Son las versiones Diesel más potentes. De números tan vistosos como anecdóticos, ante el exitoso equilibrio que representan hoy día las versiones de 100/120 CV, los llamados ecológicos, cumplidores de bajar de los 120 g/km de CO2 que les excluye de pagar el impuesto de matriculación. Los 150 CV del C4 y los 160 del Astra y Mégane quizás los tilden de «sobremotorizados», de estar socialmente mal vistos en nuestras radarizadas carreteras, pero números aparte, aportan también mucho agrado de conducción y seguridad dinámica por la solvencia con que se desenvuelven en todo tipo de situaciones, sin importar la carga, el recorrido o el obstáculo. Como versiones estrella de sus gamas, se adornan con el mejor equipamiento disponible, tanto para enriquecerse, como especializarse según la orientación marcada por cada fabricante. Si en otras versiones mecánicas, C4, Astra y Mégane pudieran querer más o menos cortejar a un mismo cliente, entre estas la diversidad de criterios lleva a marcar más diferencias entre ellas.
C4 y Mégane representan claramente los dos extremos en este apartado, dos puestas en escena diametralmente opuestas. Como buen Citroën, esta versión del C4 muestra, aun más si cabe, un refinamiento de marcha exquisito, basado en una cuidadísima filtración de rodadura (y mecánica) que transmite un encomiable confort que entusiasmará, como poco, al afín a la marca. En su caso, han sido los hombres de Renault Sport los que han definido el bastidor de este Mégane con apelativo GT, que toma algunas especificaciones de sus versiones RS. Aquí, la filtración se cambia por un hilo de comunicación conductor-coche-asfalto directísimo e informativo, de acción reacción inmediata, de preciosistas movimientos, que nunca entusiasmaría a aquél convencido propietario del C4 y sí al que, jubilado su GTI, quiere mantener esa filosofía de eternamente joven en su nuevo Diesel.
Ante estas dos propuestas, el Astra no se define con la misma intensidad, pero una amortiguación variable opcional con tres leyes de trabajo (sólo disponible en el Opel) hace del Astra, a toque de tecla, un coche más riguroso de tacto y movimientos que el Citroën en curva y a alta velocidad; como más cómodo y relajado que el Mégane en asfaltos rugosos y trazados rápidos. Pero también hay que decir, que en su posición Sport no llega a la definición del Mégane y en la cómoda posición Tour no alcanza la finura de pisada del C4.
Queda claro, entonces, que este Mégane de chasis rebajado de altura (
Nos atrevemos a calificar también de excelente al «modulable» Astra, asentado sobre una enorme huella de pisada, pero, por comparación, ya hemos comentado que no tiene la afinada puesta a punto del Mégane y, por tanto, no transmite su sobre-confianza. Sí puede ser más equilibrado para todo uso, especialmente porque si no nos concienciamos de la deportividad del Mégane, éste puede resultar un coche más cansino e incómodo.
Esta percepción no aparece nunca en el C4, extraordinario rodador de largas distancias, como tampoco la mayor o menor rigurosidad de guiado de sus rivales en los movimientos más enérgicos. Una cuestión quizás más de tacto, porque sus trayectorias salen como las planteamos. Es su constante suavidad la que nos hace dudar, porque gira, apoya y tracciona limpiamente, sin inquietantes reacciones derivadas de una carrocería que no por su comentada suavidad se siente suelta de amortiguación.
