El nuevo Mercedes CLA está haciendo furor y la verdad es que no le faltan argumentos para ello. Allá por donde pasa llama la atención por su diseño, con una trasera que hace girar cabezas a su paso enmarcada en líneas de corte coupé, siguiendo la fórmula que en su momento hizo célebre al CLS, es decir, no prescindir de las cuatro puertas. Pero esta vez su público es otro, ya que se trata de la berlina de acceso a la marca de la estrella, por lo que el tamaño de su carrocería es bastante más reducido. O no tanto, porque con 4,63 metros de longitud es más largo que un Clase C (4,58 m) y que un Clase C Coupé (4,59 m), que están posicionados por encima en la organización de la gama, al derivar el CLA del compacto Clase A. El nuevo Clase C, que llega en marzo de 2014, aumenta su longitud hasta 4,69 m.
Teniendo esto en cuenta, el Mercedes CLA entraría también en el terreno del BMW Serie 3, y no de cualquier versión si nos atenemos a su precio de venta. El CLA 250, que equipa de serie cambio pilotado de doble embrague 7G-DCT, cuesta casi lo mismo que un 328i incluso si dotamos a este último con la transmisión automática opcional ZF de 8 relaciones, y aquí entran en juego una serie de comparaciones que podrían ser odiosas. Sin ir más lejos, una diferencia de potencia nada desdeñable: 245 CV en el BMW, frente a 211 en el Mercedes, ambos con 2 litros de cubicaje.
En cualquier caso, estamos ante dos motores de gasolina de referencia, con una entrega de par tempranísima (1.250 y 1.200 rpm, respectivamente) que repercute directamente en el agrado de uso. Pocos coches, exceptuando los eléctricos o modelos atmosféricos de muy alta cilindrada, pueden presumir de una salida desde la parte baja del cuentavueltas tan eficaz y con tan buenas formas, quizá incluso más en el caso del Mercedes —sobre todo en 2ª, que es ligeramente más corta que la del BMW—, aunque la diferencia es insignificante y luego el BMW lo recupera con sus 34 CV adicionales.
En ambos casos el turbo tiene una respuesta de lo más inmediata, lineal y sin apenas inercia. Al mismo tiempo resultan muy dosificables —algo más el BMW—, por lo que se adaptan más que satisfactoriamente a todo tipo de situación. Se puede hacer una utilización muy sosegada abusando de marchas largas cuando circulamos por ciudad, o explotar la deportividad de sus bastidores en una carretera de montaña sin necesidad de sobrepasar las 4.000 vueltas. Por arriba queda aún empuje, sobre todo en el 328i, pero ni de lejos tan brillante como en la zona media y baja del cuentavueltas. De hecho, entre 5.000 rpm y el corte de inyección, a 7.000 vueltas, es cuando se va suavizando la contundente entrega del 328i, que se nota más prestacional que el CLA en todo momento. Utilizar sus respectivos cambios en modo manual es la mejor forma de disfrutar sus mecánicas. El CLA, únicamente mediante las levas del volante; el BMW, accionando la palanca de forma secuencial, pero mejor aún mediante las levas opcionales, ya que 8 velocidades acaban siendo demasiadas y obligarían a llevar casi constantemente una mano en la palanca.
En reducciones es más inmediato el cambio ZF del 328i, sobre todo si son varias marchas de golpe, además resulta muy suave en todo momento. El 7G-DCT del Mercedes, por su parte, va muy bien en líneas generales pero puede llegar a dar algún tirón. Por lo demás no hay pegas, ni siquiera en las siempre delicadas maniobras de aparcamiento, ya que en dicha situación logra mayor precisión que cualquier otro cambio de doble embrague que hayamos probado hasta la fecha. En cuanto a la gestión automática, resulta algo mejor en el BMW, que decide antes la marcha a insertar.
¿Y en cuanto a deportividad? Mira peso y potencia y sabrás cuál es más rápido. Pero en comportamiento los dos tienen mucho que decir. El CLA, con un tren trasero muy sujeto y tan fácil que te deja concentrarte al 100% en lograr eficaces trazadas de tiralíneas. Su dirección es más incisiva y la suspensión, bastante más firme que la del BMW. Por tanto, los cambios de apoyo resultan muy inmediatos, aunque se sacrifica confort. El límite de agarre viene marcado por una leve deriva del tren delantero, pero a qué ritmo, y aún te deja cerrar un poco más el giro antes de que aparezca mayor subviraje, aunque ya te arriesgas a que intervenga el ESP —incluso cuando está "desconectado"—. Sus ruedas delanteras digieren bien la potencia y el coche tracciona sin problemas, aunque si no quieres que se abra la trayectoria en plena curva no puedes acelerar tan pronto como en el BMW, que se conduce más a base de gas y te deja redondear los giros con un tren trasero que aporta agilidad cuando se lo pides. Su velocidad de paso por curva llega a ser aún mayor que la del CLA, pero es más exigente, y la cómoda suspensión de serie no ayuda a lograr precisión cuando se aproxima o se supera el límite de adherencia de los neumáticos. De igual forma, debido al suave tarado tarda más en apoyar que el CLS, aunque esto se contrarresta con una trasera que induce el giro muy pronto y logra un comportamiento muy equilibrado.
Más coche. Así es a fin de cuentas como se siente el BMW, con un tacto aún más impecable que el Mercedes, más cómodo y con mejor estabilidad lineal a alta velocidad, pues en autopista hay que corregir con menos frecuencia la trayectoria. Por otro lado, su dirección progresiva está mejor resuelta, ya que, además de informar mejor, resulta más imperceptible el salto entre la zona central, más desmultiplicada, y la más directa una vez que has superado cierto ángulo de giro del volante. La expresión viajar como un señor encaja más con lo que ofrece el modelo bávaro, mientras que el CLS responde a un carácter más joven, pero también lleno de atractivos, aunque condicionado por unas plazas traseras algo justas.
A la hora de valorar lo que ofrece cada uno no hay que dejarse engañar por sus precios de partida. Teniendo en cuenta su mayor nivel de potencia y que pertenece a un segmento superior, el BMW podría parecer hasta barato al lado del CLA, aunque configurar la lista de elementos opcionales al gusto de cada uno puede acarrear un incremento considerable en el precio final —casi 8.000 euros, en nuestro caso—. Hay mucho para elegir, algunas cosas casi obligatorias, como los faros automáticos bi-xenón o el sensor de lluvia, y otras más relacionadas con el placer de conducción o el confort de uso, ya sea Head-Up Display en color, suspensión adaptativa, dirección progresiva (de serie en el CLA) o una simple conexión Bluetooth.
En el Mercedes, por el contrario, no se hace tan necesario recurrir a extras, ya que viene más completo de base. Eso sí, la lista de opciones y "packs" es tan extensa como suele ser habitual en la marca y afecta tanto a elementos decorativos, que pueden ser incluso de fibra de carbono, como a suspensiones, conectividad o un escape de sonido más deportivo. Si quieres gastar, e incluso derrochar, los dos abruman con todo lo que ponen a tu disposición.