Vehículos y ciudad, hacia un nuevo modelo de convivencia

Las ciudades españolas afrontan ya síntomas de madurez excesiva. Los problemas derivados del tráfico urbano, que hasta ahora se consideraban solubles, se han convertido en grietas sin solución que amenazan con derrumbar el delicado equilibrio vital de los grandes núcleos de población. Políticos, técnicos y ciudadanos buscan ideas para despejar incógnitas cada vez más complejas. Los datos no siempre son coincidentes y las contradicciones se hacen más evidentes.

Vehículos y ciudad, hacia un nuevo modelo de convivencia
Vehículos y ciudad, hacia un nuevo modelo de convivencia

Las ciudades son cada vez más grandes y más complicadas. El tráfico crece en ellas de forma exponencial y se convierte en un problema sin aparente solución. Tan grave resulta, que los políticos invierten en él más tiempo del que dedican a cualquier otro asunto municipal. Pero las salidas que proponen no siempre son las más adecuadas.

Están los ciudadanos hartos de oír hablar de las bondades del transporte público, sea autobús, tren o metro. Año tras año se venden estas modalidades como la panacea frente a los atascos, la contaminación y el ruido. Pues bien, ahora que parecía que todo el mundo tenía esta idea clara y mucha gente empezaba a plantearse seriamente no sacar el coche para ir al trabajo, llega el Ministerio de Fomento y cambia los esquemas. Según un estudio que acaba de publicar el ministerio de Álvarez Cascos, el coche privado es el medio de transporte más rápido para los trayectos cortos dentro de la ciudad.
Esta revelación se ha logrado después de analizar los hábitos de los habitantes de toda España. En todas las comunidades autónomas, los desplazamientos en coche se hacen con más rapidez que en autobús. Destaca La Rioja, donde un conductor tarda una media de 16 minutos en llegar de su casa, por ejemplo, al trabajo. Madrid es la comunidad donde peor se circula, aunque, a pesar de ello, el coche sigue ganando de largo a los transportes urbanos.

Estos datos explican por qué los españoles realizamos el 50 por ciento de nuestros desplazamientos en un vehículo privado. El resto hay que dividirlos entre los que se realizan a pie y los que se llevan a cabo en vehículos colectivos.

La pregunta que se desprende de estos datos es clara: ¿está el transporte público capacitado para sustituir al privado con eficacia y a corto plazo? Otro de los grandes problemas que provienen del tráfico es la contaminación, tanto la polución producida por los escapes, como la acústica. Contra los humos se ha empezado a luchar con cierto éxito, sobre todo desde la industria del motor, que está obligada a reducir las emisiones contaminantes y el consumo de los vehículos. A medio plazo, las nuevas tecnologías de inyección y combustión harán de los coches máquinas más limpias que contaminarán mucho menos. No se alcanzará todavía el nivel de emisión cero, aunque, a medio plazo, ya no es una idea temeraria.En cambio, el ruido que producen los coches en las calles está lejos de desaparecer. Sin embargo, según un reciente estudio sobre contaminación acústica en las ciudades españolas, el estruendo procedente de los coches no preocupa a los habitantes tanto como cabría pensar. El trabajo, elaborado por Benjamín García y Francisco Javier Garrido, profesores de Sociología de la Universidad Complutense de Madrid, analiza cuáles son las causas del ruido en los grandes núcleos de población y cómo reacciona la ciudadanía ante ellas. Sorprende comprobar que el tráfico no es el enemigo más odiado en cuestiones de ruido. La explicación es simple: los ciudadanos tienen asumido el problema del ruido de los coches y no le dan mayor importancia. Además, los investigadores constatan que el problema del ruido preocupa más a los mayores y apenas nada a los jóvenes, pero, que, aun así, sólo la mitad de los mayores de 50 años coloca este asunto entre los problemas graves de las ciudades. Por último, el ruido forma parte de la cultura española y, por extensión, mediterránea. Esto hace que sea más fácil de asumir que en otros países y, por tanto, menos molesto para las personas que lo sufren.Una vez más, las autoridades se enfrentan a una duda: ¿son realmente necesarias las inversiones que se realizan en reducción del ruido urbano? Es posible que ese dinero estuviese mejor invertido en aligerar el tráfico con, por ejemplo, unas mejores señalizaciones.Un vehículo que contamine poco y haga poco ruido es, por definición, un vehículo nuevo. Esto supone una inversión muy alta. Consciente de este problema, el Gobierno ha estimulado la renovación del parque automovilístico con incentivos como el Plan Renove. La idea parece buena, aunque fabricantes y usuarios reclaman mayores subvenciones. Esta reclamación es doblemente necesaria cuando estamos en el caso de conductores jóvenes. Por su situación laboral es poco habitual que puedan comprarse un coche nuevo. Con las ayudas estatales estarán un poco más cerca de hacerlo, lo que fomentará la renovación del parque.
Sin embargo, hay un ramo de la automoción que empantana este avance. Se trata de las aseguradoras, que ponen tremendas dificultades para asegurar a los jóvenes. Precios muy elevados, primas disparatadas, franquicias… cuando no la exclusión directa de los jóvenes: no se asegura a los menores de 24 años. En el caso de los motociclistas esta situación es desesperada. Asegurar una moto en España se ha vuelto prohibitivo. Irónicamente, algunas administraciones públicas apuestan por la moto como solución a los problemas del tráfico en las ciudades…Esta situación lleva a que se multiplique el número de jóvenes que circula con coches viejos, pues son más baratos de comprar y de asegurar. Es el menos malo de los casos, pues también proliferan los chicos que se arriesgan a ir sin seguro en sus motos o coches, con el riesgo que esto tiene para la seguridad vial. Otros buscan artimañas para asegurar los vehículos a nombre de familiares o amigos mayores. Los más acaban en el Consorcio de Compensación de Seguros, la entidad que asegura obligatoriamente a los rechazados por las compañías privadas.

El problema es muy grave, porque las aseguradoras no quieren bajar los precios. Argumentan que la siniestralidad es muy alta entre los jóvenes, con lo que no pueden reducir las primas.

Es realmente un círculo vicioso: los jóvenes no pueden pagar coches tan caros y seguros tan altos, con lo que compran vehículos viejos y los aseguran de mala manera o directamente circulan con ellos sin seguro. No hace falta pensar mucho para darse cuenta de que la siniestralidad no podrá bajar mientras no se derribe este callejón sin salida.

A la vista de las próximas elecciones municipales y las generales que vendrán después, los políticos tienen grandes asuntos pendientes en el mundo del tráfico urbano y la seguridad vial. Esta vez no es suficiente con hablar de más autobuses, más aparcamientos y más túneles. Los encargados de solucionar estas deficiencias tendrán que poner sobre la mesa mucha más imaginación de la que han demostrado en el pasado. Tienen que darse cuenta de las necesidades reales de los ciudadanos y deben buscarles salidas sin demonizar al coche y hacerle un proscrito en las ciudades. Se trata de construir un nuevo equilibrio que permita la convivencia de todos los medios de transporte y armonizar todas las necesidades.