Ford Mondeo 2.0i Ghia / Peugeot 406 2.2 Pack

El nuevo Ford Mondeo va a suponer un rival de consideración para todos los protagonistas del segmento de las berlinas medias. En su motorización de 2 litros y 145 CV juega tan bien sus principales bazas -tamaño, presentación y precio- que doblega a uno de los mejores coches del segmento, el Peugeot 406.

Ford Mondeo 2.0i Ghia / Peugeot 406 2.2 Pack
Ford Mondeo 2.0i Ghia / Peugeot 406 2.2 Pack

Puestos en acción, rápidamente se descubre que este enfrentamiento es un auténtico reto de bastidores. Poco nuevo decimos si volvemos a alabar las cualidades del chasis del 406: estable, predecible, rápido en curva y con una agilidad del tren trasero en fuertes apoyos sensible a los cambios de carga en el motor o acciones sobre el freno. El Ford Mondeo parte de una mejor base de sustentación, con mayor batalla y más generosas vías, particularmente la trasera, nada menos que seis centímetros más ancha. El resultado es que, sin necesidad de endurecer la amortiguación, algo que el Peugeot tampoco hace, su velocidad de paso por curva es imponente, en particular, en las consideradas como medias o rápidas, esto es, desde 80 km/h hasta aquellas en las que el ritmo al que se va no permite mirar el velocímetro. En las horquillas, el Peugeot es algo más ágil, gracias a su más direccional tren trasero, pero aquí también el Mondeo se defiende muy bien. De hecho, la conducción del Ford se acerca mucho a la habitual en las grandes berlinas, con mucho aplomo en toda circunstancia, pero sin la rémora que puedan suponer las dos centenas de kilos extra que suelen acompañar a los portaestandartes de las marcas. Como complemento, la frenada del Ford es magnífica en un coche de este tipo -berlina familiar con mecánica de media potencia-, con unas distancias de parada muy cortas y excelente resistencia al maltrato. El Peugeot también resiste muy bien, pero se alarga algo más a la hora de quedarse totalmente quieto. Esta explosión de eficacia en el Ford no se ve totalmente acompañada por la mecánica. El propulsor de 145 CV, cifra que suena muy bien, luego resulta no ser tan vigoroso como se espera. Y está claro que en la marca lo saben, pues no han accedido a instalar unos desarrollos de transmisión largos, sino que éstos se ajustan bien a la fuerza disponible, con una quinta más bien corta de unos 35 km/h a 1.000 rpm. La respuesta mecánica en la zona de bajo y medio régimen resulta en marchas largas, simplemente aceptable para el coche del que tiene que tirar, y se hace necesario un mayor uso del cambio para obtener respuestas equiparables a las del Peugeot. Por cierto, y ya que hablamos del cambio, decir que el funcionamiento del mando del Mondeo no tiene otro calificativo que superlativo. Cambiar de marcha en este coche es un placer de tal calibre que, hoy en día, sólo en poquísimos coches, habitualmente de tinte superdeportivo, podemos encontrar algo parecido. El Peugeot gana en lo relativo al motor con suficiencia. La superior cilindrada se deja notar y, en toda la gama de utilización, muestra un empuje superior, capaz de traducirse en prestaciones más efectivas en tráfico real, aunque en la prueba de aceleración pura se quede en simple empate. Eso sí, esto se realiza a base de gastar más combustible. Y eso, hoy en día, al precio que está la gasolina, empieza a tener cierta importancia, aunque sea sólo más psicológica que profundamente económica. Tampoco en el funcionamiento el Mondeo se equipara al Peugeot. Su mecánica suena algo más, con sonido menos agradable y, a alto régimen, transmite alguna que otra vibración más. Puestos en acción, rápidamente se descubre que este enfrentamiento es un auténtico reto de bastidores. Poco nuevo decimos si volvemos a alabar las cualidades del chasis del 406: estable, predecible, rápido en curva y con una agilidad del tren trasero en fuertes apoyos sensible a los cambios de carga en el motor o acciones sobre el freno. El Ford Mondeo parte de una mejor base de sustentación, con mayor batalla y más generosas vías, particularmente la trasera, nada menos que seis centímetros más ancha. El resultado es que, sin necesidad de endurecer la amortiguación, algo que el Peugeot tampoco hace, su velocidad de paso por curva es imponente, en particular, en las consideradas como medias o rápidas, esto es, desde 80 km/h hasta aquellas en las que el ritmo al que se va no permite mirar el velocímetro. En las horquillas, el Peugeot es algo más ágil, gracias a su más direccional tren trasero, pero aquí también el Mondeo se defiende muy bien. De hecho, la conducción del Ford se acerca mucho a la habitual en las grandes berlinas, con mucho aplomo en toda circunstancia, pero sin la rémora que puedan suponer las dos centenas de kilos extra que suelen acompañar a los portaestandartes de las marcas. Como complemento, la frenada del Ford es magnífica en un coche de este tipo -berlina familiar con mecánica de media potencia-, con unas distancias de parada muy cortas y excelente resistencia al maltrato. El Peugeot también resiste muy bien, pero se alarga algo más a la hora de quedarse totalmente quieto. Esta explosión de eficacia en el Ford no se ve totalmente acompañada por la mecánica. El propulsor de 145 CV, cifra que suena muy bien, luego resulta no ser tan vigoroso como se espera. Y está claro que en la marca lo saben, pues no han accedido a instalar unos desarrollos de transmisión largos, sino que éstos se ajustan bien a la fuerza disponible, con una quinta más bien corta de unos 35 km/h a 1.000 rpm. La respuesta mecánica en la zona de bajo y medio régimen resulta en marchas largas, simplemente aceptable para el coche del que tiene que tirar, y se hace necesario un mayor uso del cambio para obtener respuestas equiparables a las del Peugeot. Por cierto, y ya que hablamos del cambio, decir que el funcionamiento del mando del Mondeo no tiene otro calificativo que superlativo. Cambiar de marcha en este coche es un placer de tal calibre que, hoy en día, sólo en poquísimos coches, habitualmente de tinte superdeportivo, podemos encontrar algo parecido. El Peugeot gana en lo relativo al motor con suficiencia. La superior cilindrada se deja notar y, en toda la gama de utilización, muestra un empuje superior, capaz de traducirse en prestaciones más efectivas en tráfico real, aunque en la prueba de aceleración pura se quede en simple empate. Eso sí, esto se realiza a base de gastar más combustible. Y eso, hoy en día, al precio que está la gasolina, empieza a tener cierta importancia, aunque sea sólo más psicológica que profundamente económica. Tampoco en el funcionamiento el Mondeo se equipara al Peugeot. Su mecánica suena algo más, con sonido menos agradable y, a alto régimen, transmite alguna que otra vibración más.