Hay tres tipos de cabrios que podrías adquirir poniendo como condición un cierto tamaño, nivel de potencia o sobre todo, un precio: los poco más de 31.000 euros que cuesta este Mini en su versión Cooper S. Unos tienen una puesta a punto extremadamente radical, como el Abarth 595C; otros, sin necesidad de tener un motor tan potente, te ofrece una conducción más fascinante sin necesidad de resultar extremadamente deportivos, como el Mazda MX-5 o su hermano de sangre el Fiat 124 Spider. Y algunos ofrecen mayor confort y calidad de vida a bordo a cambio, siempre y cuando te limites a su gama de motores menos potente, como puede ser el VW Beetle —aquí tienes los detalles de su última actualización—. Lo mejor de esta nueva generación del Mini Cabrio es que ofrece, con equilibrio y encanto, lo mejor de cada uno de ellos.
Mini Cabrio Cooper S, más grande y con mayor calidad
Como el modelo cerrado, este Mini Cabrio —ya de tercera generación— ha experimentado una enorme evolución en tres direcciones: es más grande, tiene mayor calidad y, en el caso de esta versión Cooper S, su motor también ofrece más y mejor rendimiento. No entro en detalle sobre la nueva arquitectura de los últimos Mini porque seguro que ya sabes todas sus características en cuanto a geometrías o flexibilidad industrial —otros nuevos Mini, y actuales y futuros BMW de tracción delantera derivan de él, en las dos posibles variantes existentes—. Este Mini Cabrio está ahora arropado por una carrocería de mayor longitud, anchura o altura que hacen al Mini Cabrio un poquito más funcional que antes, aunque sus cuatro asientos no son aptos para todos los públicos.
Para mi, una de las mejores cualidades que tienen ahora estos nuevos Mini es que han mejorado enormemente en aplomo a alta velocidad sin perder demasiado en agilidad de respuesta, aún cuando el eje trasero es infinitamente menos participativo que antes. La otra, es que su amortiguación de los nuevos Mini en general—pueden tener ajustes de tarado variable, toda una exquisitez en su segmento— es mucho más confortable que la generación saliente. Su dirección sigue siendo uno de esos ejes principales que te permiten sentir, y muy bien, el magnifico guiado y precisión de este coche cuya puesta a punto abiertamente deportiva no implica, ahora, el más mínimo estrés en la conducción o "usabilidad" en general por falta de confort —sí de espacio. Pero tienes que sentir en primera persona lo que experimenta tu cuerpo a bordo de un Mazda MX-5, por ejemplo, para entender la esencia de puro y genuino roadster. Como te digo, a este Mini Cabrio Cooper S seguro que no le exigirás una mayor efectividad de la que te ofrece, salvo una capacidad de frenada algo mejor. Pero ese mucho más consistente y sólido chasis —estructuralmente, rígido como una roca— diluye buena parte de las sensaciones de kart grande que tenían generaciones anteriores, especialmente la primera de ellas.
Mini Cabrio Cooper S, nuevo motor 2.0 litros turbo
De hecho, aún siendo rapidísimo, tanto como, por ejemplo, un Renault Clio Thophy de 220 CV —aquí tienes una comparativa de él frente al Peugeot 208 GTi—, el motor tiene algunas características que también difuminan tan tremenda capacidad prestacional. Paradójicamente, una de ellas es su proverbial elasticidad, donde mucho tiene que ver el mayor desplazamiento del motor, ahora con 2.0 litros en lugar de ese "pequeño" 1.6 Turbo que BMW desarrolló con PSA y que desde hace unos años BMW/Mini dejó de usar —al pacer, miran ahora con recelo los últimos desarrollos de Peugeot para el 208 y 308 GTi—. Y es que este nuevo 2.0 litros turbo con referencia exclusivamente BMW tiene una respuesta, tal vez, extremadamente uniforme y excesivamente agradable desde bajas vueltas... Y creo que me entiendes. Igualmente, su estirada se diluye a partir de poco más de 5.000 rpm, sin llegar a un corte claro de inyección, de modo que, pese al amplísimo margen operativo, conduces demasiado pendiente del régimen de giro. Gran sonido —el del turbo, tal vez excesivo; el de escape, aunque sea virtual, realmente delicioso— al menos añaden un poco de sal y pimienta a la altísima y controladísima velocidad que desarrolla este coche.
