todo esto contrasta con una calidad de rodadura excepcional, que parece situar a este Fiesta en una categoría superior, en el segmento de los compactos, como también insinúan sus medidas.

Si a ojos cerrados sabemos si viajamos en un Focus o Mondeo, por ejemplo, este nuevo Fiesta nos puede engañar. Sólido y preciso en sus trazadas, tan buena estabilidad lineal ofrece como eficacia muestra en carreteras reviradas. Es un placer conducirlo, por la firmeza de su tacto, la rigurosidad de sus trayectorias y la sensibilidad que ofrece al conductor. Su motor no llega a los valores del C3, pero su funcionamiento progresivo y lleno de respuesta en todo su margen de revoluciones contribuye a sus muy buenas sensaciones dinámicas.