El terremoto y el yen pusieron en jaque a la economía de Japón

El terremoto de marzo repercutió negativamente en el crecimiento de Japón, tercera potencia económica mundial, que ha necesitado fondos extraordinarios para relanzar los sectores afectados, en medio de un descenso de las exportaciones por la fortaleza del yen.

Los cortes en las cadenas de suministro, que se reflejaron en una caída récord de la producción industrial japonesa del 15,3 por ciento ese mismo marzo, supusieron el efecto más inmediato de un desastre cuyas cicatrices llevará tiempo borrar.

El impacto sobre el rendimiento de compañías como el gigante electrónico Hitachi, cuyo beneficio se redujo en un 86 por ciento en el trimestre posterior al terremoto, retrata bien el alcance de un problema que afectó especialmente a los grandes fabricantes del motor.

El seísmo puso de manifiesto cierta fragilidad estructural en una industria en la que la ausencia de una pieza diminuta puede paralizar las cadenas de montaje y que elabora muchos de los 20.000 componentes que suele tener un coche en empresas familiares esparcidas por todo el país.

En marzo las principales compañías del motor fabricaron solo la mitad de vehículos que un año antes por los daños en infraestructuras y fábricas, que les forzaron a reducir también su producción fuera del archipiélago.

El alcance de la escasez de piezas hizo por ejemplo que Toyota, líder mundial del motor, aún registrara en septiembre, seis meses después de la tragedia, una caída interanual del 17,5 por ciento en sus ventas en Estados Unidos, uno de sus mercados más importantes.

Y pese a que la recuperación del suministro finalmente resultó más rápida de lo esperado, los efectos de las inundaciones en Tailandia, que en el cuarto trimestre obligaron a reducir la producción de muchas empresas niponas en ese país, resaltaron aún más la necesidad de diversificar la estructura productiva.

Nissan, segundo fabricante de vehículos de Japón, fue uno de los primeros en tomar nota y en abril ya anunció que aumentaría su producción en el continente americano más de un 50 por ciento en los próximos cinco años.

El impacto de las catástrofes naturales, unido al persistente fortalecimiento del yen a lo largo del año, propició en Japón cierto temor a que sus colosos industriales lleven a cabo importantes deslocalizaciones.

Por eso, el Gobierno decidió destinar en el tercero de sus presupuestos extraordinarios de reconstrucción 500.000 millones de yenes (unos 4.833 millones de euros) para subsidios dirigidos a las empresas que construyan nuevas fábricas dentro de Japón, en lugar de hacerlo en el exterior.

Además, una importante fracción de los más de 18 billones de yenes (173.334 millones de euros) que suman las tres partidas extraordinarias aprobadas este año para paliar los efectos de la catástrofe que golpeó el noreste nipón fueron para promover la actividad de pequeñas y grandes empresas en la región.

De esta porción, unos dos billones de yenes (unos 19.270 millones de euros) se destinaron a combatir otra de las grandes preocupaciones del Gobierno nipón este año: El fortalecimiento del yen, cuya condición de divisa refugio le hizo alcanzar máximos históricos frente al euro y el dólar.

Esto restó competitividad y recortó los beneficios de las exportaciones niponas, que suponen el 40 por ciento del PIB del país y sufrieron también la reducción de demanda procedente de Europa, aquejada por la crisis de deuda, y de Estados Unidos, donde la economía se ha ralentizado.

En este contexto, Japón intervino en el mercado de divisas hasta en tres ocasiones este año para tratar de abaratar su moneda, sin que los efectos de esas operaciones perduraran más allá de unos pocos días.

Pese al año negro que supuso 2011 para la segunda economía asiática, que según el Banco de Japón crecerá un 0,3 por ciento en ese ejercicio fiscal, analistas y organismos internacionales apuntan a que las cosas mejorarán en 2012, cuando se prevé que la reconstrucción dispare la demanda.

La costosa reconstrucción requerirá la emisión de los llamados 'bonos de reconstrucción', por valor de unos 11,5 billones de yenes (unos 110.707 millones de euros), lo que supone más peso para la abultada deuda pública de Japón, la mayor del primer mundo y que previsiblemente alcanzará muy pronto el 230 por ciento del PIB.

A fin de abonar los intereses de estos bonos sin aumentar la carga fiscal, el Parlamento aprobó a fin de año una ley que, entre otras cosas, permitirá subir los impuestos, algo que la OCDE y el FMI recomiendan desde hace tiempo al país asiático para que enderece su salud fiscal.