Mini Cabrio Cooper S, al cielo en 18 segundos
Es el tiempo que tarda la capota en abrirse, ahora totalmente eléctrica —la puedes accionar por debajo de 30 km/h—. Durante su recorrido, a 40 cm del pilar del techo se detiene en su primer modo de apertura, continuando su recorrido en caso de mantener accionado el botón que la opera. Aunque sólida en su estructura, resulta, a mi modo de ver, demasiado delgada, así que la utilización como Mini "cerrado" queda enturbiada por el elevado nivel de ruido a partir de velocidades medio altas. Abierto, como casi todos los cabrio del mercado, el nivel de turbulencias sobre el habitáculo, ruido y confort en general dependerá de si llevas o no instalada el derivabrisas, lo cual implica prescindir de las plazas posteriores, éstas limitadas a dos pasajeros y, prácticamente, válidas sólo para niños. También hay más litros en el maletero, ahora con mejor acceso desde un portón que abisagra en su parte horizontal dejando el plano de carga a más de 75 centímetros del suelo, aunque soporta 80 kilos para subir ahí la carga a la espera de distribuirla por el profundo maletero de forma más cómoda. Pero está claro que no es el Mini más especializado en esa materia, sino en sensaciones, tal vez no elevadas a la máxima potencia, pero sí con gran racionalidad, equilibrio y confort.
En pocas palabras:
Aceleración. Maxi prestaciones para este Mini que, por cierto, ya no es tan mini. Sus mayores dimensiones o peso quedan ampliamente compensadas por el nuevo motor 2.0 litros con más cilindrada y potencia. De 0 a100 km/h, en 7,5 s. Para los 1.000 metros, 27,1 segundos.
Cambio. Menos un manejo claramente deportivo, lo tiene todo: las inserciones precisas, adecuada relación interna y hasta hace punta-tacón automáticamente en reducción. 50,4 km/h es la velocidad por 1.000 rpm en sexta marcha.
Frenada. Curiosamente, sus discos traseros han perdido 5 mm de diámetro, aunque no creo que sea razón suficiente para que este Mini frene en distancias mayores a lo que le correspondería. Desde 140 a 0 km/h necesita 75,9 m, 56 metros frenando desde 120 km/h.
Consumos. Razonable media de 6,9 l/100 km, compensada por un muy buen consumo en carretera —6,3 l/100 km— para su potencia. A ritmo "fuerte", sus 44 litros de depósito caen en un Santiamén.
Adelantamiento. Si ya de por sí potente, el motor rinde un 3% más en potencia y otro 10% extra de par, así que la capacidad de recuperación de este Mini es vertiginosa en marchas cortas y rapidísimas en las más largas. De 80 a120 km/h, estos son sus tiempos en las tres últimas marchas: 5,51, 6,8 y 8,4 segundos.
Habitabilidad y peso. Su carrocería no es sólo casi 10 cm mayor que la generación anterior, sino que acoge también una arquitectura también más amplia. Pese a ello, sus dos plazas traseras no son aptas para adultos por su cota de piernas de 65 centímetros.
Sonoridad. El aislamiento de la muy delgada capota me parece su punto más débil. Aunque intenso, precioso sonido y detonaciones —éstas, virtuales por el equipo de audio— de escape. Sus datos a 100, 120 y 140 km/h son estos: 70, 73,3 y 76 dB.
Maletero. Los 205 litros reales de la anterior generación se han convertido en unos más prácticos 240 litros. Acceso más amplio y portón capaz de soportar 80 kilos cuando está abierto.
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