Citroën C1 1.0 SX 5p

Cuatro plazas, un maletero casi simbólico y un confort coartado por la rumorosidad del motor son las desventajas de este pequeño C1, que, eso sí, es ideal para la ciudad.

Citroën C1 1.0 SX 5p
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Casi todas las marcas apuestan por los pequeños utilitarios. Pero, ¿a qué clase de demandas atienden? ¿Son tan útiles como parece? ¿Pueden basar todo su potencial en el tamaño?

El Citroën C1 es uno de esos perfectos segundos o terceros coches: tamaño reducido y ágil en ciudad. Pero, ¿merece la pena desembolsar casi 10.000 euros en un vehículo de estas características? Sólo contamos con cuatro plazas, el maletero es casi simbólico y el grado de confort no es muy elevado (bastante ruidoso). Nosotros hemos probado el “tope de gama" de gasolina. Monta un propulsor de un litro de cilindrada que anuncia una potencia de 68 CV, pero que ha ofrecido 74 CV en nuestro banco de rodillos. Se trata de un motor que sube muy rápido de vueltas y que ofrece lo mejor de sí a partir de las 4.000 vueltas. El problema que hay es que, a ese régimen, el propulsor está tan revolucionado que el ruido es enorme. Como el aislamiento entre motor y habitáculo no es muy correcto, el ruido se filtra al interior y, en ocasiones, resulta molesto.Lo que sí nos ha gustado es la elasticidad del motor, que se mantiene en torno a 9-10 mkg, y aunque no es excesiva, sí es suficiente para impulsar con alegría al pequeño Citroën. Acoplada a este motor, encontramos una caja de cambios manual de cinco relaciones, cuyo funcionamiento, si bien no nos llega a disgustar del todo, nos parece poco preciso. Sin entrar a juzgar lo que han hecho o no los responsables de Citroën, sí opinamos que lo ideal hubiera sido montar una transmisión automática.Dejemos a un lado la mecánica y la transmisión, para centrarnos en las impresiones que nos sugiere el C1 a primera vista. Se trata de un coche simpático, cuyos “ojitos" lo diferencian frente a un Peugeot 107 y un Toyota Aygo, sus primos con los que comparte plataforma, mecánica y muchos, muchos más elementos. Sus formas redondeadas y aparentemente recogidas esconden unas dimensiones de 1,8 metros de anchura, más de lo que parece.En el frontal, los faros se han colocado en “el extremo de los extremos" del capó, como en el Aygo, para dar mayor amplitud al conjunto. Son unos faros muy amplios y casi redondos que sobresalen del capó, si miramos al C1 de perfil. En la parte trasera, los pilotos tampoco nos dejan indiferentes: dos “huevitos" a ambos lados de la luneta, que, como en el pequeño Toyota, hace las veces de portón trasero.

De perfil, este C1 nos recuerda un poco al C2: el pequeño espoiler trasero donde se ubica la tercera luz de freno y el morro tan recogido son señas de identidad de su hermano mayor. Lo que más llama la atención en estos pequeños utilitarios es la colocación de la puerta trasera. Con la longitud total que hay (3,4 metros), se nos antoja una obra de ingeniería encajar las puertas traseras en las carrocerías cinco puertas. Así, si trazamos una línea recta desde el eje trasero, nos encontraremos, casi, el tirador de la puerta de atrás. Y todo, eso sí, muy redondeado y con dominio absoluto de las líneas curvas (en los pasos de rueda, en el capó, en los paragolpes…).No estamos ante un vehículo deportivo, se trata de un utilitario para la ciudad. Si tenemos claras estas dos afirmaciones, comprendemos que estamos ante un producto muy válido para la urbe, ágil y divertido de conducir, pero al que no podemos pedir ni aceleraciones brutales, ni recuperaciones de escándalo.Con esto no queremos decir que su uso fuera de la urbe esté coartado, en absoluto, pero sí que su hábitat natural es la ciudad.

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Casi todas las marcas apuestan por los pequeños utilitarios. Pero, ¿a qué clase de demandas atienden? ¿Son tan útiles como parece? ¿Pueden basar todo su potencial en el tamaño?

El Citroën C1 es uno de esos perfectos segundos o terceros coches: tamaño reducido y ágil en ciudad. Pero, ¿merece la pena desembolsar casi 10.000 euros en un vehículo de estas características? Sólo contamos con cuatro plazas, el maletero es casi simbólico y el grado de confort no es muy elevado (bastante ruidoso). Nosotros hemos probado el “tope de gama" de gasolina. Monta un propulsor de un litro de cilindrada que anuncia una potencia de 68 CV, pero que ha ofrecido 74 CV en nuestro banco de rodillos. Se trata de un motor que sube muy rápido de vueltas y que ofrece lo mejor de sí a partir de las 4.000 vueltas. El problema que hay es que, a ese régimen, el propulsor está tan revolucionado que el ruido es enorme. Como el aislamiento entre motor y habitáculo no es muy correcto, el ruido se filtra al interior y, en ocasiones, resulta molesto.Lo que sí nos ha gustado es la elasticidad del motor, que se mantiene en torno a 9-10 mkg, y aunque no es excesiva, sí es suficiente para impulsar con alegría al pequeño Citroën. Acoplada a este motor, encontramos una caja de cambios manual de cinco relaciones, cuyo funcionamiento, si bien no nos llega a disgustar del todo, nos parece poco preciso. Sin entrar a juzgar lo que han hecho o no los responsables de Citroën, sí opinamos que lo ideal hubiera sido montar una transmisión automática.Dejemos a un lado la mecánica y la transmisión, para centrarnos en las impresiones que nos sugiere el C1 a primera vista. Se trata de un coche simpático, cuyos “ojitos" lo diferencian frente a un Peugeot 107 y un Toyota Aygo, sus primos con los que comparte plataforma, mecánica y muchos, muchos más elementos. Sus formas redondeadas y aparentemente recogidas esconden unas dimensiones de 1,8 metros de anchura, más de lo que parece.En el frontal, los faros se han colocado en “el extremo de los extremos" del capó, como en el Aygo, para dar mayor amplitud al conjunto. Son unos faros muy amplios y casi redondos que sobresalen del capó, si miramos al C1 de perfil. En la parte trasera, los pilotos tampoco nos dejan indiferentes: dos “huevitos" a ambos lados de la luneta, que, como en el pequeño Toyota, hace las veces de portón trasero.

De perfil, este C1 nos recuerda un poco al C2: el pequeño espoiler trasero donde se ubica la tercera luz de freno y el morro tan recogido son señas de identidad de su hermano mayor. Lo que más llama la atención en estos pequeños utilitarios es la colocación de la puerta trasera. Con la longitud total que hay (3,4 metros), se nos antoja una obra de ingeniería encajar las puertas traseras en las carrocerías cinco puertas. Así, si trazamos una línea recta desde el eje trasero, nos encontraremos, casi, el tirador de la puerta de atrás. Y todo, eso sí, muy redondeado y con dominio absoluto de las líneas curvas (en los pasos de rueda, en el capó, en los paragolpes…).No estamos ante un vehículo deportivo, se trata de un utilitario para la ciudad. Si tenemos claras estas dos afirmaciones, comprendemos que estamos ante un producto muy válido para la urbe, ágil y divertido de conducir, pero al que no podemos pedir ni aceleraciones brutales, ni recuperaciones de escándalo.Con esto no queremos decir que su uso fuera de la urbe esté coartado, en absoluto, pero sí que su hábitat natural es la ciudad.