"Es beneficioso para los peces y los pescadores", dice Jennifer Raynor, economista de la Universidad de Wisconsin-Madison y coautora del estudio, que se publicó el 20 de octubre en Science.
Los resultados destacan el valor de las áreas marinas protegidas a gran escala, un tipo de gestión ambiental que ha surgido en las últimas dos décadas, principalmente en el Océano Pacífico, señala Kekuewa Kikiloi, quien estudia la cultura hawaiana en la Universidad de Hawái, en Manoa. Los países de todo el mundo se han comprometido a proteger el 30 % de sus tierras y océanos para 2030.
Investigaciones anteriores mostraron que las áreas marinas protegidas pueden ayudar a restaurar las poblaciones de criaturas que no se mueven mucho o nada, como los corales y las langostas
Investigaciones anteriores mostraron que las áreas marinas protegidas pueden ayudar a restaurar las poblaciones de criaturas que no se mueven mucho o nada, como los corales y las langostas.
Raynor y sus colegas querían probar si las áreas también podrían impulsar la recuperación de especies migratorias y proporcionar beneficios indirectos para la pesca. Los investigadores observaron una de las áreas más grandes del mundo, el Monumento Nacional Marino Papahānaumokuākea de 1,5 millones de kilómetros cuadrados, que se creó en 2006 y se amplió en 2016 para proteger los recursos biológicos y culturales.

El equipo se centró en la pesquería de palangre de calado profundo de Hawái, que se dirige principalmente al atún de aleta amarilla (Thunnus albacares) y al patudo (Thunnus obesus).
Los investigadores analizaron los datos de captura recopilados en los barcos de pesca entre 2010 y finales de 2019. Luego, compararon las tasas de captura a varias distancias hasta 600 millas náuticas (1.111 kilómetros) del área protegida, antes y después de su expansión en 2016.
Las tasas de captura, definidas como la cantidad de peces capturados por cada 1.000 anzuelos desplegados, aumentaron, y éstas fueron mayores cuanto más cerca estaban los barcos de la zona de no pesca
Descubrieron que, después de la ampliación, las tasas de captura, definidas como la cantidad de peces capturados por cada 1.000 anzuelos desplegados, aumentaron, y éstas fueron mayores cuanto más cerca estaban los barcos de la zona de no pesca. A distancias de hasta 100 millas náuticas, la tasa de captura de rabil aumentó un 54 % y la de patudo un 12 %. Algunos otros tipos también aumentaron, pero no por estos márgenes tan significativos.
El tamaño del Monumento Nacional Marino Papahānaumokuākea, más de tres veces la superficie de California, probablemente jugó un papel en los efectos positivos, al igual que su forma.
Se extiende unos 2.000 kilómetros de oeste a este, protegiendo grandes extensiones de aguas oceánicas en latitudes tropicales. Esto significa que los peces tropicales. como el atún de aleta amarilla y el patudo, que tienden a moverse a lo largo de un eje este-oeste para permanecer en su rango de temperatura preferido, pueden viajar un largo camino y permanecer en la zona de no pesca.
Además, apunta Raynor, Papahānaumokuākea es un lugar de desove para el atún de aleta amarilla. Debido a que los animales no se alejan mucho de su lugar de nacimiento, la zona de no pesca proporciona refugio a ésta, lo que ayuda a los atunes a acumularse y reproducirse.

“Es emocionante ver que hay beneficios para la industria pesquera de esta área marina protegida”, declara David Kroodsma, director de investigación e innovación de Global Fishing Watch en Oakland, en California, una organización no gubernamental estadounidense que monitorea la actividad pesquera en todo el mundo.
Sin embargo, agrega, no está claro si los resultados se pueden generalizar a otras áreas del planeta.
Los hallazgos podrían ayudar a otros a diseñar áreas marinas protegidas para que los beneficios lleguen a la pesca
De todos modos, los hallazgos podrían ayudar a otros a diseñar áreas marinas protegidas para que los beneficios lleguen a la pesca, explica Steve Gaines, ecólogo marino de la Universidad de California, en Santa Bárbara. El estudio, agrega, “proporciona una plataforma para evaluar definitivamente qué funciona y qué no”.
Cogestionado por las poblaciones indígenas, el estado de Hawái y el gobierno de los EE UU, Papahānaumokuākea es un ejemplo de una estrategia de gestión colaborativa que une el conocimiento indígena y la ciencia moderna, aclara Kikiloi. El enfoque, añade, “también puede funcionar con éxito en otros lugares, si se le da la oportunidad”.
Fuente: Nature.