Otras maldiciones sobre ruedas

El Bugatti Type 57c XI fue el ataúd para Jean Bugatti… ¿Sabías que Ettore Bugatti tuvo un sueño premonitorio sobre ello? En Chicago una historia aterrorizó a los ciudadanos en los años 30, un taxi llamado Betty-Fly era el refugio del fantasma de un gángster. Más historias de terror sobre coches.

Otras maldiciones sobre ruedas
Otras maldiciones sobre ruedas

El Porsche en el que se mató James Dean o el automóvil donde fue asesinado el archiduque de Austria no son los únicos coches sobre los que parece pesar una sombra. Otro de los casos más conocidos es el del Bugatti Type 57c Tank en el que murió el hijo del gran Ettore Bugatti o la increíble historia del taxi de Chicago Fantasma. Terminamos nuestro ‘viaje’ con otras historias menos conocidas, pero igual de terroríficas.

Sueños premonitorios. Un clásico de la imaginería colectiva. Evidentemente, no existe base científica que pueda atestiguar su veracidad, pero mucha gente asegura haber tenido alguna vez en su vida un sueño donde lo ocurrido oníricamente pasaba a ser realidad. Ettore Arco Isidoro Bugatti fue uno de ellos.

Cuenta la leyenda que la noche del 10 de agosto de 1939 el fundador de la prestigiosa marca deportiva tuvo una pesadilla. Su protagonista era el prototipo número IX del Type 57c. Al día siguiente, varios modelos, incluido aquel, iban a ser probados cerca de la fábrica de Molsheim (Francia). Entre los ‘testers’ se encontraba su hijo, Jean Bugatti, al que, casualmente, se le había asignado el prototipo número IX. Ettore no tardó en cambiar el 'planning' del día y le adjudicó el prototipo número XI. Sin embargo, al salir de la fábrica, Jean se cruzó con un cartero borracho que iba en bicicleta. Al no poder esquivarlo, perdió el control del Type 57c y chocó contra un árbol perdiendo la vida.

Aquel fue el principio del declive de la marca francesa: durante la II Guerra Mundial Ettore Bugatti perdió el control de la misma, además de ser acusado de colaborador del régimen fascista en Italia, país al que se exilió tras las penurias monetarias que sufrió en Francia.

Finalmente, murió en 1947. Algunos afirman que, al volver a visitar la fábrica de Molsheim, sufrió un colapso al recodar aquel fatídico 11 de agosto y cayó en coma, falleciendo dos meses después en París. Seguramente, se preguntaba por qué su hijo murió si se montó en un coche distinto al que aparecía en el sueño. Quizá el Type 57c IX de la pesadilla era en realidad un reflejo onírico, como si fuera un espejo, del Type 57c XI. La ciudad más famosa del estado de Illinois es una de las metrópolis más cosmopolitas de EEUU. Pero también fue, en los años 20, la cuna de la ley seca y la mafia. No en vano el propio Al Capone fue el rey de sus calles durante más de una década.

Allí, los gángsters tenían por costumbre utilizar taxis o vehículos de alquiler para pasar desapercibidos en la ciudad y realizar cómodamente sus ‘negocios’. Más de un gángster fue asesinado en el asiento trasero de un taxi de Chicago, como es el caso de Giuseppe, al que dispararon a sangre fría dentro de uno de estos vehículos públicos en 1926.

Aquel taxi había sido bautizado por su dueño como Betty-Fly. Tras aquel accidente, el taxista comenzó a notar un comportamiento extraño del coche: parecía que el vehículo estuviera vivo. Encendía las luces solo y, en ocasiones, una escalofriante risa parecía oírse en el asiento de atrás. Dudando entre si se trataban de imaginaciones suyas o no, decidió vender el taxi.

Sus nuevos conductores fueron un par de hermanos ítaloamericanos. Una noche, en 1930, Carlo Vissotto (uno de los hermanos) comenzó a escuchar una fantasmagórica risa en la parte trasera del automóvil. La primera vez hizo caso omiso, pero, al oírla por segunda vez, paró el coche y lo inspeccionó. No encontró nada.

Más tarde, Carlo recogió a un viajero. Una vez dentro, la risa volvió a escucharse y el viajero también fue consciente de ello. Y no sólo eso, en aquel instante, comenzó a aparecer una neblina azulada que perfilaba la silueta de un pasajero fantasma. Tanto Vissotto como su cliente fueron presas del pánico. A la mañana siguiente, Carlo dejó de conducir su taxi y en cuanto pudo lo vendió. El nuevo dueño de Betty-Fly fue un coleccionista británico, que lo adquirió para exhibirlo como pieza de colección en su museo privado. Allí estuvo durante la década de los 50. Actualmente, se desconoce su paradero.

Menos conocida es la historia de Celine, cuyo segundo coche, un Ford Mustang de 1959, parecía estar gafado. Durante los cuatro años que lo condujo atropelló en cuatro ocasiones a doces personas y tuvo seis accidentes de tráfico.

Bien podría ser que el problema lo tuviera la conductora y no el coche, pero no era el caso de esta californiana que, como automovilista, tenía hasta entonces una trayectoria intachable. Todos los accidentes que sufrió al volante de su Mustang fueron culpa de los otros vehículos o peatones con los que se cruzaba: éste parecía un imán para las desgracias.

Por si fuera poco, se averiaba con frecuencia sin causa aparente. En una ocasión, se le paró en medio de una carretera: la grúa vino a recogerlo y, una vez en el taller, no sólo no le encontraron ningún problema, sino que funcionó a la perfección.

Harta de las continuas contrariedades, Celine decidió vender su coche, al que parecía que le habían echado mal de ojo. Jamás volvió a tener un accidente con su último y tercer automóvil.

Al parecer, este Mustang del 59, que compró muy barato en una tienda de segunda mano, había pertenecido a un matrimonio que falleció en un accidente. ¿Sería aquella la causa de la mala suerte que pesaba sobre el coche?

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