Hoguera, amigos y una Ducati más estimulante que el café

La concentración motera invernal Pingüinos atrae desde hace treinta y un años a 'amigos' llegados de varias partes de España y Europa que comparten en torno a una 'hoguera' la pasión por el rugir de sus motocicletas sobre el asfalto. Para algunos, éste puede ser más estimulante que el café.

Es el caso del napolitano Paolo Pirozzi, quien visita por vez primera la zona de acampada de Puente Duero (Valladolid), donde expone su Ducati. Mejor dicho, su 'vida', según persevera a lo largo de una conversación con la Agencia Efe.

Algo más que la pasión por un vehículo que le ha transportado por el mundo, a excepción del África subsahariana. La guerra en Libia o Sudán, las aduanas y los policías corruptos que le pedían dinero para 'no ir al calabozo' le privaron de una vuelta 'completa'.

Un planeta 'porco', dice en su idioma, por la falta de escrúpulos abyecta 'al poder del dinero' y que sólo es, a su juicio, engrandecido por la Ducati y la carretera. Al menos, en su opinión, no son los monumentos y los bellos parajes lo que más le seduce de sus travesías. Para él, las mejores estampas son las esbozadas por el serpenteo del asfalto.

Su Ducati, a la que apenas le queda sitio libre por la cantidad de pegatinas de clubes oficiales de todo el mundo de la marca que colecciona, acumula 450.000 kilómetros. Para recorrer el mundo invirtió unos 100.000 durante nueve meses en los que ha llegado a estar, según presume, 92 horas seguidas, 'sin dormir'.

No le hizo falta café, pues es el ronroneo y el vibrar de su motocicleta cuando acelera lo que le estimula a la hora de devorar kilómetros. Y es que, rechaza usar los guantes. Apenas se abriga. Adora sentir en su piel el frío, el calor, la humedad... que emana de la carretera.

Su próximo objetivo es mucho más ambicioso. Proyecta dar una vuelta 'meridional' al planeta en 18 días. 21 horas de conducción diaria para hacer una media de 2.200 kilómetros por jornada y, de este modo, batir el récord mundial de una Ducati (19 días).

Italia, Francia, Japón, Canadá, Estados Unidos, Portugal, España, y Francia e Italia de nuevo para detener el cronómetro en la Ducati Week que se celebrará del 21 al 24 de junio en su país. Ahora, ha cubierto 1.900 kilómetros entre ayer y hoy para llegar hasta Pingüinos, donde, como no, ha hallado un ambiente 'espectacular', testifica. 'Muy hermoso. Ducati y amigos. ¿Qué más se puede pedir?'.

Paolo Pirozzi, un paradigma del motorista fanatizado, como pueden ser los integrantes del Moto Club Porscy Moto Cyklisci W Hiszpani, compuesto por 'amigos' polacos que residen en diferentes partes de España como Madrid o Málaga. Hoy serán unos treinta, según atestigua Jan Galazyn, quien conoció a su novia hace cinco años en Pingüinos.

Se llama Magadalena y, mientras él es entrevistado dando la espalda para que se pueda tomar nota del nombre de su motoclub, ella prepara un extraño cóctel para la sobremesa. 'Mañana caerán más', vaticina Jan, pues será cuando celebren el aniversario de su relación.

Lo harán junto a la hoguera que pone en ebullición a 'Claudia', la olla de enormes dimensiones suspendida desde tres puntos que acababa de cocinar la 'secreta' receta polaca con la que todos ellos cargaron las pilas. 'Se llama así porque la han hecho más fotos que a Claudia Schiffer', bromea Jan.

Quienes todavía no habían comido eran los integrantes del Moto Club 'Me Río de los Atascos', de Madrid. Preparaban migas del pastor a las ascuas de su fogata, aunque mataban el gusanillo con chorizo, queso y vino.

Comanda la expedición 'Don' Alberto Imedio, quien debutó en Pingüinos en 1990, ya a bordo de su BMW R100 RS, su mimada motocicleta de 32 años de antigüedad.

Mientras, el más joven de sus cuatro compañeros, el más atento a las migas del pastor, se congratula de que la neblina terminase de levantar dejando una temperatura pudiera decirse agradable. 'Por la noche es mucho peor. Ayer tuvimos unos cuatro grados bajo cero', añade, al mismo tiempo que Don Alberto coloca su BMW sin que se le derrame una brizna del tabaco que aloja su elegante pipa.

Todo esto es lo que se encuentra entre los pinos de Puente Duero cada invierno. Amistad al calor de una hoguera. Un 'hobby' aliñado por una pasión común y buen yantar, caliente a poder ser, para combatir el frío como auténticos pingüinos. ¿Quién se acuerda de la crisis?.