Ni una semana ha tardado Donald Trump en sentarse con los dirigentes de General Motors (GM), Ford y Fiat Chrysler (FCA) para persuadirles de las virtudes y ventajas de regresar a Estados Unidos con sus fábricas, construir nuevas factorías y emprender nuevos proyectos en suelo patrio. Con esta ecuación a tres, además de generar riqueza nacional, se contribuiría a incrementar la tasa de empleo: todas son virtudes.
Para lograr su ambicioso plan, Trump ha seguido cultivando el arte de la amenaza, vaticinando desde hace meses un posible incremento en las tasas y aranceles de hasta el 35 por ciento sobre aquellos productos que se importan desde México.
Pero como no todo van a ser malas noticias, esta semana ha dado un toque de vaselina a los fabricantes en una cándida reunión en la que ha prometido “reducir impuestos de forma sustancial y las regulaciones innecesarias”; en resumen “hacer el proceso mucho más sencillo a las compañías de automóviles y todo el que quiera hacer negocios en Estados Unidos”, Trump dixit. Como broche final del discurso, el presidente dejó para la posteridad una predicción “nos convertiremos en uno de los países más hospitalarios; ahora mismo no los somos”.
Los fabricantes entran por el aro
Tras la reunión, las reacciones de los fabricantes no se han hecho esperar. Mark Fields, presidente y consejero delegado de Ford, considera que Trump está “muy centrado” en la puesta en marcha de políticas y acciones orientadas a incrementar las inversiones y puestos de trabajo en Estados Unidos. Tan convencidos parecen estar en Ford de esta actitud, que la semana pasada han paralizado su plan de construir una factoría en México –un proyecto valorado en 1.600 millones de dólares- para invertir 700 millones de dólares en Michigan (Estados Unidos).
Sergio Marchionne, consejero delegado de Fiat Chrysler, destaca que el deseo de Trump y de la compañía a la que él representaba es construir una sólida base de producción en Estados Unidos. Además, ha aprovechado para recordar que FCA ya ha comprometido inversiones de más de 9.600 millones de dólares en sus instalaciones en el país y que desde 2009 han creado 25.000 puestos de trabajo.
Por su parte, Mary Barra, presidenta y consejera delegada de General Motors, se ha mostrado muy positiva con la reunión. “Estados Unidos es nuestro mercado local y estamos ansiosos por unirnos para revitalizar la producción estadounidense. Todos queremos una base productiva vibrante en EE.UU que sea competitiva globalmente y que aumente los empleos. Es bueno para nuestros trabajadores, para nuestros concesionarios, para nuestros proveedores y para nuestros clientes”, sentenció Barra. Curiosamente, General Motors no ha dado marcha atrás a su plan de inversión de 5.000 millones de dólares en México hasta 2018 con el fin de doblar su producción.
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