BMW Serie 7

Tres meses antes de su lanzamiento, nos hemos puesto al volante del máximo representante del lujo y la tecnología de BMW. El nuevo Serie 7 demuestra que, pese a profundos cambios, se convierte más en una evolución generalizada que en una revolución.

BMW Serie 7
BMW Serie 7

No tocamos rutas abiertas al trafico, pero entre las pruebas en circuito rutero y las específicas entre conos en el circuito oval de Miramas, para determinar las mejoras en la agilidad y seguridad del nuevo modelo hay suficientes sensaciones como para definir con mucha precisión a la berlina más grande de BMW. La nueva generación del Serie 7 partía con una premisa estética muy clara: había que retomar la clientela desencantada con las macizas formas del actual modelo. Dicho y hecho. El nuevo diseño da preponderancia al morro, más largo y bajo. Sus grandes “riñones" sirven para acentuar la personalidad del coche y garantizar una mayor entrada de aire de refrigeración, algo que las nuevas mecánicas necesitan. El habitáculo resulta ligeramente más amplio y la zaga, antes altiva, ahora se difumina tras la luneta de forma elegante y suave. Aún así, el maletero ofrece medio metro cúbico de capacidad y, según indiscreciones, está ya preparado para alojar en sus cercanías el paquete de baterías que, a lo largo de la vida de esta generación, tendrá que instalar la futura versión híbrida. El coeficiente de penetración, que va de 0,29 a 0,31, según las versiones, demuestra que la estética ha tenido mayor peso que la pura eficacia para romper el aire. Sorprende, en la vista exterior, lo poco inclinado del parabrisas, congraciándose con los gustos habituales de clientes de corte tradicionalista. La carrocería esconde, bajo la pintura, la utilización de materiales ligeros, en concreto, aluminio, en buena parte de ella. El techo, las puertas, el capó y los paneles laterales son de este ligero metal así como distintas parte mecánicas, como por ejemplo, los bloques de los tres motores que compones su gama de lanzamiento.

El habitáculo se siente más grande desde el mismo momento en que se acomodas en él. Algo necesario, porque en la actual generación, el volumen de los recubrimientos y salpicadero hacía justo el espacio disponible. El diseño interior no resulta una ruptura frente a su antecesor aunque sí se siente más equilibrado y elegante. El confort de marcha es excelente pero, en principio, no parece un parámetro en el que la ganancia haya sido importante frente a su antecesor. Sorprende, hasta cierto punto, la vuelta atrás en la colocación de la palanca de cambios, hasta ahora tras el volante, y en el nuevo, otra vez en la consola central. Aquí es más sencillo el manejo, sobre todo para los acostumbrados a este emplazamiento, pero se pierde el aura de modernidad que potencia aquella otra colocación. El bastidor del nuevo Serie 7 incluye dos novedades importantes: la suspensión delantera por dos triángulos superpuestos y la introducción de la dirección en las cuatro ruedas. Con la primera se pretende una optimización del agarre del tren delantero eliminando interferencias parásitas del trabajo de la suspensión sobre el comportamiento de la dirección. Detrás, las ruedas giran en sentido opuesto a las delanteras por debajo de los 60 km/h mientras que más allá de esta velocidad, lo hacen en el mismo. Con este sistema, que funciona mediante un motor eléctrico gestionado por un ordenador que recibe datos de múltiples sensores, se consigue tanto mejorar la maniobrabilidad a baja velocidad –el diámetro de giro se reduce en 70 cm- como una mejor seguridad y precisión en los cambios de carril realizados a alto ritmo.

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No tocamos rutas abiertas al trafico, pero entre las pruebas en circuito rutero y las específicas entre conos en el circuito oval de Miramas, para determinar las mejoras en la agilidad y seguridad del nuevo modelo hay suficientes sensaciones como para definir con mucha precisión a la berlina más grande de BMW. La nueva generación del Serie 7 partía con una premisa estética muy clara: había que retomar la clientela desencantada con las macizas formas del actual modelo. Dicho y hecho. El nuevo diseño da preponderancia al morro, más largo y bajo. Sus grandes “riñones" sirven para acentuar la personalidad del coche y garantizar una mayor entrada de aire de refrigeración, algo que las nuevas mecánicas necesitan. El habitáculo resulta ligeramente más amplio y la zaga, antes altiva, ahora se difumina tras la luneta de forma elegante y suave. Aún así, el maletero ofrece medio metro cúbico de capacidad y, según indiscreciones, está ya preparado para alojar en sus cercanías el paquete de baterías que, a lo largo de la vida de esta generación, tendrá que instalar la futura versión híbrida. El coeficiente de penetración, que va de 0,29 a 0,31, según las versiones, demuestra que la estética ha tenido mayor peso que la pura eficacia para romper el aire. Sorprende, en la vista exterior, lo poco inclinado del parabrisas, congraciándose con los gustos habituales de clientes de corte tradicionalista. La carrocería esconde, bajo la pintura, la utilización de materiales ligeros, en concreto, aluminio, en buena parte de ella. El techo, las puertas, el capó y los paneles laterales son de este ligero metal así como distintas parte mecánicas, como por ejemplo, los bloques de los tres motores que compones su gama de lanzamiento.

