¿Existe una relación directa entre el cambio climático y el aumento del riesgo de pandemias?

La organización WWF presenta un informe donde muestra que la alteración del equilibrio de los sistemas naturales por destrucción directa de hábitats, pérdida de biodiversidad, tráfico de especies, intensificación agrícola y ganadera aumentan notablemente el riesgo de aparición de enfermedades infecciosas transmisibles al ser humano.

Mundo Geo

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Desde que a finales del año pasado aparecieron los primeros casos de COVID-19 en la provincia china de Hubei, se ha especulado mucho sobre su origen. Todavía no se conoce con certeza su procedencia, aunque el reservorio natural más común de este tipo de virus son los murciélagos. Diferentes estudios están ahora intentando encontrar la especie intermedia que puede haber hecho que el virus salte a los humanos y, aunque el pangolín está en el punto de mira, aún no se ha podido demostrar de manera concluyente. Los pangolines son unos animales muy amenazados y ampliamente consumidos en los mercados chinos, cuyo comercio internacional está prohibido. 

En la actualidad se sigue sin saber el origen preciso de este virus, más allá de que su aparición está ligada al mercado de animales de Wuhan y de que se trata de una zoonosis, es decir, una enfermedad que se ha transmitido desde un animal al ser humano. 

Más del 70% de las enfermedades humanas de los últimos cuarenta años han sido transmitidas por animales salvajes

La OMS reconoce hasta 200 zoonosis. Entre ellas están la rabia, la leptospirosis, el ántrax, el Síndrome Agudo Respiratorio Severo (SARS), el Síndrome Respiratorio de Medio Oriente (MERS), la fiebre amarilla, el dengue, el SIDA, el ébola, la fiebre chikungunya y el COVID-19, pero también la gripe común. Más del 70% de las enfermedades humanas en los últimos cuarenta años han sido transmitidas por animales salvajes. 

Las zoonosis causan alrededor de mil millones de casos de enfermedades y millones de muertes cada año. Por todo ello se considera que las zoonosis transmitidas por animales silvestres podrían representar la amenaza más importante para la salud de la población mundial en el futuro. De hecho, la propia OMS ha incluido la llamada “enfermedad X” en su listado de los patógenos infecciosos que representan una mayor amenaza para la salud global por su potencial epidémico. Se trataría de una epidemia internacional muy importante debida a un patógeno todavía desconocido, pero probablemente de origen animal, que podría aparecer con efectos devastadores. 

La organización ecologista WWF acaba de presentar el informe Pérdida de naturaleza y pandemias. Un planeta sano por la salud de la humanidad en el que se defiende que la actual crisis de salud pública está directamente vinculada a la pérdida de biodiversidad, al tiempo que defiende que la conservación es la única garantía para prevenir futuras pandemias.

La ruta de las pandemias

Las 16 páginas del informe de WWF señalan cómo los científicos de todo el mundo son conscientes de que entre las causas de la propagación de las enfermedades infecciosas emergentes como el ébola, la fiebre hemorrágica de Marburgo, el SARS, el MERS, la fiebre del Valle del Rift, el zika y otras, hay factores importantes potenciados por la actividad descontrolada del ser humano, como la pérdida de hábitat, la creación de entornos artificiales, la manipulación y el comercio de animales salvajes y, en general, la destrucción de la biodiversidad. Veámos más en detalle algunas de ellas:

Pérdida de especies. La desaparición de especies o de poblaciones de las mismas altera notablemente las cadenas ecológicas y tróficas y reduce el control natural establecido por la propia naturaleza. Las primeras especies que suelen desaparecer son aquellas que más contribuyen al control de la propagación de vectores, normalmente especies predadoras o especialistas que dejan sitio a otras más oportunistas. Estos procesos están claramente ligados a enfermedades como el virus del Nilo, el síndrome pulmonar por hantavirus o la enfermedad de Lyme. 

La ruta de las pandemias. WWF
La ruta que siguen las pandemias, según WWF.

Destrucción de bosques y hábitats naturales. Son responsables al menos de la mitad de las zoonosis emergentes. La destrucción de bosques intactos debido a las talas, la minería, la construcción de carreteras en lugares remotos, las urbanizaciones rápidas y el crecimiento de la población, además de la desaparición de especies, provoca que las personas tengan un contacto más directo con especies de animales a las que nunca se habían aproximado, y con ello a las enfermedades que puedan albergar. 

Tráfico de especies silvestres y de carne de animales salvajes.  El comercio de animales salvajes y el consumo o contacto directo con restos de animales expone a los humanos al contacto con virus u otros patógenos de los que ese animal puede ser un huésped. Este negocio ilegal mueve entre 8.000 y 20.000 millones de euros al año. El pangolín, una de las especies señaladas como presunto origen del coronavirus, es el animal más traficado del mundo, con más de 100.000 ejemplares al año.

