Fiat aplaza su reestructuración por desacuerdo con los sindicatos

En medio de protestas y manifestaciones por toda Italia, los dirigentes de Fiat se sentaron ayer con representantes de los sindicatos y del Gobierno del país. El objetivo del encuentro era analizar y dar viabilidad al plan de salvamento propuesto por Fiat para salir de la grave crisis que desmembra al emporio automovilístico. Pese a la buena voluntad, el encuentro acabó sin acuerdo: la aprobación del plan de reflote se aplaza hasta la semana que viene.

Alessandro Barberis, director general de Fiat, quiso hacer un gesto que ablandase la oposición de los sindicatos al plan de salvamento, que pasa por despedir a 8.100 trabajadores. El directivo explicó que Fiat está dispuesta a reabrir en sólo seis meses la factoría siciliana de Termini Imerese, la más afectada por los despidos planeados. Esto supondría que al menos el 75 por ciento de sus 1.800 obreros volvería a las máquinas en junio de 2003, seis meses antes de lo previsto en el primer proyecto de relanzamiento. Sin embargo, condicionan estas recontrataciones al éxito comercial del nuevo Punto, que está siendo rediseñado y saldrá al mercado el año próximo. Pese a esta propuesta, que, en principio, garantiza el futuro de Termini Imerese, los sindicatos no se dejaron engatusar. Siguen férreamente opuestos al plan de despidos y no creen en las buenas intenciones de Fiat. Por su parte, el Gobierno, intermediario entre ambas partes, tiene la difícil misión de dar luz verde al plan de despidos, pero no puede hacerlo sin garantizar la paz social con los sindicatos. Así, ante la falta de acuerdo, los representantes del Ejecutivo pidieron un aplazamiento en la negociación y, por ende, en la puesta en marcha de los despidos. Aunque el Gobierno quería una prórroga de dos semanas, la Dirección de la firma sólo concedió tres días, con lo que hasta el próximo día 5 de diciembre no se tomarán nuevas decisiones.

El plan de Fiat supone el despido temporal (a largo plazo) de 8.100 trabajadores, un 21 por ciento de la fuerza de trabajo de la compañía, que cuenta con la mayor plantilla de Italia. Unos 7.600 de estos empleados no se quedarían directamente en la calle con las manos vacías, sino que pasarían a cobrar un 80 por ciento de su salario, un dinero aportado a medias entre la Administración y la empresa. Más adelante, si las condiciones son propicias, serían readmitidos en sus puestos u otros similares. Con este esquema de regulación se ahorrarían mil millones de euros en un año.

La idea no gusta a casi nadie, especialmente porque los sindicatos no se creen que Fiat logre remontar el vuelo en los plazos que se propone. Además, las centrales obreras arremeten contra los bancos acreedores de Fiat, Capitalia, Unicredito, Banca Intesa y San Paolo, a los que echan en cara el no preocuparse por el futuro de la compañía, sino sólo de recuperar su dinero. En estas condiciones, los sindicatos apoyaron rápidamente el aplazamiento propuesto por el Gobierno y pidieron a Fiat que reconsidere los despidos.

La crisis de Fiat Auto es tan grave que se teme por la pervivencia del grupo, otrora un imperio industrial de primer orden. En los últimos años ha perdido su séptima posición en el mercado mundial de venta de coches y ha caído hasta la undécima. En Italia sus matriculaciones se desmoronan mes a mes y las pérdidas para 2002 se cifran en 1.500 millones de euros.