C4 | ASTRA | MÉGANE |
Confort de marcha | Preentación interior | Prestaciones |
Suavidad mecánica | Plazas traseras | Comportamiento dinámico |
Maletero | Comportamiento general | Maletero |
C4 | ASTRA | MÉGANE |
Cota de altura posterior | Muy pesado | Rueda de galleta |
Rueda de galleta | Ruido y vibraciones | Bacheo puntual |
Forma del volante | Desarrollos largos | Ruido de rodadura |
— Prestaciones y espacio
Son las versiones Diesel más potentes. De números tan vistosos como anecdóticos, ante el exitoso equilibrio que representan hoy día las versiones de 100/120 CV, los llamados ecológicos, cumplidores de bajar de los 120 g/km de CO2 que les excluye de pagar el impuesto de matriculación. Los 150 CV del C4 y los 160 del Astra y Mégane quizás los tilden de «sobremotorizados», de estar socialmente mal vistos en nuestras radarizadas carreteras, pero números aparte, aportan también mucho agrado de conducción y seguridad dinámica por la solvencia con que se desenvuelven en todo tipo de situaciones, sin importar la carga, el recorrido o el obstáculo. Como versiones estrella de sus gamas, se adornan con el mejor equipamiento disponible, tanto para enriquecerse, como especializarse según la orientación marcada por cada fabricante. Si en otras versiones mecánicas, C4, Astra y Mégane pudieran querer más o menos cortejar a un mismo cliente, entre estas la diversidad de criterios lleva a marcar más diferencias entre ellas.
C4 y Mégane representan claramente los dos extremos en este apartado, dos puestas en escena diametralmente opuestas. Como buen Citroën, esta versión del C4 muestra, aun más si cabe, un refinamiento de marcha exquisito, basado en una cuidadísima filtración de rodadura (y mecánica) que transmite un encomiable confort que entusiasmará, como poco, al afín a la marca. En su caso, han sido los hombres de Renault Sport los que han definido el bastidor de este Mégane con apelativo GT, que toma algunas especificaciones de sus versiones RS. Aquí, la filtración se cambia por un hilo de comunicación conductor-coche-asfalto directísimo e informativo, de acción reacción inmediata, de preciosistas movimientos, que nunca entusiasmaría a aquél convencido propietario del C4 y sí al que, jubilado su GTI, quiere mantener esa filosofía de eternamente joven en su nuevo Diesel.
Ante estas dos propuestas, el Astra no se define con la misma intensidad, pero una amortiguación variable opcional con tres leyes de trabajo (sólo disponible en el Opel) hace del Astra, a toque de tecla, un coche más riguroso de tacto y movimientos que el Citroën en curva y a alta velocidad; como más cómodo y relajado que el Mégane en asfaltos rugosos y trazados rápidos. Pero también hay que decir, que en su posición Sport no llega a la definición del Mégane y en la cómoda posición Tour no alcanza la finura de pisada del C4.
Queda claro, entonces, que este Mégane de chasis rebajado de altura (
Nos atrevemos a calificar también de excelente al «modulable» Astra, asentado sobre una enorme huella de pisada, pero, por comparación, ya hemos comentado que no tiene la afinada puesta a punto del Mégane y, por tanto, no transmite su sobre-confianza. Sí puede ser más equilibrado para todo uso, especialmente porque si no nos concienciamos de la deportividad del Mégane, éste puede resultar un coche más cansino e incómodo.
Esta percepción no aparece nunca en el C4, extraordinario rodador de largas distancias, como tampoco la mayor o menor rigurosidad de guiado de sus rivales en los movimientos más enérgicos. Una cuestión quizás más de tacto, porque sus trayectorias salen como las planteamos. Es su constante suavidad la que nos hace dudar, porque gira, apoya y tracciona limpiamente, sin inquietantes reacciones derivadas de una carrocería que no por su comentada suavidad se siente suelta de amortiguación.
