Un interior agridulce
El carácter deportivo que hemos “sufrido" al volante se deja sentir en todo el habitáculo. Apenas sentarnos al volante ya vemos de qué va la cosa. El protagonista es el conductor y todo se ha puesto al servicio de la conducción. El habitáculo del Alfa destaca por la belleza del conjunto. No hay coche en el segmento que, en conjunto, esté tan bien acabado, tan cuidadosamente dibujado y tan vanguardista.Los materiales escogidos son de primera línea, lo mismo que el tacto de todos los mandos, pura seda. Magnífico el volante, con los mandos del equipo de sonido y las formas y texturas de la competición.
No es tan reseñable la visibilidad. Los espejos, elegantes y estilizados, resultan pequeños. La luneta trasera tampoco es precisamente un ventanal.
Los aireadores del aire acondicionado son muy bonitos, pero cumplen mal su misión al ser pequeños y difíciles de orientar.
Las plazas traseras pecan también de reducidas, sobre todo en el espacio para las rodillas. En el maletero, más de lo mismo, poco hueco para la carga.
Este Alfa que probamos lleva el acabado Distinctive, que no es el mejor de la gama, pero tampoco se queda corto. En la dotación de serie este modelo incluye elementos como el climatizador bi-zona, el volante con los mandos del sonido y regulable en altura y profundidad, asientos con regulación lumbar y ordenador de viaje. El apartado de seguridad incluye seis airbags (incluyendo los laterales), llantas de aleación, control de tracción, control de velocidad de crucero y ABS.
Para contar con más equipo hay que pasar al listado de opciones. En él encontramos disponible el control de estabilidad, que cuesta 722 euros; los faros de xenon (780 euros), la pintura metalizada (271 euros), el navegador por satélite (980 euros), la tapicería en piel (1.503 euros) y el techo practicable, que sale por 601 euros.
Al hacer balance nos encontramos con un vehículo complicado a la hora de comprar. El precio base de 22.300 euros no incluye muchas cosas que otros sí dan por esa tarifa. A cambio, permite disfrutar de un motor realmente bueno encastrado en un conjunto mecánico que satisfará al “piloto" más exigente. La decisión es difícil y, seguramente, provocará una lucha entre la cabeza y el corazón. Entre la parte que nos pide funcionalidad y racionalidad y la que nos reclama emoción y deportividad.