Polémica en Italia por los excesos de Schumacher en el podio

Mientras sonaba el himno italiano en el circuito de Suzuka, Schumacher, pleno de gloria y alegría, hacía ademán de dirigir la orquesta con gestos muy exagerados. Lo hace siempre, cada vez que sube a lo más alto del podio. Sin embargo, esta vez, su actitud ha levantado un polvareda de críticas.

Polémica en Italia por los excesos de Schumacher en el podio
Polémica en Italia por los excesos de Schumacher en el podio

"Me ha molestado que un joven al que pagamos con el dinero de nuestro país escuche, como buen teutón, Deutschland uber alles (himno alemán), y asista a la izada de la bandera alemana en rígida posición de buen soldadito de la Wehrmacht y que en cambio haga el payaso cuando suena el himno italiano y se iza la bandera tricolor". Estas declaraciones de Francesco Cossiga, ex-presidente de la República de Italia, han levantado auténticas ampollas en la Fórmula 1, sobre todo en Italia, donde la mayoría de la gente ha elevado a Schumacher a la categoría de héroe nacional.
El piloto, que el domingo ganó su tercer campeonato del mundo y devolvió a Ferrari a lo más alto tras dos décadas de sequía, contestó con elegancia. "Tengo el máximo respeto por Italia y su himno", asegura el alemán en la nota de prensa que hizo circular ayer. Según su versión, se contagió de la euforia de su equipo, que cantaba el himno a voz en grito.
Cossiga, que calificó a Schumacher de "insolente jovenzuelo bávaro superpagado", es famoso por su afición a polemizar. Esta vez, se ha metido con un auténtico ídolo y mucha gente no se lo perdonará. En otras circunstancias, el mal carácter del piloto podría haber hecho que su opinión tuviera respaldo. Pero, ahora, con la corona bien ceñida, el de Ferrari es intocable. "Inmortal", dice la prensa alemana.
Con la consecución del título mundial, el hasta ahora frío y huraño Schumacher ha dejado ver que también es humano. Salta, ríe, llora, en definitiva. se emociona, algo que le separa de su gran rival, el témpano de hielo que es Hakkinen. El finlandés ha declarado que "para saber ganar hay que saber perder". Elegantes palabras con las que se retiró de escena tras felicitar al ganador en el parque cerrado de Suzuka.
Sin embargo, el triunfo de Schumacher es algo más que un campeonato mundial. Ha servido para reconciliar a la afición con una marca legendaria a la que la suerte le daba concienzudamente la espalda. Ferrari es un símbolo de Italia, una especie de causa común que ha unido a todos. También es el sueño de Enzo Ferrari, un visionario del motor que se murió hace 12 años con la obsesión del podio.
50.000 millones por año han sido necesarios para que el sueño del Commendatore se haga realidad. La Fórmula 1 puede cambiar mucho, pero, mientras tenga un Ferrari rojo, mantendrá el sabor de los tiempos que la hicieron grande. A pesar de Cossiga.