Fiat 500

El nuevo Fiat 500 se rememora a si mismo pero aquí, en España, a muchos conductores y viandantes nos recordará a nuestro inolvidable Seat 600.

Fiat 500
Fiat 500

Cuántos Fiat 500 se comprarán no por necesidad de tener un pequeño utilitario o coche alguno, sino por el regusto y satisfacción de disponer de algo mucho más emocional que un simple automóvil. Como cuántos Mini se han comprado sin que sus características fueran la del coche estrictamente adecuado. Y estamos hablando, y no debe ser casualidad, de dos coches que evocan a dos modelos que fueron iconos en los años ‘60 del pasado siglo. Es cierto que el Fiat 500 es un coche que prácticamente no existió en España, pero por la similitud de concepto, de diseño y familiaridad entre marcas, a muchos este evocador 500 les llevará a acordarse con enorme nostalgia y gratitud de nuestro Seat 600, el primer coche incluso de muchos conductores de hoy día. Y nuestro primer Seiscientos no se olvida. Su diseño nos lleva a un pasado muy lejano pero no por ello aparecen concesiones que se pasen de la raya. Por ejemplo, siendo 15 centímetros más corto de carrocería que el Mini, el habitáculo del 500 genera más sensación de espacio, y sólo detrás no tanto como en un “impersonal" Twingo de estilo contemporáneo. El maletero, aceptable, también es más pequeño que el del Twingo, pero también algo más grande que el del Mini. Además, se puede ampliar por la posibilidad de abatir por mitades el respaldo posterior, aunque la superficie que aparece no es totalmente plana. Las curvas exteriores del 500 sólo penalizan la cota de altura de las plazas traseras tratando con tallas grandes. Pero el acceso allí es todo lo razonablemente cómodo que se puede esperar, teniendo en cuenta que ambos asientos delanteros se reclinan y desplazan con un solo gesto. Por cierto, ambos asientos delanteros memorizan su posición de partida. El 500 es un coche proporcionado a su talla, en la línea del citado Twingo, los C1/107/Aygo, Picanto, etc. En sus dos buenas plazas delanteras, los asientos, de generoso tamaño, van más altos que en un turismo convencional y resulta muy natural el acceso. Frente al volante, nos encontramos con un puesto ergonómico, aunque el reglaje de altura del asiento es por inclinación de la banqueta (varía el apoyo de la espalda); está bien cuidado de detalles funcionales con pequeños receptáculos para nuestros objetos cotidianos y una distribución de mandos clara y ordenada. La posición de conducción es más sentada que estirada y con la palanca de cambios en el centro del salpicadero, muy cerca del volante, las horas de conducción se llevan con comodidad. La dirección tiene un modo seleccionable de mayor asistencia para suavizar extremadamente su uso a baja velocidad. Más compleja es la visualización de la información del cuadro, que queda agrupada en tres esferas concéntricas donde se “pierde" la aguja del cuentarrevoluciones. Todo esto se vive en un ambiente carga- do de un estilo único, que además permite una personalización a la carta con un claro sabor nostálgico. En este sentido, la política de opciones y acabados exteriores e interiores es tan extensa y detallista (hasta la misma llave se puede personalizar con carcasas de colores a juego con el coche) que merece la pena informarse en el concesionario de la infinita variedad existente, según Fiat, con más de 500.000 posibilidades. La combinación de tapizados, colores, volantes, etc, permite hacernos prácticamente un 500 diferente a cualquier otro, con un buen gusto inigualable. Los detalles cromados, sobre plásticos de aspecto mejorable, aparecen por todos los lugares: cercos de interruptores, tiradores de puertas, pomo del cambio… pero la vista se va a la banda central del salpicadero, como prolongación de la chapa de la carrocería, igual que en los vehículos de mediados del pasado siglo. Y de color marfil si queremos, para recordar su autenticidad heredada de los pasados años ‘60. Por fuera, molduras, llantas, colores pastel y un sinfín de detalles “históricos" permiten dar rienda a nuestra imaginación más retro.

