Claroscuros de la Opep

Cada vez que suben los combustibles, las compañías petroleras ponen cara de póker y dicen que es culpa de la coyuntura internacional, el mercado, la Opep.

Actualmente, la organización atraviesa un momento crucial en su vida. Ha logrado remontar el mal trago de hace dos años y mantiene los precios a un nivel bastante rentable para sus intereses. En abril 1999, el precio del barril de crudo Opep (precio medio compuesto por siete tipos de petróleo) tocó fondo. Valía entonces unos 11 dólares. Tras varios años de tensiones y problemas en la zona del Golfo Pérsico, el barril se había depreciada por culpa de la acumulación de petróleo practicada por las petroleras internacionales. Hundida, la Opep se dejó guiar por ideas nuevas. Empezó a sonar entonces el nombre de Alí Rodríguez, el ministro del Petróleo nombrado por el siempre polémico Hugo Chávez, recién ascendido a la presidencia de Venezuela. Cuando se habla de contingentes de petróleo, siempre se utiliza una unidad de medida bastante extraña, el barril. Un barril de crudo contiene 159 litros, así que, a un precio estándar de 25 dólares por barril, cada litro cuesta 0,15 dólares, que, a un cambio de 180 pesetas, son 28,3 pesetas por litro.
En el mundo se mueven tres índices fundamentales de precios. Uno es el de Nueva York, que toma como valor el petróleo Texas, producido allí. El otro es el de Londres, que negocia en barriles de Brent, o crudo del Mar del Norte. Ambos son minoritarios en cantidad, pero su importancia es básica, porque marcan la referencia para Estados Unidos y Europa.
El otro gran índice es el de la Opep. En realidad es una "cesta de precios". Como no todos los petróleos del cártel tienen la misma calidad, se toma una media de siete crudos. El precio medio es el precio Opep. La más mínima alteración de este índice provoca cataclismos en la economía mundial, pues arrastra al resto de índices. Por ejemplo: si la Opep sube su cesta, Estados Unidos tiene que reducir sus compras a los países miembros y comprar más petróleo en otros mercados, con lo que estos suben de precio.
Las diferentes calidades del crudo establecen su precio. Así, unos son muy ligeros, como los de Libia y Argelia, con lo que se refinan fácilmente. Otros son más sucios y pesados, por lo que son más baratos.

Rodríguez y los “halcones", los países duros, como Irak, Irán y Libia, siempre enfrentados a Estados Unidos, planearon un programa de choque que contó con el apoyo del resto de productores, todos muy castigados por la bajada de precios. Decidieron recortar brutalmente su producción y dejarla por debajo de los 21,1 millones de barriles diarios, aún bajarían más a lo largo del año. El efecto no tardó en notarse: las tarifas empezaron a subir y a finales de 1999 ya amenazaban con llegar a niveles insostenibles. Durante 2000, una Opep fortalecida y triunfante llevó su precio medio hasta los 28 dólares por barril, obligando a los precios de Londres y Nueva York a rebasar los 35 dólares por barril. Las alarmas no se apagaban nunca y los mercados vivían en un estado de crisis cardiaca todos los días.

En medio de protestas y huelgas por el encarecimiento de los combustibles, Estados Unidos y la Unión Europea desplegaron todo su arsenal diplomático: amenazas y seducciones. Blindada por la insolencia de Chávez, Gadaffi y Hassan Hussein, la Opep no se dejó amedrentar. Sin embargo, hizo algunas concesiones forzadas por las “palomas", las naciones más adictas a Estados Unidos, como son Arabia Saudí y Kuwait. Ya en marzo de 2000 lograron que el nivel de extracciones volviera al original de marzo del 99, unos 21,69 millones de barriles cada día.

Después, apoyados por la presión occidental, lograron que la Opep se dotase en mayo de 2000 de un sistema de control de precios denominado Banda de Seguridad que sirvió para tranquilizar un tanto los mercados. En los meses siguientes hubo hasta tres aumentos más de las extracciones, pero aún estaba por llegar lo peor: en octubre, el petróleo batió todos los records en Nueva York. La presión sobre la Opep se disparó. Sin embargo, todos los expertos estaban de acuerdo en señalar que los niveles de producción eran satisfactorios y el camino no era abrir más el grifo.

En mayo de este 2000, la Organización de Países Exportadores de Petróleo se dotó de un mecanismo de control para impedir que los precios se disparasen en los mercados. Se trata de una banda que va de los 22 a los 28 dólares y dentro de la cual debe fluctuar la cotización. Si el precio está durante 21 días hábiles fuera de ese margen, los productores incrementarán o reducirán la oferta de crudo para estabilizar el precio.


Para tomar esta medida, se fijan en la "Cesta Opep", que es la media de siete tipos de petróleo producidos por los once países que forman el cartel. Este índice suele ir un par de dólares por debajo de los precios que se pagan en Londres. Su control depende de la secretaría de la Opep, que tiene su sede en Viena.
En los últimos meses, el precio ha estado varias veces por encima de los 28 dólares, y sólo en dos ocasiones se ha activado el mecanismo de control. Con este escaso apoyo, la banda de precios nació casi muerta y son pocos los observadores que confían en su eficacia.
Además, cuando la Opep la ha utilizado para ampliar su producción, siempre ha sido para maquillar sus propios excedentes y blanquearlos. Aun así, la Opep insiste en esgrimir este acuerdo como el mejor sistema para controlar el mercado. En realidad, este artificio comercial tiene más de sedante para los mercados que de herramienta real de trabajo. Alí Rodríguez tomó entonces cartas en el asunto y puso la situación bajo control. El mandatario se dirigió a los operadores de las bolsas internaciones y les hizo saber que la Opep no estaba de acuerdo con sus mecanismos de fijación de precios y que estudiaba la puesta en marcha de un mercado paralelo en el que buscar unas tarifas más justas y, sobre todo, basadas en petróleos mayoritarios. Para Rodríguez, los crudos que se negocian en las bolsas de Londres y Nueva York son demasiado minoritarios como para decidir el orden mundial. Con esta amenaza velada, Rodríguez logró que los intermediarios se replanteasen sus acciones diarias. Además, un invierno más benigno de lo esperado permitió a Estados Unidos reponer sus reservas. Esto tranquilizó mucho los mercados y el precio empezó a bajar. A finales de 2000 tuvo otro repunte grave, pero desde entonces se mantiene tranquilo.