Verde, naranja, rojo. Verde para pasar. Naranja para precaución. Rojo para parar. En esencia, los nuevos semáforos inteligentes que la ciudad de Viena (Austria) acaba de instalar en algunas de sus calles no se diferencian demasiado de los tradicionales. Solo hay una cosa, sin embargo, que los hace diferentes: son inteligentes. Tienen, como si dijéramos, un cerebro capaz de recoger los datos más significativos y relevantes de su actividad diaria, analizarlos y mejorar con ellos su eficiencia. Tras el desarrollo de estos semáforos inteligentes se encuentra la inteligencia artificial (IA), dos años de investigación, y un equipo completo de expertos de la Universidad Tecnológica de Graz, dirigido por el investigador Horst Possegger.
El funcionamiento de los semáforos inteligentes es, en esencia, sencillo. Constan de una cámara que localiza a los peatones que se aproximan al semáforo en un área de ocho por cinco metros. Hasta ahí todo normal. Lo complicado llega ahora. El sistema funciona exclusivamente con información geométrica. Es decir, no solo es capaz de ubicar a los peatones cuando se aproximan, sino que se adelanta a su intención y activa de forma automática, en caso de que considere que van a cruzar, el disco rojo que frena los coches. Para poder hacer esto ha sido necesario desarrollar un software específico y eficiente, pero también un hardware lo suficientemente grande como para albergar en su interior un ordenador complejo, y lo suficientemente pequeño como para ser instalado en el cajetín del semáforo. A ello se añade la complejidad de tener que usar modelos de movimiento y de datos para poder desarrollar algoritmos de aprendizaje capaces de reconocer la intención de los peatones y adelantarse a sus movimientos.
Una de las ventajas de este nuevo sistema es que, además de lo anteriormente expuesto, el semáforo inteligente es capaz de controlar el paso de los viandantes, o lo que es lo mismo, si el número de peatones es elevado, mantiene el disco en verde hasta que el último de ellos ha cruzado la calle evitando así posibles accidentes. También es capaz de aprender. El semáforo inteligente determina patrones de ocupación y diseña a partir de ellos un modelo de funcionamiento mucho más eficiente, activando o desactivando los discos en momentos de mayor o menor tránsito.
Para que este proyecto lograra ver la luz no solo ha sido necesario solventar problemas de tipo técnico. Casi más complejos que aquellos han sido los burocráticos. Las restricciones de privacidad que imponen la toma de imágenes por las cámaras de los semáforos generaba ciertas dudas legales, especialmente cuando las imágenes grabadas incluían niños. El problema ha quedado solventado al conseguir que las imágenes se analizan localmente y en ningún momento salgan de la cámara.
Hasta ahora, la ciudad de Viena ha instalado tres semáforos inteligentes. Las previsiones señalan que serán 200 para 2020. Con estos semáforos, cuyo coste alcanza los 15.000 € por unidad, se espera mejorar la circulación y evitar esperas innecesarias tanto a peatones como a conductores.