El habitáculo se siente más grande desde el mismo momento en que se acomodas en él. Algo necesario, porque en la actual generación, el volumen de los recubrimientos y salpicadero hacía justo el espacio disponible. El diseño interior no resulta una ruptura frente a su antecesor aunque sí se siente más equilibrado y elegante. El confort de marcha es excelente pero, en principio, no parece un parámetro en el que la ganancia haya sido importante frente a su antecesor. Sorprende, hasta cierto punto, la vuelta atrás en la colocación de la palanca de cambios, hasta ahora tras el volante, y en el nuevo, otra vez en la consola central. Aquí es más sencillo el manejo, sobre todo para los acostumbrados a este emplazamiento, pero se pierde el aura de modernidad que potencia aquella otra colocación. El bastidor del nuevo Serie 7 incluye dos novedades importantes: la suspensión delantera por dos triángulos superpuestos y la introducción de la dirección en las cuatro ruedas. Con la primera se pretende una optimización del agarre del tren delantero eliminando interferencias parásitas del trabajo de la suspensión sobre el comportamiento de la dirección. Detrás, las ruedas giran en sentido opuesto a las delanteras por debajo de los 60 km/h mientras que más allá de esta velocidad, lo hacen en el mismo. Con este sistema, que funciona mediante un motor eléctrico gestionado por un ordenador que recibe datos de múltiples sensores, se consigue tanto mejorar la maniobrabilidad a baja velocidad –el diámetro de giro se reduce en 70 cm- como una mejor seguridad y precisión en los cambios de carril realizados a alto ritmo.

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No tocamos rutas abiertas al trafico, pero entre las pruebas en circuito rutero y las específicas entre conos en el circuito oval de Miramas, para determinar las mejoras en la agilidad y seguridad del nuevo modelo hay suficientes sensaciones como para definir con mucha precisión a la berlina más grande de BMW. La nueva generación del Serie 7 partía con una premisa estética muy clara: había que retomar la clientela desencantada con las macizas formas del actual modelo. Dicho y hecho. El nuevo diseño da preponderancia al morro, más largo y bajo. Sus grandes “riñones" sirven para acentuar la personalidad del coche y garantizar una mayor entrada de aire de refrigeración, algo que las nuevas mecánicas necesitan. El habitáculo resulta ligeramente más amplio y la zaga, antes altiva, ahora se difumina tras la luneta de forma elegante y suave. Aún así, el maletero ofrece medio metro cúbico de capacidad y, según indiscreciones, está ya preparado para alojar en sus cercanías el paquete de baterías que, a lo largo de la vida de esta generación, tendrá que instalar la futura versión híbrida. El coeficiente de penetración, que va de 0,29 a 0,31, según las versiones, demuestra que la estética ha tenido mayor peso que la pura eficacia para romper el aire. Sorprende, en la vista exterior, lo poco inclinado del parabrisas, congraciándose con los gustos habituales de clientes de corte tradicionalista. La carrocería esconde, bajo la pintura, la utilización de materiales ligeros, en concreto, aluminio, en buena parte de ella. El techo, las puertas, el capó y los paneles laterales son de este ligero metal así como distintas parte mecánicas, como por ejemplo, los bloques de los tres motores que compones su gama de lanzamiento.