Intensificación de la agricultura y la ganadería. Una tercera parte de la superficie terrestre del mundo y casi el 75% de los recursos de agua dulce se dedican a la producción agrícola o ganadera, con el impacto que supone para la conservación de los ecosistemas naturales. El hacinamiento de animales en espacios reducidos y el uso masivo de determinadas medicinas, como antibióticos en la ganadería, para prevenir enfermedades contribuye a la transimisión de enfermedades y a la creación de cepas súper resistentes.

El cambio climático, un super amplificador

El calentamiento global es, según señala el informe de WWF, un factor que desempeña un doble papel en todos estos procesos relacionados con nuevas enfermedades. Por una parte, tiene un impacto directo por los propios daños que causa a la salud y, por otro, amplifica las principales amenazas que afectan a la biodiversidad y favorece la expansión de virus y bacterias, o de sus vectores, que prefieren ambientes húmedos y cálido.

Las olas de calor y los periodos con altas temperaturas prolongan las temporadas de riesgo de incendios, que cada vez son más voraces y destructivos, con la consiguiente pérdida de ecosistemas forestales. Debido al calentamiento global el hielo de todo el planeta se funde y libera gases, pero también virus de distintos tipos que han permanecido siglos retenidos. 

El calentamiento global amplifica las principales amenazas y favorece la exponasión de virus y bacterias, muchas de ellas totalmente nuevas y desconocidas para la ciencia

Cada vez son más los casos que hacen saltar las alarmas de los científicos. Así, la fusión de un glaciar chino podría haber liberado 33 especies de virus, 28 de ellas completamente desconocidas para la ciencia y con potencial de infección a humanos. Algo similar ocurre cuando se derriten los suelos permanentemente congelados (permafrost) de las zonas boreales, tal como se vio por ejemplo en 2016 con los brotes de ántrax en Rusia.

Cuando la solución pasa por conservar

El informe de WWF concluye que solo reconociendo que nuestra salud y bienestar están íntimamente ligados a los de la naturaleza y el planeta donde vivimos podremos proteger a nuestra especie de los efectos más nefastos de futuras pandemias. Para evitar que en el futuro se repitan nuevas y terribles pandemias como la del COVID-19 es imprescindible redoblar los esfuerzos para frenar la pérdida de biodiversidad y luchar contra el cambio climático.

En este sentido, señala el informe, en la última década se ha desarrollado a nivel global un movimiento llamado One health que defiende que la salud de los seres humanos está íntimamente ligada a la de los animales y del medio ambiente. La iniciativa, reconocida por múltiples organismos internacionales, expertos e investigadores, propone un enfoque multidisciplinar para afrontar los riesgos que se generan entre nuestro entorno de vida y de trabajo, las poblaciones de animales (domésticos y salvajes) y los diferentes ecosistemas.

Para lograrlo sería necesario frenar la extinción de especies abordando las principales amenazas: la persecución y sobrexplotación, la contaminación, las especies exóticas invasoras o el tráfico de especies. Al mismo tiempo, habría que conservar los ecosistemas naturales poniendo freno a las actividades más agresivas y apostando por modelos de gestión y explotación sostenibles, incrementando así la superficie de áreas protegidas y de zonas con una gestión sostenible de los recursos hasta llegar a cubrir la mitad del planeta.

El informe de WWF señala también que es imprescindible luchar contra el cambio climático y evitar una subida de temperatura global superior a 1,5°C. Para lograrlo habría que acelerar la transición energética hacia una economía descarbonizada con medidas urgentes para conseguir una energía 100% renovable y un transporte y una alimentación sostenibles.  Para ello, es necesario reducir la huella ecológica y garantizar que no se consumen más recursos de los que el planeta es capaz de generar. El cambio pasa pues por adoptar muchas medidas, pero una de las más importantes es cambiar el modo en que producimos y consumimos nuestros alimentos, una de las principales causas de pérdida de biodiversidad y de destrucción de los ecosistemas a escala global.

Para lograrlo, WWF pide a los gobiernos de todo el mundo, pero también a líderes políticos y empresariales, a expertos, científicos y ciudadanos, que se sumen al Acuerdo para la Naturaleza y las Personas y se comprometan a impulsar un cambio en las políticas y en el modo que vivimos, de manera que para 2030 sea posible alcanzar tres grandes metas: frenar la extinción de especies; acabar con la destrucción de hábitats y reducir a la mitad nuestra huella ecológica.

Solo así, consideran, podremos conseguir un planeta sano en el que los seres humanos puedan vivir sanos.