Combustibles sintéticos, una solución de futuro

El Salón del Automóvil de Madrid ha sido el marco en el que se ha presentado oficialmente en España la Alianza para los Combustibles Sintéticos, ASFE, una entidad que promueve el desarrollo de gasolinas y gasóleos obtenidos a partir de la síntesis de gas natural, carbón o biomasa. Son el sustituto “limpio" de los combustibles tradicionales de origen fósil.

ASFE son las siglas inglesas de la Alianza para los Combustibles Sintéticos en Europa, una asociación que agrupa a DaimlerChrysler, Renault, Volkswagen y las petroleras Royal Dutch Shell y Sasol Chevron. Juntas, estas cinco compañías trabajan para desarrollar y poner a la venta combustibles iguales a los actuales, pero no obtenidos a partir del refino de petróleo.

ASFE ha acudido al Salón de Madrid, donde estos días se concentra la atención de la industria y del público, para presentar estas nuevas alternativas que, según explican, son más limpias y menos contaminantes. Además, tienen la ventaja de no estar sometidos a las presiones del mercado del crudo y, por tanto, son más seguros energéticamente hablando.

Según explicó Enrique Jiménez Larrea, director general del Instituto para la Diversificación y el Ahorro de Energía (IDAE), “la situación energética mundial está llevando a los países a la implantación de nuevas políticas de energía", un panorama en el que cobran importancia estas alternativas. De la misma opinión son los expertos en combustibles sintéticos que han presentado en Madrid esta tecnología. Wolfgang Lüke, de Shell, Marck Schnell, de Salsol Chevron, y Claudia Vogel, de DaimlerChrysler, han explicado con detalle cómo se producen y cómo funcionan los nuevos combustibles.
Así, han explicado que, por ahora, hay tres tipos de combustibles sintéticos en condiciones de comercializarse. Son el GTL, o combustible extraído de la licuefacción del gas natural; el BTL, obtenido a partir de la síntesis de materia vegetal (biomasa), y el CTL, conseguido a partir del tratamiento del carbón.
En todos los casos, el proceso de producción sigue el sistema conocido como Fischer Tropsch, un protocolo físico-químico que permite aprovechar el contenido en hidrocarburos de diferentes materiales. En principio, el más desarrollado es CTL, el derivado del carbón, que se produce desde hace 50 años en países como Sudáfrica. En estos momentos se estudia la instalación de nuevas plantas en Estados Unidos y China. Se calcula que podrían cubrir el dos por ciento de la demanda mundial de Diesel en 2020.

Después se sitúa el el GTL, combustible licuado del gas, cuya producción crece a un ritmo capaz de cubrir un 15 por ciento de la demanda de Diesel en la Unión Europea para 2015.
El menos desarrollado es el BTL, el que se obtiene a partir de la biomasa. Este combustible puede sintetizarse a partir de casi cualquier materia vegetal y sería una gran alternativa para el campo. Según los expertos de ASFE, el BTL es más interesante que el biodiésel en términos de contaminación y se consigue más cantidad por hectárea cultivada.
Sin embargo, por ahora, sólo está en fase experimental y las plantas de producción son factorías piloto. Las emisiones de gases de efecto invernadero asociadas con los combustibles sintéticos derivados del gas natural son comparables con los combustibles para el transporte producidos a partir del petróleo, mientras que aquellos producidos a partir de la biomasa pueden contribuir a una reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero de hasta un 90%.Durante la presentación, tuvimos ocasión de ver los combustibles sintéticos: sendas botellas de plástico en las que brillaba un líquido casi inodoro y completamente transparente. Parece agua, pero mueve motores.Los especialistas reunidos en Madrid señalaron que los combustibles sintéticos presentan grandes ventajas frente a los convencionales. Como subrayó Claudia Vogel, los nuevos carburantes permitirán reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, de óxido de nitrógeno, de partículas, de monóxido de carbono, de azufre y de carbono.
También contribuirán a reducir la dependencia de los combustibles fósiles y a dar alternativas a la producción agraria. Además, como gran ventaja frente a los biocombustibles ya conocidos o ante el hidrógeno, se pueden utilizar con los motores convencionales sin tener que modificarlos y, más a su favor, se pueden distribuir por las actuales redes de gasolineras. En Mercedes han comprobado que sus motores funcionan perfectamente con estos gasóleos y gasolinas, si bien, utilizándolos sin más, se aprecian algunas pérdidas de potencia y leves aumentos del consumo. Eso sí: los gases contaminantes descienden notablemente.
Sin embargo, es suficiente con reprogramar la centralita del motor para obtener ya mejoras sustanciales en la reducción del consumo y de las emisiones. Si, además, se retoca levemente la mecánica, se elimina cualquier merma en la potencia y se reduce todavía más el consumo.

Pensando en las próximas normativas anticontaminación, en DaimlerChrysler calculan que los combustibles sintéticos serán básicos para superar los primeros escalones, como las Euro V y VI. Aseguran que, ante esas legislaciones, será suficiente con mezclar al 50 por ciento carburante sintético y convencional. Para más adelante, con nuevos y más sofisticados motores, los sintéticos actuarán solos, sin mezcla, consiguiendo cada vez mejores marcas en la reducción de la contaminación.

Por ahora, los expertos señalan que la mezcla resulta idónea para mover coches Diesel, por ejemplo. El consumo de sintéticos puros lo reservan para flotas de autobuses o vehículos pesados, también de gasóleo.
Se calcula que la capacidad de producción actual de Diesel sintético serviría para abastecer la demanda de un país como España. El transporte por carretera en España supone el 80 por ciento del consumo energético del transporte, en tanto que los vehículos de turismo representa el 10 por ciento del total, frente al 10 por ciento europeo.
En los últimos veinte años el parque español de turismos ha reducido su consumo en un 20 por ciento, un índice que todavía es insuficiente, porque el actual ritmo de las compras de automóviles no favorece un mayor descenso del consumo.
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