Si entre enero y septiembre de 2013 se sustrajeron 9.391 vehículos en la Comunidad de Madrid, este año se han registrado ‘solo’ 7.661 robos. En municipios como Alcobendas esta reducción ha sido especialmente drástica, sufriendo hasta un 33,6 por ciento menos de robos. Pero la tendencia no es igual en toda la región, puesto que en poblaciones como Rivas o Valdemoro se han experimentado ligeras subidas. La palma se la lleva Madrid capital, donde, aun habiendo disminuido también, se han recibido 4.184 denuncias.
Según el responsable de la Policía Judicial de la comisaría de Villaverde, el inspector jefe José Antonio Pin, esta reducción ha sido fruto de un estudio concienzudo de los lugares donde tenían lugar la mayoría de los robos y reforzar la presencia policial en ellos. ‘Las noches y los lugares menos poblados son los sitios más propicios. Para evitarlo, los coches patrullan muy a menudo por esas zonas más vulnerables y con el puente [las luces azules] encendido para que se les vea que están allí’.
Entre un 15 y un 20 por ciento de los vehículos robados son coches antiguos. No tienen sistemas de seguridad y son más fáciles de forzar. Basta con romper la ventanilla o abrir la cerradura con una palanca y, una vez dentro, arrancar el motor haciendo un puente. No obstante, los amigos de lo ajeno, generalmente organizados en bandas, suelen centrarse en vehículos más modernos, dado que tienen más salida en el mercado.
En modelos más modernos suelen forzar la cerradura con llaves maestras o ganzúas. Franqueada la puerta, falta sortear el bloqueo de arranque, lo que en principio solo es posible con la llave del propietario. Para ello, abren el capó, desconectan la centralita y conectan una propia. Hecho esto, el coche se pone en marcha sin mayor dificultad.
Todo este proceso no les lleva más de dos minutos. Muchas bandas se especializan en un único modelo y conocen a la perfección cómo robarlo. Hay casos en los que operan en garajes particulares, lugares en los que, lejos de cualquier tipo de vigilancia y de madrugada, se pueden tomar todo el tiempo del mundo.
Una vez tienen el vehículo en su poder, se destina a tres fines principales. El más habitual es el despiece y la venta de recambios en desguaces. El ‘esqueleto’ del coche, las partes que no son aprovechables, suelen ser abandonadas o quemadas en el extrarradio de la ciudad. El Seat León es tristemente popular en esta práctica.
Cuando se trata de un vehículo de gran cilindrada, el fin más habitual son los alunizajes. Es decir, los estrellan contra escaparates de tiendas y roban lo que haya dentro. ‘Están con ellos como mucho dos o tres días y cometen cuatro o cinco robos hasta que los abandonan en cualquier lugar o también los queman’, afirma Pin. Los Audi y BMW son las víctimas más habituales en estos casos.
El tercer objetivo es revenderlos en el extranjero. Nada más sustraerlos los sacan del país, falsifican su documentación y los venden, fundamentalmente en el este de Europa y el norte de Marruecos. En algún que otro caso, detrás de esta operación está el propio dueño del coche, que primero lo vende y después denuncia el robo.
Electrónica antirrobo
Los coches de hoy en día están dotados con grandes dosis de electrónica destinados a prevenir los robos. Algunos tienen sensores que detectan que el coche está en movimiento y bloquean el arranque. Sin embargo, las bandas lo sortean al sustituir la centralita del coche por la suya. Otros vienen dotados de sistemas GPS, que, si bien no previenen los robos, sí permiten localizar los vehículos una vez han desaparecido. Tristemente, las bandas también tienen remedio para eso: lo llaman ‘enfriar’ el coche, y se trata de aparcarlo en algún garaje al que no llegue la señal GPS durante unos días, a la espera de que el vehículo deje de ser buscado. Otra opción es la alarma, aunque también presenta sus inconvenientes: suele ser un extra que incrementa el precio y, en condiciones de calor o humedad excesivos, puede fallar.