El Protocolo de Kioto contra el Cambio Climático establece importantes cambios en las políticas energéticas de los países desarrollados y, sobre todo, fuertes restricciones a la emisión de gases contaminantes a la atmósfera. En España, la aplicación del Protocolo lleva un importante retraso, pero, antes o después, deberá ponerse en marcha.
El Instituto de Estudios Fiscales, dependiente del Ministerio de Economía y Hacienda, ha elaborado un informe sobre el impacto que tendría en nuestra economía la implantación de las normas dispuestas en Kioto. Este trabajo, recogido hoy por La Gaceta de los Negocios, señala que, ajustarse al Protocolo obligaría a encarecer la fiscalidad de los carburantes en un 50 por ciento. Esto supondría que un litro de gasolina súper, por ejemplo, los precios finales deberían aumentar hasta una media de 96 céntimos por litro a la altura de 2010. De esa forma, el precio final de la gasolina se situaría 11 céntimos por encima de lo que cuesta actualmente, una subida del 17 por ciento.
Si se tiene en cuenta que esa escalada debería repartirse entre los próximos cinco años, puede no ser muy grave, pero hay que tener en cuenta que ese ascenso multiplicaría por cinco registrado por los combustibles en los últimos cinco años.
Actualmente, el litro de gasolina sin plomo se grava con un impuesto de 37 céntimos. La subida propuesta por este informe llevaría esta cifra hasta los 55 céntimos. Dependiendo del tipo de combustible y del octanaje, la subida fiscal sería casi del 50 por ciento.El Instituto de Estudios Fiscales considera que aumentar la fiscalidad de los carburantes elevando su precio es la única forma de contraer el consumo de hidrocarburos. Sólo así se conseguirá la reducción de emisiones contaminantes necesaria para cumplir con Kioto en 2010.
Cuando se firmó el protocolo, en 1990, España negoció sus cuotas de contaminación en unas condiciones muy ventajosas. Sin embargo, el desarrollo económico de la última década y media ha hecho que España sobrepase los límites marcados y, por tanto, deberá recortar drásticamente sus emisiones antes del fin de este decenio. La única forma de lograrlo, según el IEF, es reducir cuanto antes el consumo de combustibles. Sólo se les ocurre encarecerlo para lograr este objetivo. Casualmente, esta medida es justo lo contrario de lo que piden sistemáticamente los consumidores, que llevan años reclamando una reducción de las tasas fiscales.