C4 | ASTRA | MÉGANE |
Confort de marcha | Preentación interior | Prestaciones |
Suavidad mecánica | Plazas traseras | Comportamiento dinámico |
Maletero | Comportamiento general | Maletero |
C4 | ASTRA | MÉGANE |
Cota de altura posterior | Muy pesado | Rueda de galleta |
Rueda de galleta | Ruido y vibraciones | Bacheo puntual |
Forma del volante | Desarrollos largos | Ruido de rodadura |
— Prestaciones y espacio
Son las versiones Diesel más potentes. De números tan vistosos como anecdóticos, ante el exitoso equilibrio que representan hoy día las versiones de 100/120 CV, los llamados ecológicos, cumplidores de bajar de los 120 g/km de CO2 que les excluye de pagar el impuesto de matriculación. Los 150 CV del C4 y los 160 del Astra y Mégane quizás los tilden de «sobremotorizados», de estar socialmente mal vistos en nuestras radarizadas carreteras, pero números aparte, aportan también mucho agrado de conducción y seguridad dinámica por la solvencia con que se desenvuelven en todo tipo de situaciones, sin importar la carga, el recorrido o el obstáculo. Como versiones estrella de sus gamas, se adornan con el mejor equipamiento disponible, tanto para enriquecerse, como especializarse según la orientación marcada por cada fabricante. Si en otras versiones mecánicas, C4, Astra y Mégane pudieran querer más o menos cortejar a un mismo cliente, entre estas la diversidad de criterios lleva a marcar más diferencias entre ellas.
C4 y Mégane representan claramente los dos extremos en este apartado, dos puestas en escena diametralmente opuestas. Como buen Citroën, esta versión del C4 muestra, aun más si cabe, un refinamiento de marcha exquisito, basado en una cuidadísima filtración de rodadura (y mecánica) que transmite un encomiable confort que entusiasmará, como poco, al afín a la marca. En su caso, han sido los hombres de Renault Sport los que han definido el bastidor de este Mégane con apelativo GT, que toma algunas especificaciones de sus versiones RS. Aquí, la filtración se cambia por un hilo de comunicación conductor-coche-asfalto directísimo e informativo, de acción reacción inmediata, de preciosistas movimientos, que nunca entusiasmaría a aquél convencido propietario del C4 y sí al que, jubilado su GTI, quiere mantener esa filosofía de eternamente joven en su nuevo Diesel.
Ante estas dos propuestas, el Astra no se define con la misma intensidad, pero una amortiguación variable opcional con tres leyes de trabajo (sólo disponible en el Opel) hace del Astra, a toque de tecla, un coche más riguroso de tacto y movimientos que el Citroën en curva y a alta velocidad; como más cómodo y relajado que el Mégane en asfaltos rugosos y trazados rápidos. Pero también hay que decir, que en su posición Sport no llega a la definición del Mégane y en la cómoda posición Tour no alcanza la finura de pisada del C4.
Queda claro, entonces, que este Mégane de chasis rebajado de altura (
Nos atrevemos a calificar también de excelente al «modulable» Astra, asentado sobre una enorme huella de pisada, pero, por comparación, ya hemos comentado que no tiene la afinada puesta a punto del Mégane y, por tanto, no transmite su sobre-confianza. Sí puede ser más equilibrado para todo uso, especialmente porque si no nos concienciamos de la deportividad del Mégane, éste puede resultar un coche más cansino e incómodo.
Esta percepción no aparece nunca en el C4, extraordinario rodador de largas distancias, como tampoco la mayor o menor rigurosidad de guiado de sus rivales en los movimientos más enérgicos. Una cuestión quizás más de tacto, porque sus trayectorias salen como las planteamos. Es su constante suavidad la que nos hace dudar, porque gira, apoya y tracciona limpiamente, sin inquietantes reacciones derivadas de una carrocería que no por su comentada suavidad se siente suelta de amortiguación.
C4 | ASTRA | MÉGANE |
Confort de marcha | Preentación interior | Prestaciones |
Suavidad mecánica | Plazas traseras | Comportamiento dinámico |
Maletero | Comportamiento general | Maletero |
C4 | ASTRA | MÉGANE |
Cota de altura posterior | Muy pesado | Rueda de galleta |
Rueda de galleta | Ruido y vibraciones | Bacheo puntual |
Forma del volante | Desarrollos largos | Ruido de rodadura |
— Prestaciones y espacio