La prestigiosa publicación especializada Atumotive News ha hecho un interesante análisis del panorama que se le presenta a la industria del motor para las próximas semanas y meses. Si ya la última etapa había sido dura, lo que viene no promete nada mejor.
La industria de Estados Unidos, la más ligada al conflicto, está convencida de que van a bajar las ventas de coches durante marzo y, probablemente, abril. Es lo que denominan “efecto CNN": la gente se queda hechizada por la guerra televisada y no se anima a comprar nuevos vehículos, con lo que el mercado se ralentiza.
Aunque es muy pronto para calcular acertadamente las cifras, se espera que durante marzo las ventas se reajusten a la baja en una línea de 15 millones de coches vendidos a fin de año, el ritmo de venta más bajo en cinco años. Algunos analistas consideran que abril viene peor todavía, y que el ritmo podría colocarse para 14 millones de matriculaciones.
Los observadores creen que la guerra puede dañar también la intención de compra de los consumidores. Si el petróleo y los combustibles se mantienen a precios muy caros, la gente se planteará comprar coches más ahorradores, que son más pequeños y menos rentables para los constructores.
Los principales fabricantes ya han previsto un escenario de caída de ventas y planean recortes de producción para no saturar sus almacenes de coches. Así, GM dejará de fabricar un 10 por ciento de sus vehículos durante los próximos tres meses. Ford elevará este recorte al 17 por ciento para el mismo periodo. Toyota también ha bajado el ritmo de montaje y Porsche anuncia que reducirá su fabricación en Norteamérica a sólo 5.000 unidades del Boxster.
Se espera además que las tres grandes firmas(GM, Ford y Chrysler) reaccionen también con nuevos incentivos a las ventas, como descuentos y ampliaciones de garantía. Estas batallas comerciales llevan ya un año y medio de luchas y están a punto de agotar los márgenes de las compañías. No pueden bajar mucho más los precios, porque rozan el límite en el que ya no ganan dinero.
Otro campo que se tambalea es el de la publicidad. En una época tan dura para las ventas, las marcas cuidan mucho su inversión publicitaria, sobre todo en televisión. Muchos fabricantes creen que no es bueno anunciarse entre los programas que informan sobre la guerra, porque la gente, ávida de noticias, va de uno a otro y no atiende a la publicidad. Algunos fabricantes, como Toyota y Honda, llevan semanas acumulando piezas y vehículos en Europa. No quieren que el estallido de la guerra retrase su ritmo de trabajo y, sobre todo, de matriculaciones. Este método de trabajo está en desuso en la automoción, pues se trabaja “just in time", es decir, sin almacenes. Las piezas llegan a la fábrica e inmediatamente se montan. Esta técnica ahorra muchos costes a las compañías constructoras. Sin embargo, la guerra arruina el “just in time" y obliga a mantener un cierto nivel de stocks por lo que pueda pasar. Ante la guerra, las grandes compañías no sólo recortan su producción, también extreman las medidas de seguridad. En Estados Unidos hay mucho miedo al terrorismo después del 11 de septiembre y se cree que el periodo de enfrentamiento con Irak alentará a los terrorista.
En General Motors han dado instrucciones a los ejecutivos para que viajen en avión lo menos posible. La idea, además de ahorrar costes, reducirá el riesgo de perder personal en un secuestro o ataque.
En Ford han dado la misma orden a los directivos y otro tanto han hecho en Honda. Más radicales han sido en Delphi, que suspende todos los viajes que no sean esenciales, y en Visteon, donde están repatriando a las bases occidentales a todos los comerciales y ejecutivos repartidos por Oriente Medio.