Gama Mercedes AMG

Tan sólo tres mecánicas dan vida a los 15 modelos que forman la actual gama AMG de Mercedes, todos ellos con personalidad propia y extrema. Nada mejor que un circuito para palpar de primera mano las marcadas diferencias que hay entre ellos.

Gama Mercedes AMG
Gama Mercedes AMG

“Un hombre, un motor" sigue siendo el lema de AMG, cuyos motores van firmados por el ingeniero que se encarga de la fabricación de cada unidad. Con esta filosofía tan especial se configura una gama de automóviles de ensueño que comparten 3 mecánicas, eso sí, con diferentes niveles de potencia y personalidad que los hacen únicos.

El propulsor AMG V8 de 5,5 litros lo podemos encontrar en el pequeño roadster SLK 55 AMG (360 CV) , así como en el todo-terreno G 55 AMG (507 CV) en una variante dotada de sobrealimentación por compresor volumétrico.

El motor AMG V8 atmosférico de 6,3 litros se emplea en las berlinas C 63 AMG (457 CV), E 63 AMG (525 CV), S 63 AMG (525 CV) , en los coupés CLS 63 AMG (514 CV) y CL 63 AMG (525 CV) , en el roadster SL 63 AMG (525 CV) y en el SUV ML 63 AMG (510 CV) . También es el corazón del último súperdeportivo de Mercedes, el SLS AMG (571 CV) , aunque para ello ha recibido profundas modificaciones, entre ellas un rediseño completo del sistema de succión, revisión del control de válvulas y de los árboles de levas, uso de un colector en abanico de tubos de acero de flujo optimizado y reducción de las pérdidas de presión del sistema de escape. Lubricación por cárter seco, cambio Transaxle y árbol de transmisión hueco realizado en fibra de carbono son otras de sus exclusividades.

Con más caballos todavía y sobrealimentación mediante dos turbocompresores, el motor AMG V12 biturbo de 6 litros se encarga de animar al modelo de representación S 65 AMG, al lujoso coupé CL 65 AMG y al roadster SL 65 AMG, todos ellos con la nada despreciable cifra de potencia de 612 CV. AMG ya ha anunciado otro nuevo motor para verano de 2010, cuya denominación interna es M 157. Se trata de un V8 biturbo, de 5,5 litros de cilindrada, que contará con potencias de entre 544 y 571 CV.

El circuito de Monteblanco, en Huelva, ha sido el escenario donde Mercedes ha decidido reunir a la mitad de su gama AMG, concretamente los modelos más deportivos: C 63 AMG, E 63 AMG, SLK 55 AMG, SL 63 AMG y el recién llegado SLS AMG. Cualquiera de estos coches cuenta con un comportamiento capaz de ponernos los pelos de punta, hasta el punto de que es absurdo probarlos en carretera. Únicamente en un circuito encontraremos algún punto flaco o, mejor dicho, alguna diferencia de carácter entre ellos, pues lo que en pista puede considerarse un defecto, en carretera abierta a veces resulta una virtud, y viceversa.

En primer lugar, hay que decir que el SLS está muy por encima del resto de modelos AMG en todo. Se puede rodar mucho más rápido sin apenas esfuerzo. Resulta mucho más inmediato y preciso a los cambios de dirección y hay mayor agarre disponible en curva... por no hablar de las salvajes aceleraciones que proporciona. Por si fuera poco, su tacto general resulta muy refinado, además se combina con la precisión de dirección y fácil dosificación de los eficaces frenos que cabría esperar de un súperdeportivo. Sólo el cambio en modo manual requiere algo de adaptación y anticipación por nuestra parte, ya que, pese a ser de doble embrague, no siempre obedece con total inmediatez a nuestras órdenes y el motor sube tan rápido de vueltas que en ocasiones llegamos al corte de inyección sin querer. El sonido del motor, por cierto, es brutal.

Menos rápido pero divertidísimo de conducir, el Mercedes C 63 AMG es toda una experiencia si lo que nos gusta es el sobreviraje. A poco que lo provoquemos, su tren trasero intentará adelantarnos. Lo que menos nos seduce de este modelo es el cambio automático en modo manual (ojalá estuviera disponible con una caja manual), porque no es todo lo rápido que nos gustaría. Además, 7 velocidades son muchas, y no siempre sabemos en qué marcha vamos. Por lo demás, sigue siendo uno de nuestros deportivos preferidos.

En el caso del Mercedes E 63 AMG, nos ha sorprendido su intachable equilibrio. Transmite un aplomo envidiable y da mucha confianza en todo momento, además, su consistente tacto de dirección nos informa muy bien de dónde están los límites. La nobleza de reacciones se combina con una gran agilidad en curva y con unas transiciones muy progresivas cuando está a punto de perder adherencia. Sólo una pega: el calor no es un buen aliado de la electrónica y a mitad de la tanda de vueltas al trazado de Monteblanco el coche entró en un modo de “autoprotección" que no nos permitía emplear el cambio manualmente ni obtener toda la potencia del motor.

A su lado, el SL 63 AMG es el más burgués del lote. Es sin duda el más fácil de conducir, pero también el más pesado y subvirador, por tanto, el menos eficaz y “aburrido" en circuito. Pese a sus 525 CV es infrecuente que pierda tracción, por lo que no siempre podemos pasar del subviraje al sobreviraje a base de acelerador, al menos con suelo seco. Su dirección es la más lenta y la que más nos aísla del asfalto. Por otra parte, el artificial tacto de frenos no acompaña a la conducción muy deportiva, pues en todas las frenadas fuertes entra en funcionamiento el sistema de asistencia BAS, de modo que resulta muy difícil dosificar con precisión la fuerza de frenado. Además, esto nos impide percibir cúando los frenos están próximos a la fatiga, y ésta puede llegar sin avisar, sacrificando más de la cuenta la entrada en alguna curva. Por último, la gestión de su cambio automático en modos Sport , así como en manual resulta excesivamente brusca. Incluso así, la diversión al volante está garantizada.