EE.UU. impulsa la propulsión de hidrógeno

“El primer coche que conduzcan los niños que nazcan hoy deberá ser propulsado por hidrógeno". Con este mensaje sencillo y claro se ha dirigido George Bush, presidente de Estados Unidos, a los responsables de la automoción de su país y también a la comunidad de científicos que investiga nuevos métodos de propulsión.

EE.UU. impulsa la propulsión de hidrógeno
EE.UU. impulsa la propulsión de hidrógeno

El interés de la Administración Bush en esta técnica no es nuevo. Desde que llegó al poder, el presidente ha estado muy preocupado por los avances que se logran en la automoción de hidrógeno. Este interés se explica con sólo echar un vistazo a los precios de las energías tradicionales, especialmente el petróleo. Estados Unidos necesita fuentes energéticas alternativas, eficaces y a precios competitivos, de ahí la necesidad de sacar adelante la tecnología de hidrógeno.En esta ocasión, el Gobierno estadounidense ha querido ir un paso más allá y, además de alentar la investigación y el desarrollo con ayudas y subvenciones, también quiere sentar las bases para una futura red de distribución de hidrógeno para los coches. Así, 720 millones de dólares, una cantidad equivalente en euros, se destinará a la creación de las primera “hidrogeneras", las infraestructuras para que estos nuevos coches puedan repostar.
Este dinero forma parte de los 1.200 millones de dólares que Bush ha destinado al programa “Freedom Fuel", su estrategia para liberarse de la dependencia petrolífera. Como se sabe, en esencia, una pila de combustible es una membrana que pone en contacto un ánodo y un cátodo. A ellos se hace llegar hidrógeno y oxígeno tomado éste del aire ambiental. La unión de ambos gases produce un intercambio químico del que surge una corriente eléctrica que puede ser almacenada o consumida en un motor o cualquier otro aparato. El residuo es simplemente agua.
Aparentemente simple, el proceso tiene muchas dificultades por la peligrosidad e inestabilidad del hidrógeno, un gas inflamable que no se encuentra aislado en la naturaleza, sino asociado con otros elementos, como el oxígeno en las moléculas de agua.
El hidrógeno se puede embarcar en los coches en estado puro (líquido o gaseoso) o se puede generar sobre la marcha a partir de otros combustibles (hidrocarburos o alcoholes). Para hacerlo es preciso instalar un dispositivo conocido como reformador de combustible, que aparta el hidrógeno de gasolina, metanol y, ahora también, bioetanol.
Lamentablemente, todos los proyectos actuales son todavía muy incipientes y los costes de producción resultan, por ahora, prohibitivos. “Creemos que la idea es muy buena", explica en declaraciones a Financial Times Jim Olson, vicepresidente de Toyota en Estados Unidos, “ya era hora de que alguien empezase a pensar en el ‘pollo’, porque nosotros llevamos años trabajando en el ‘huevo’".

Toyota, junto con Honda y los tres grandes americanos (GM, Ford y Chrysler), tiene a punto vehículos casi de pre-producción. Sus precios todavía son imposibles, pero están cada día más cerca de la comercialización de coches con célula de combustible. De hecho, este mismo verano Toyota entregará coches de prueba a dos universidades, eso sí, al módico precio de alquiler de 10.000 dólares por persona que quiera disponer de ellos. Ford también ha dado recientemente un paso muy interesante con la presentación de su concepto Model U, un nombre que enlaza con el histórico Ford T en un intento de refundar su idea de la automoción. El Model U, además de utilizar células de combustible para mover su motor eléctrico, está fabricado con materiales reciclables y utiliza lubricantes de origen vegetal, no mineral.En esta línea de reducción de consumos energéticos y eficacia medioambiental, es sorprendente ver cómo el gasóleo se abre camino en el mercado estadounidense.
Hasta ahora, los conductores de aquel país, con la gasolina muy barata, no querían ni oír hablar de motores Diesel, tenidos por más sucios y menos potentes. Sin embargo, en los últimos tiempos las marcas han hecho un esfuerzo extraordinario para trasladar al público las bondades de las nuevas tecnologías turbodiésel. Marcas como Chrysler, por ejemplo, con el potencial de Mercedes detrás, ofrecen motores turbodiésel tan potentes como los de gasolina, poco contaminantes y con consumos que dejan en evidencia a las máquinas tradicionales de Estados Unidos.

Esta labor de zapa de las marcas ya se nota. Una encuesta hecha pública por la consultora JD Power demuestra que un 27 por ciento de los consumidores consultados está dispuesto a elegir un motor Diesel en su próximo coche, mientras que sólo un 22 por ciento se pensaría la elección de un vehículo híbrido (de gasolina y electricidad). Esto tiene una conclusión muy clara: los conductores americanos ven más eficaz ecológicamente al Diesel que a los híbridos. El 51 por ciento restante todavía se decanta por propulsores de gasolina normales.