El habitáculo se siente más grande desde el mismo momento en que se acomodas en él. Algo necesario, porque en la actual generación, el volumen de los recubrimientos y salpicadero hacía justo el espacio disponible. El diseño interior no resulta una ruptura frente a su antecesor aunque sí se siente más equilibrado y elegante. El confort de marcha es excelente pero, en principio, no parece un parámetro en el que la ganancia haya sido importante frente a su antecesor. Sorprende, hasta cierto punto, la vuelta atrás en la colocación de la palanca de cambios, hasta ahora tras el volante, y en el nuevo, otra vez en la consola central. Aquí es más sencillo el manejo, sobre todo para los acostumbrados a este emplazamiento, pero se pierde el aura de modernidad que potencia aquella otra colocación. El bastidor del nuevo Serie 7 incluye dos novedades importantes: la suspensión delantera por dos triángulos superpuestos y la introducción de la dirección en las cuatro ruedas. Con la primera se pretende una optimización del agarre del tren delantero eliminando interferencias parásitas del trabajo de la suspensión sobre el comportamiento de la dirección. Detrás, las ruedas giran en sentido opuesto a las delanteras por debajo de los 60 km/h mientras que más allá de esta velocidad, lo hacen en el mismo. Con este sistema, que funciona mediante un motor eléctrico gestionado por un ordenador que recibe datos de múltiples sensores, se consigue tanto mejorar la maniobrabilidad a baja velocidad –el diámetro de giro se reduce en 70 cm- como una mejor seguridad y precisión en los cambios de carril realizados a alto ritmo.

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No tocamos rutas abiertas al trafico, pero entre las pruebas en circuito rutero y las específicas entre conos en el circuito oval de Miramas, para determinar las mejoras en la agilidad y seguridad del nuevo modelo hay suficientes sensaciones como para definir con mucha precisión a la berlina más grande de BMW. La nueva generación del Serie 7 partía con una premisa estética muy clara: había que retomar la clientela desencantada con las macizas formas del actual modelo. Dicho y hecho. El nuevo diseño da preponderancia al morro, más largo y bajo. Sus grandes “riñones" sirven para acentuar la personalidad del coche y garantizar una mayor entrada de aire de refrigeración, algo que las nuevas mecánicas necesitan. El habitáculo resulta ligeramente más amplio y la zaga, antes altiva, ahora se difumina tras la luneta de forma elegante y suave. Aún así, el maletero ofrece medio metro cúbico de capacidad y, según indiscreciones, está ya preparado para alojar en sus cercanías el paquete de baterías que, a lo largo de la vida de esta generación, tendrá que instalar la futura versión híbrida. El coeficiente de penetración, que va de 0,29 a 0,31, según las versiones, demuestra que la estética ha tenido mayor peso que la pura eficacia para romper el aire. Sorprende, en la vista exterior, lo poco inclinado del parabrisas, congraciándose con los gustos habituales de clientes de corte tradicionalista. La carrocería esconde, bajo la pintura, la utilización de materiales ligeros, en concreto, aluminio, en buena parte de ella. El techo, las puertas, el capó y los paneles laterales son de este ligero metal así como distintas parte mecánicas, como por ejemplo, los bloques de los tres motores que compones su gama de lanzamiento.

El habitáculo se siente más grande desde el mismo momento en que se acomodas en él. Algo necesario, porque en la actual generación, el volumen de los recubrimientos y salpicadero hacía justo el espacio disponible. El diseño interior no resulta una ruptura frente a su antecesor aunque sí se siente más equilibrado y elegante. El confort de marcha es excelente pero, en principio, no parece un parámetro en el que la ganancia haya sido importante frente a su antecesor. Sorprende, hasta cierto punto, la vuelta atrás en la colocación de la palanca de cambios, hasta ahora tras el volante, y en el nuevo, otra vez en la consola central. Aquí es más sencillo el manejo, sobre todo para los acostumbrados a este emplazamiento, pero se pierde el aura de modernidad que potencia aquella otra colocación. El bastidor del nuevo Serie 7 incluye dos novedades importantes: la suspensión delantera por dos triángulos superpuestos y la introducción de la dirección en las cuatro ruedas. Con la primera se pretende una optimización del agarre del tren delantero eliminando interferencias parásitas del trabajo de la suspensión sobre el comportamiento de la dirección. Detrás, las ruedas giran en sentido opuesto a las delanteras por debajo de los 60 km/h mientras que más allá de esta velocidad, lo hacen en el mismo. Con este sistema, que funciona mediante un motor eléctrico gestionado por un ordenador que recibe datos de múltiples sensores, se consigue tanto mejorar la maniobrabilidad a baja velocidad –el diámetro de giro se reduce en 70 cm- como una mejor seguridad y precisión en los cambios de carril realizados a alto ritmo.

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