De nuestro sigloCuántos Fiat 500 se comprarán no por necesidad de tener un pequeño utilitario o coche alguno, sino por el regusto y satisfacción de disponer de algo mucho más emocional que un simple automóvil. Como cuántos Mini se han comprado sin que sus características fueran la del coche estrictamente adecuado. Y estamos hablando, y no debe ser casualidad, de dos coches que evocan a dos modelos que fueron iconos en los años ‘60 del pasado siglo. Es cierto que el Fiat 500 es un coche que prácticamente no existió en España, pero por la similitud de concepto, de diseño y familiaridad entre marcas, a muchos este evocador 500 les llevará a acordarse con enorme nostalgia y gratitud de nuestro Seat 600, el primer coche incluso de muchos conductores de hoy día. Y nuestro primer Seiscientos no se olvida. Su diseño nos lleva a un pasado muy lejano pero no por ello aparecen concesiones que se pasen de la raya. Por ejemplo, siendo 15 centímetros más corto de carrocería que el Mini, el habitáculo del 500 genera más sensación de espacio, y sólo detrás no tanto como en un “impersonal" Twingo de estilo contemporáneo. El maletero, aceptable, también es más pequeño que el del Twingo, pero también algo más grande que el del Mini. Además, se puede ampliar por la posibilidad de abatir por mitades el respaldo posterior, aunque la superficie que aparece no es totalmente plana. Las curvas exteriores del 500 sólo penalizan la cota de altura de las plazas traseras tratando con tallas grandes. Pero el acceso allí es todo lo razonablemente cómodo que se puede esperar, teniendo en cuenta que ambos asientos delanteros se reclinan y desplazan con un solo gesto. Por cierto, ambos asientos delanteros memorizan su posición de partida. El 500 es un coche proporcionado a su talla, en la línea del citado Twingo, los C1/107/Aygo, Picanto, etc. En sus dos buenas plazas delanteras, los asientos, de generoso tamaño, van más altos que en un turismo convencional y resulta muy natural el acceso. Frente al volante, nos encontramos con un puesto ergonómico, aunque el reglaje de altura del asiento es por inclinación de la banqueta (varía el apoyo de la espalda); está bien cuidado de detalles funcionales con pequeños receptáculos para nuestros objetos cotidianos y una distribución de mandos clara y ordenada. La posición de conducción es más sentada que estirada y con la palanca de cambios en el centro del salpicadero, muy cerca del volante, las horas de conducción se llevan con comodidad. La dirección tiene un modo seleccionable de mayor asistencia para suavizar extremadamente su uso a baja velocidad. Más compleja es la visualización de la información del cuadro, que queda agrupada en tres esferas concéntricas donde se “pierde" la aguja del cuentarrevoluciones. Todo esto se vive en un ambiente carga- do de un estilo único, que además permite una personalización a la carta con un claro sabor nostálgico. En este sentido, la política de opciones y acabados exteriores e interiores es tan extensa y detallista (hasta la misma llave se puede personalizar con carcasas de colores a juego con el coche) que merece la pena informarse en el concesionario de la infinita variedad existente, según Fiat, con más de 500.000 posibilidades. La combinación de tapizados, colores, volantes, etc, permite hacernos prácticamente un 500 diferente a cualquier otro, con un buen gusto inigualable. Los detalles cromados, sobre plásticos de aspecto mejorable, aparecen por todos los lugares: cercos de interruptores, tiradores de puertas, pomo del cambio… pero la vista se va a la banda central del salpicadero, como prolongación de la chapa de la carrocería, igual que en los vehículos de mediados del pasado siglo. Y de color marfil si queremos, para recordar su autenticidad heredada de los pasados años ‘60. Por fuera, molduras, llantas, colores pastel y un sinfín de detalles “históricos" permiten dar rienda a nuestra imaginación más retro.
De nuestro siglo