Mercedes SL 55 AMG

Biplaza, descapotable con techo rígido, 500 CV, gran capacidad de sujeción y detalles de equipamiento y confort de berlinas de superlujo. El sello AMG completa todo esto con la necesaria dosis de pimienta que impresionaría hasta a un campeón de F-1.

Mercedes SL 55 AMG
Mercedes SL 55 AMG

El rubio de cabellera lacia y rala se bajó del coche, entregó las llaves al sonriente propietario y fijó su penetrante mirada de ojos azules en la estilizada carrocería del biplaza. Caminando con sus piernas arqueadas y de manera cansina —por algo le apodaban "El Chueco"— se alejó unos pasos del SL 55 AMG y le dijo al propietario con su clásica voz finita y un seseo propio del campo argentino "hermanito… Este coche es impresionante". Esta podría ser una escena digitalizada de un anuncio en la que Juan Manuel Fangio, cinco veces Campeón del Mundo de Fórmula 1 elogiaría al biplaza de la estrella, digno sucesor de los SL 300 que él tantas veces condujo, tratado por AMG, el especialista germano en "hierros calientes", encargado de poner más pimienta en los Mercedes.

¡Y vaya si lo ha logrado! En este SL el motor V8 de 5,4 litros ha pasado de los 306 CV "de serie" a 476 CV y de 46,9 mkg de par máximo a la impresionante cifra de 71 mkg. No es el récord de par en la actual gama de Mercedes, ya que su primo muy cercano el SL 600 biturbo le supera, pero el 55 AMG es la alternativa de los verdaderos forofos, de aquellos que no se conforman con desplazarse como un rayo donde fuera sino también, de los que gustan disfrutar de una alta aceleración lateral, de la sensación de absoluto poder que da una suspensión firme junto a un neumático de alta adherencia utilizado casi al límite, agarrándose, como una lapa, al pavimento de las curvas en una zona de montaña. Eso es el AMG, fuerza y potencia a raudales que el conductor puede sentir y, literalmente "tocar" gracias a reacciones más vivas y a una dirección sumamente ágil.

El 55 AMG logra unos cronos de infarto en nuestras mediciones, pero con la caja de los truenos destapada, con un rodar en el que el V8 vibra, se revuelve, casi grita a través de las cuatro roncas salidas de escape que le diferencian de sus hermanos de gama.

Incrementar la cilindrada en 473 cm3 y montar el compresor de tornillo Lysholm, mandado por correa desde el cigüeñal y a través de un embrague eletromagnético, ha permitido aumentar el par alrededor del 40 por ciento. Cuando rinde a pleno y girando hasta 25.000 rpm, este compresor bombea hasta 1.850 kg de aire por hora con una sobrepresión de hasta 0,8 bar. Para conseguir esto con seguridad hubo que realizar otras modificaciones importantes en el motor. Además de adoptar un intercambiador para el aire de admisión se montó un radiador de aceite en el faldón delantero, nueva bomba de engrase, se trabajó especialmente la culata y se incrementó el cruce de los árboles de levas. Se reforzó el bloque, se montaron catalizadores cerámicos y el ronco sonido del V8 se sintonizó ex profeso con dos silenciadores centrales y finales, con una válvula de conmutación para cada uno de los dos tubos de escape.

La transformación del SL 500 en SL 55 AMG también afectó a la transmisión, a la que se denomina Speedshift. Además de ofrecer los programas invierno y sport puede accionarse de manera secuencial, seleccionando el programa "manual" y cambiando las marchas mediante dos botones situados detrás de los radios superiores del volante.

Esta combinación permite conducir como se prefiera, con la comodidad que da dejar el cambio en "Drive" y recuperar siempre desde las 1.800 rpm con una capacidad casi inagotable, o utilizar las aceleraciones hasta 6.400 rpm, velocidad del corte de inyección. De todas maneras, si el pie derecho es alegre, el depósito de 80 litros puede parecer escaso: a ritmo vivo se superan los 30 litros cada 100 km y, con cierta tranquilidad, estaremos rozando los 20 l/100 km de consumo.